"Gris" [Tokiya - Uta No Prince Sama] TERMINADA

Capítulo 35

MIZUKI

- Ohhh gracias!!! – le dije ayudándolo a sostener la bandeja, mientras cruzaba la puerta. Aquel dulce pelirrojo había ido a buscar dos platos de comida para cenar en mi cuarto – No te hubieras molestado!!!! Mmm qué rico se ve todo!!! – le sonreí.

- Jaja – se sonrojaba – No sabía qué elegir... Y, con el frío que hace, me decidí por una sopa...

- Si si!!! Me encanta la sopa, gracias!!! – apoyé la bandeja sobre la cama y lo invité a que nos sentásemos allí a comer. Me sonrió y tomó asiento.

- Ya te sientes mejor...? – preguntó al verme tan enérgica.

- Eh..? Oh, nooo... En realidad estoy un poco mareada – le mentí, y tomé asiento frente a él, con la bandeja en medio.

Miró a través de la ventana.

- Está un poco nublado – dijo – Qué bueno que pospuse la charla con Haru para mañana...

- Sí, es cierto... - miré por la ventana también. Haruka... Estará hablando con Tokiya ahora mismo..?. Un escalofrío recorrió mi espalda. Se lo serví en bandeja.

- Hey, Mizu... – dijo Otoya desintegrando mis pensamientos – Qué le pasaba a Cecil hoy..? – se preocupó.

- A Cecil..? Ohh... - ahora que lo menciona, lo dejé solo todo el día... Él siempre me acompaña en los malos momentos... Y yo soy una tonta desconsiderada...

- Si no quieres contarme no importa, lo entiendo... – dijo avergonzado, e intentó llevarse una cucharada de sopa a la boca, quemándose de una forma graciosa - ...Ahhh! Sí que está caliente.. jaja... - sonrió y sopló un poco el plato – Se me había ocurrido que tal vez había hablado con Haruka... - comentó al pasar, mientras seguía renegando con aquel plato.

Lo pensé un momento. No quiero exponer tanto a Cecil, pero tal vez a Ittoki le haría bien saberlo.

- Si, Otoya... - le dije mirando mi plato. Pude notar que un sorprendido y ruborizado Otoya, me miró con preocupación - ...Haruka le ha dejado en claro que los quiere como si fueran sus hermanos... - lo miré tragar saliva. Era un duro golpe el que le estaba dando - ...Lo siento...

- Era una posibilidad – dijo con tristeza un rato después, perdiendo su mirada en el plato. Esta vez sus ojos estaban un tanto vidriosos... casi llorosos.

Me quedé observándolo un momento. Me resultaba sorprendente que, a pesar de su dulzura y frescura, daba la sensación de ser una persona muy fuerte. Yo, en su lugar, probablemente ya estaría llorando desconsolada, abrazada a la almohada.

Lo vi tragar saliva. Acababa de producirle un dolor muy grande. Intenté acercarme, para darle un abrazo, pero me apoyé torpemente en la bandeja, derramando un poco de sopa sobre la frazada... Rayos.

- Perdón perdón perdón! Soy tan tonta – dije desesperada, intentando secar con las servilletas.  Ittoki comenzó a reír, y me enojé. Pero se había tentado, y reía y reía... Aquel colorado se veía muy tierno...

- Eres tan torpe como yo! – me dijo muy sonriente. Le devolví la sonrisa, y reímos. Luego nos quedamos en silencio otro momento.

- No debí decirte nada... – dije casi pensando en voz alta. Me sonrió cariñosamente.

- Oh, no, Mizuu! – me dijo – Estoy muy agradecido de que me lo hayas confiado. Por favor. No te arrepientas. Ha sido de gran ayuda para mí – y me sonrió aún más – Creo que en algún lugar de mi interior, lo sabía... – se sinceró – El amor a veces es duro... - hizo una pausa – Tienes suerte de que a ti se te haya dado tan pronto! Jaja

De que se me haya dado? Lo miré con cara de confusión. Ojalá se me hubiese dado!.

- A Akihiko y tú se los ve muy bien juntos – dijo contento – Eso me pone muy feliz por ustedes!!!

Qué??!! Ya valiste, Otoya! Tomé la cuchara y la cargué con un poco de sopa, y la catapulté hacia su rostro.

- Ahh! Me quemaste!!!! – me acusó. Y su sonrisa se transformó en un fingido enojo. Tomó un trozo de pan y me lo aventó hacia la cabeza.

- Ehhh!!!! – grité, y comenzó una guerra de comidas y risotadas.

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TOKIYA

Llevé otro bocado de ensalada a mi boca. Las risas de Tomochika, Syo, Natsuki y Tukusama resonaban en todo el comedor.

- Son muy aburridos ustedes dos... – comentó Ren, que tomaba asiento donde Hijirikawa y yo.

- Eres bienvenido a cambiar de lugar – contestó Masato, fastidiado. Ren lo miró de mala gana, pero se contuvo de responder.

Ya casi había finalizado el horario de la cena, y Cecil, Otoya y Mizuki no se habían presentado a comer.

Tal vez su plan por frustrar el encuentro entre Ittoki y Nanami había dado resultado, pero aún no me explicaba por qué Otoya no había estado buscando su guitarra por todas partes. Conociéndolo, habría estado a las corridas por toda la Academia, gritando como un nene.

- Bueno, ahora sí los dejo solos. Permiso – dijo Ren, levantándose de su asiento. Miré a la entrada del comedor, y Haruka estaba parada allí, mirando hacia los lados. Ren se dirigió hacia ella y besó su mano. 

Bueno, al parecer Mizuki se salió con la suya. Si Nanami estaba aquí, no estaría con el colorado. Sonreí imaginando su rostro triunfante.

Hijirikawa notó aquella sonrisa,  y  me miró entre confundido y sorprendido.

- Qué estará pasando por tu cabeza..? – me sospechó.

- Hm..? - dije un tanto incómodo, sin quitar la mirada del plato - Nada – dije a secas.

Cuando terminé de cenar, me levanté y salí del comedor dispuesto a irme a dormir.

- Tokiyaaa! - me gritaron y volteé. Una sonriente Nanamí venía corriendo hacia mí. Al alcanzarme, se quedó mirándome - Quiero hablar contigo, onegai... 

- Claro... - le dije, asintiendo con sorpresa.

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MIZUKI

- Bueno, ahora que acabamos de limpiar todo este desastre, me voy a dormir.. Vas a estar bien? - preguntó Otoya, y asentí agradeciéndole contenta por haberme brindado su compañía. Es un gran amigo.

Tomó la guitarra y dejó la habitación, saludándome con la mano.

Una vez sola, me acerqué hacia la ventana. 

Unas pequeñas lucecitas verdes que se posaban sobre un árbol, llamaron mi atención. Será que Cecil está ahí?? 

Esforzaba mis ojos por intentar verlo en la oscuridad, cuando de pronto vi salir a Tokiya y Haruka al jardín. 

Caminando y hablando se dirigieron a un banco, y tomaron asiento allí.

No, por favor. Estupefacta, llevé mis manos hacia mi boca y abrí grande los ojos, sin poder despegar la mirada de allí.