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Cuando los vuelvo a abrir , estoy en la cafetería de la escuela. A través de la ventana, veo que está nevando.

Sobre la mesa delante de mí, en la que antes estaba esperando para hacer La Prueba, hay dos canastas.
En una hay una cuña de queso, y en la otra, un cuchillo afilado. Detrás de mí, la voz de una mujer que reconozco como Jeanine, dice :

-Elige.

- ¿Por qué? -pregunto desconcertada.

-Elige -repite ella sin responder a mi pregunta.

Me doy la vuelta frunciendo el ceño, pero no hay nadie. Vuelvo la vista a las cestas.

- ¿ Para qué los necesito ?

- ¡Elige! - Grita presionándome.

Me muerdo el interior de la boca y cruzo los brazos.
No puedo elegir algo sin saber la situación en la que tendré que utilizar una de las dos cosas.
A lo mejor necesitaría el queso, o puede que el cuchillo, pero si escojo ahora, puede que no me sirva ninguno de los dos.
Necesito saber qué va a pasar.

-Como quieras - dice ella, y por un momento, puedo imaginármela encogiéndosw de hombros.

Las mesas desaparecen.

Escucho el chirrido de la puerta y me doy la vuelta para ver quién es.

Pero no es una persona ; un perro de color oscuro con nariz puntiaguda está a pocos metros y me enseña los dientes.

Un gruñido sale de su garganta, y veo por qué el cuchillo hubiese venido muy bien.

Pero es demasiado tarde.

Me preparo para correr, pero el perro es más rápido que yo, y seguro que más fuerte.

Tengo que tomar una decisión.

El perro vuelve a gruñir, acercándose un poco más.

Mi libro de texto de biología, dice que los perros pueden oler el miedo a causa de una sustancia química secretada por las glándulas humanas en un estado de coacción, el mismo químico que segrega la presa de un perro.

Lo que quiere decir que oler el miedo los lleva a atacar.

Las garras del perro rechinan contra el suelo.

Respiro su aliento, me esfuerzo en no pensar en lo que se acaba de comer.

No puedo mirarlo a los ojos. Esa es una señal de agresión.

La última cosa que quiero hacer es acostarme en el suelo delante del animal, pero es la mejor opción que tengo.

El perro se acerca más, y más.

Mis brazos están temblando.
Aprieto los dientes para no gritar. Cuando levanto la cabeza para mirarlo de nuevo, está sacando la lengua.

Parece un animal diferente al de hace unos segundos.

Una niña con un vestido blanco entra en la sala por alguna puerta que consigo ver.

Ella estira las dos manos y grita: - ¡Perrito!

Sonrío mirándola, y asumo que por su ropa blanca, es una chica de Verdad. Aunque no lleva nada negro.

El perro se da la vuelta, y sus músculos se tensan a punto de saltar.

El animal echa a correr en dirección a la chica, y aunque dudo, me alejo hacia el lado contrario.

Es una ecuación muy simple : no puedo vencer al perro, y si ayudo a la niña, las dos acabaríamos muertas.
Es ella o yo ; Y elijo sobrevivir.

La escena desaparece, y la sala está vacía. Me alegro de no haber tenido que verla morir.

Encuentro la puerta por la que entró la niña, así que la empujo y salgo.

Pero no al pasillo que me lleva de vuelta a la cafetería ; a un autobús, y todos los asientos están ocupados.

No hay ningún abnegado, así que no me queda más remedio que quedarme de pie y agarrarme a la barra.

Sentado cerca de mí, hay un hombre leyendo un periódico.

No puedo ver su cara por encima del papel, pero puedo ver sus manos. Tiene cicatrices, como si se hubiese quemado.

- ¿Conoces a este hombre? -me pregunta, señalando la imagen en la página principal del periódico.

El titular dice: ¡Asesino Brutal Finalmente Aprehendido !

Me quedo en la palabra "asesino".

En la foto debajo del título aparece un hombre joven con una cara plana y una barba. Es alguien de Erudición.

Sé que sería una mala idea decírselo al hombre.

- ¿Y bien? -Escucho la ira en su voz-. ¿Lo conoces ?

Una muy mala idea.

Mi corazón late con fuerza y me aferro a la barra para parar los temblores de mis manos.

- ¿Y ?

Mi miedo es irracional. Si le digo que conozco a ese hombre del artículo, algo horrible va a pasarme.

-No -digo con voz casual-. No tengo idea de quién es.

El hombre se pone de pie y, finalmente, veo su cara. Lleva gafas de sol oscuras, y la ropa es de color blanco y negro. Es un veraz, y como tal, es capaz de identificar las mentiras.

-Estas mintiendo - dice - Puedo verlo en tus ojos.

Me pongo más derecha y vuelvo a negarlo con la cabeza.

-Si lo conoces -dice en voz baja y con voz aduladora-, podrías salvarme. ¡Podrías salvarme!

Estrecho mis ojos. Lo digo por última vez.

- Lo siento. No le conozco.

ERUDITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora