ERUDITE

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- ¿ Alguien ha visto a Nathan y a Luke ? Ayer les presté una de mis camisetas.

Esa pregunta se repite varias veces al día, y cada vez me tiene más desquiciada.

Entro en el baño al lado del comedor y cierro la puerta.

Suspirando, y con la respiración acelerada, me dejo caer al suelo.

La puerta se abre con un chirrido, pero yo no me molesto en levantarme. Me da igual quien sea. Necesito tranquilidad, necesito estar sola.

La persona se sienta delante de mi, lo sé porque sus rodillas chocan con las mías y siento su respiración delante de mi.

- Elisa, ¿ estás bien ?

Sé que es Caleb, así que niego la cabeza, escondiéndola entre mis piernas.

- No puedo más, Caleb- sollozo, y él me acaricia el brazo - No soporto escuchar a nadie más preguntar dónde están los dos.

- Lo sé - suspira, apoyando su cabeza encima de la mía - Sé que es difícil, pero si Nathan estuviera aquí, estaría en grave peligro.

- Yo solo quiero que estén conmigo - levanto la mirada para verle, y él me sonríe apenado.

Caleb me tiende la mano y me ayuda a levantarme. Me pone frente al espejo y me limpia las lágrimas con el pulgar.

- Venga, vamos a comer - me dice, y yo asiento y lo sigo medio sonámbula.

En el comedor, el ambiente está casi más abarrotado que siempre, así que eso no ayuda.

Le digo a Caleb que voy a sentarme en una mesa sola, y cierro los ojos dejándome caer en mis brazos e intentando ignorar el sonido de los cubiertos contra los platos.

- No tienes buen aspecto.

Suspiro alzando la cabeza.

- No estoy en mi mejor momento.

- Siempre hay algo que nos preocupa - me sonríe mi padre y me agarra de la mano - ¿ qué te pasa ?

- Dos amigos. Ahora serán Sin Facciones - le cuento, aunque obviamente, no la razón de su ida.

- Parece que estás al borde de la histeria - observa, y yo no hago más que darle la razón.

- Estoy asfixiada, siento que voy a explotar - confieso.

- Sé que este no es un buen consejo de padre - me dice, con una pequeña sonrisa como si acabara de recordar algo bonito - pero cuando yo me sentía así, me subía a un tren y me iba lejos de la sede, a las afueras de Abnegación. Allí estaba todo siempre tan tranquilo... deberías de probarlo alguna vez.