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—Señor Williams. Que sorpresa.— Dije quitándome los auriculares.

—Señorita desconocida. ¿Se puede saber que está haciendo?— Dijo con tono de reproche. Respiré hondo. ¿Es que acaso no me podía dejar sola y tranquila?

—¿Disculpe?

—¿Por qué está caminando tan desabrigada bajo la lluvia? Mejor dicho, ¿Por qué está caminando bajo la lluvia?— Que coño le importa pensé.

—Ir a mi casa, tal vez.— Su cara de estupefacción era casi tan notable como la mía. Me atrajo cerca suyo debajo del paraguas.

—¿Que hace?— Pregunté apartándome de él con un empujón, volviendo así debajo de la lluvia. Él me miró calculando su próximo movimiento.

—Señorita, ¿Sería usted tan amable de dejar que la lleve a su casa?

Estuve muy tentada de decir que con él no iría ni al negocio de la esquina, pero me contuve. Miré mi cuerpo todo empapado y dije:

—Señor Williams, est...— No me dejó terminar.

—James.

—¿Cómo?— Pregunté confundida.

—Dime James.

—De acuerdo. James, estoy empapada y no quiero mojar tu coche, así que preferiría seguir camin...— De nuevo me interrumpió. ¿Es que acaso no tiene modales?

—Mi coche no es problema, por favor, déjame llevarte hasta tu casa.

—Mira chato, como vuelvas a interrumpirme terminarás hablando con la pared.— Dije muy seria.— Y de verdad no quiero ser una molestia, y mucho menos causarte problemas, así que preferiría irme caminando. A demás yo estaba muy— Abrió la boca para hablar, yo lo fulminé con la mirada y rápidamente la cerró.— tranquila caminando con mis auriculares hasta que has venido tú.

—Por favor señorita, no es ninguna molestia y dudo que vayas a causar algún problema. Por favor, déjeme llevarla.— Su persistencia me hizo recordar a Ana y sonreí como una tonta. Finalmente asentí y le agradeciéndole lo seguí.

Me tendió su mano en un gesto caballeroso que me sorprendió. Fue el primero que mostró hasta ese momento. Me guió hasta su coche que no era nada mas ni nada menos que una limusina.  Vamos, no me sorprendía, el señor Williams era rico. Me dejó subir a mi primero y detrás mío subió él, cerrando el paraguas antes de entrar. Vaya pasada. Esta cosa debía costar más que todo mi departamento, incluso amueblado. Lo asientos de cuero blando con un pequeño detalle negro en las costuras combinaba a la perfección con la alfombra negra aterciopelada. Frente a mi había una especie de barra, estaba hecha con una piedra blanca totalmente pulida y reluciente y estaba encima de un pequeño refrigerador en el que supuse estaban todas las bebidas. Escuché el ruido de la puerta cerrarse y miré hacia adelante al sentirme observada. El chofer me observaba con el ceño fruncido y luego de analizarme durante un momento dirigió su mirada al señor Williams a la espera de ordenes. Me dispuse no pensar en el porqué mi jefe se ofreció tan amablemente a llevarme a mi casa, así como tampoco pensaría en lo sucedido en el ascensor, entre muchas otras cosas que habían sucedido hoy. Salí de mi burbuja personal al darme cuenta que no estábamos avanzando, y que ambos me miraban fijamente. No entendía porqué hasta que entré en la cuenta de que el señor Williams no sabía donde vivía. Le dije mi dirección y él se la informó al chofer, quien según había escuchado, se llamaba Sebastian. Estuvimos en silencio hasta que paramos en el semáforo que estaba a exactamente tres cuadras de mi casa. Yo estaba mirando tranquilamente por la ventana cuando vi un tacho de basura moverse. Miré con mas atención y  un pequeño cachorro de color blanco temblando y todo mojado se asomó a mi campo de visión. Lo pensé un microsegundo. Sin pensármelo dos veces miré al hombre que tenía a mi lado y dije:

Dime tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora