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—¿Qué haces?— Preguntó incrédulo.

—Mancharte con chocolate la cara— No pude aguantar la risa. Se veía muy tierno con la nariz manchada.— ¿Acaso te ha entrado chocolate en los ojos y ya no puedes ver?— Me fulmino con la mirada y mantuvo su rostro serio. Si las miradas mataran...

Sin siquiera prestarme atención, tomó una servilleta y se lo quitó.

—¿Acaso eres una niña pequeña?— Dijo levantando la mirada. No me lo podía creer. ¿Qué clase de persona en el mundo puede ser tan amargada?

—¿Acaso eres un viejo amargado?— Suspiró y se frotó la cabeza.

—¿Sabes qué? Hemos terminado el postre. Es hora de irnos.— Se puso en pié y se acercó a la salida, pero en vista de que no lo seguía, se detuvo, pero no volteó.—¿Vienes?— Aparentemente no tenía intención de mirarme.

—No. Me quedaré a terminar el chocolate.— Suspiró.— No necesito que me esperes.— Tomé el boul que contenía el chocolate y metí el dedo en la viscosa sustancia, para luego llevármelo a la boca. El siguió allí parado, sin mover siquiera un pelo.

Seguí comiéndome el chocolate, hasta que, contra toda expectativa, James se acercó y me quitó el tazón de las manos.

—¿Qué te pasa? Dámelo.— Pero no lo hizo.— James, dame el chocolate.— Ignorando completamente mis palabras, metió su dedo en el chocolate y se lo llevó a la boca.

—Mmm.— Cerró los ojos disfrutando del sabor.— ¿Quieres?— Preguntó mirándome por fin.

—Emm...— ¿Preguntas en serio?— Pues me lo has quitado de las manos... Así que sí, quiero.

Se acercó lentamente a mi, metió su dedo en el chocolate y luego en mi boca. ¿Pero que está haciendo? Lo miré extrañada, pero no dudé un segundo y lamí el chocolate. Cuando no quedaba más, lo retiró con una sonrisa en su rostro.

Esta vez yo metí el dedo en el chocolate, y lo acerqué a él, pero no sé lo metí en la boca. Acerqué mi dedo a sus labios y los manché con aquel delicioso chocolate.

Me alejé un poco para admirar mi obra de arte. Él enarcó una ceja y esperó a mi siguiente movimiento. Sus preciosos ojos celestes escaneaban mi rostro en busca de alguna respuesta. Volví a acercarme a él y me paré a solo unos centímetros de su rostro. Sonreí y el se limitó a mirarme.

Acerqué mi boca a sus labios y lamí todo el chocolate que había en ellos. Todo fué lento, sensual y delicioso, debo admitir. Me estaba separando de él, pero me tomó por la nuca, atrayéndome hacia él y me besó.

Me besó con fiereza pero a la vez con ternura. Fué solo unos segundos, pero se sintió tan bien que me pareció una eternidad. Era como si sus labios y los míos estuvieran hechos el uno para el otro, encajaban a la perfección.

—Ahora es mi turno.— Aquella sonrisa parecía grabada a fuego en su rostro.  Manchó su dedo con chocolate y dejó el tazón en la mesa. Se acercó a mí e hizo lo mismo que yo había hecho momentos antes. Acercó su boca a la mía y mi corazón latía como si estuviera a punto de salirse de mi pecho. ¿Pero qué me pasa?

El roce de su lengua en mis labios fué una sensación mágica. Lamió mi labio superior, y luego el inferior hasta haber quitado todo el chocolate. Cuando ya estuvo satisfecho, finalizó el contacto con una suave mordida.

El contacto visual no se rompió ni un segundo cuando él se alejó de mí. Nos miramos como si fuera la última vez que pudiéramos hacerlo. Nos deseamos sin necesidad de quitarnos la ropa. Nos entendimos sin decir una palabra.

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora