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James abrió la puerta cuando toqué. Las únicas llaves que yo tenía, se las había dado para que entrase mientras me iba a ver a Mónica, así que era la única forma de entrar.

—Pequeña...— Su rostro transmitía desesperación y angustia.

—¿Qué sucede James?— No había abierto la puerta del todo, por lo que yo no podía ver el interior. Puedo ser estúpida para muchas cosas, pero no hizo falta decir mucho para entender lo que estaba pasando.— ¿Tan mal está?— Él solo asintió y abrió mas la puerta para que yo pudiera entrar.

Grave. Error.

—¿Pero qué... Yo... ¿Qué...— James me envolvió con sus brazos en un sentimental abrazo, y no resistí, no pude evitar llorar al ver mi apartamento de aquella manera.

Muchas veces había pensado en qué tan mal estaría, pero nunca me hubiera imaginado aquella masacre.

Mi hermoso sofá tenía cortes por todas partes, el relleno escapaba por los profundo agujeros. Todos las fotografías que tenía de mi familia y de mis amigos estaban hechas añicos por todo el suelo, el televisor parecía haber sido atropellado por un camión, mi mesa de cristal estaba hecha trizas, las paredes estaban llenas de manchas, que a juzgar por el nauseabundo olor que inundaba el ambiente, eran de orina.

—Y-Yo sa-sabía que i-iba a estar ma-mal, pe-pero no pensé q-que tanto.— James se mantuvo en silencio, lo único que hizo fué escucharme e intentar consolarme mientras me acariciaba el pelo.

No sé cuánto tiempo estuvimos allí parados, en medio del caos que era mi apartamento, no podría decirlo ni aunque quisiera, pero cuando comencé a bostezar, supe que era tiempo de movernos.

—Lo sien...— Me interrumpió.

—Sé que no te gusta que te interrumpa, y espero que me perdones por hacerlo, pero debes dejar de disculparte por todo, pequeña. Esto no es tu culpa. No tienes nada de qué disculparte.— Sonreí y apoyé mi frente en su hombro.

—Eres el mejor.— Una ronca risa hizo que su pecho saltara.

—He limpiado el baño y lo he preparado para que tomemos una ducha. Tenía la esperanza de que tardaras un poco más y así pudiera acomodar un poco esto.— Señaló a nuestro alrededor y cuando levanté la vista, las ganas de llorar volvieron a hacerse presentes.— De acuerdo, creo que debo sacarte de aquí antes de que sigas mojando mi chaqueta con tus lágrimas.— Sus rápidos brazos me tomaron y me sostuvieron mientras él caminaba hacia el baño con una gran sonrisa. Entramos al baño y me sorprendí al no ver nada fuera de lugar, el único detalle que vi, es que faltaba el espejo, pero supuse que eso también lo había roto Marcos, así que decidí ignorar ese detalle. James me dejó sobre el váter y me miró con dulzura.

—¿Quieres que te deje sola?— El echo de que se preocupara tanto por mi, como para alejarse y darme mi tiempo, me hizo desearle aún más.

—Ni de broma.— Ambos sonreímos y la lujuria se instaló en nosotros.

Se agachó para estar a mi altura, tomó mi rostro entre sus manos, escaneó mi rostro en busca de alguna señal que le dijera que podía continuar, y finalmente sus labios chocaron contra los míos. Fue un beso dulce, pero a la vez salvaje y en busca de algo más.

Sus hábiles manos abandonaron mi rostro y emprendieron su camino a través de mi cuerpo, atravesando mis pechos, mis muslos, todo el camino hasta llegar a mi pies para quitarme las sandalias que llevaba, pero sin quitar nunca sus labios de los míos. Mi cuerpo se encendía bajo sus fuertes y decididas manos, y mi mente perdía la razón cuando su lengua se encontraba con la mía.

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora