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Corro hacia delante y grito cuando mis pies abandonan el suelo del tren, y se mueven por el aire.

Siempre en las películas antiguas o en los libros de lectura se dice que en este tipo de situaciones, en accidentes, en cosas arriesgadas, el tiempo parece ralentizarse y las cosas pasan como a cámara lenta.

Pues tengo que decir una cosa; eso es totalemente falso.

El miedo no dura mucho, porque el salto del tren a la azotea dura apenas cuatro segundos.

Me levanto del suelo entre risas ante la mirada satisfecha de Ceyden.

- Nada mal.

Observo orgullosa de mi misma cómo se sube al borde del edificio.

No soy osada, pero he podido hacer este primer paso. Aunque no pienso pasar por esto nunca más.

- Ven -me llama haciendo una seña, y me subo de un saltito junto a él.

Asomo la cabeza, y me doy cuenta de que el edificio en el que estamos y el siguiente está separado por un gran agujero negro, que no deja ver el final.

- No me digas que...- comienzo, pálida como una hoja, pero la frase queda sin terminar cuando él me empuja hacia la oscuridad.

Caemos a gran velocidad, con el viento moviendo nuestra ropa.

Si Ceyden no tuviera la mano sobre mi boca, estoy segura de que mis gritos se oirían hasta en las granjas de Cordialidad.

El aire se escapa de mis pulmones cuando mi cuerpo choca contra algo, que me hace volver a subir un pequeño tramo para después bajar.

Cuando dejo de moverme, toco lo que hay por debajo de mi.

Es una red.

La red se inclina hacia un lado, y ruedo hasta el borde.

Ceyden me toma de la cadera, y me deja en el suelo.
Ni siquiera me había dado cuenta de que se había bajado antes que yo.

- Venga - me apremia, caminando con seguridad hacia el pasillo - Seguramente haya alguien vigilando en la sala de control, así que no tenemos mucho tiempo.

Asiento en forma de entendimiento, y me pego tanto a él mientras cruzamos los pasillos que casi le piso los talones.

Llegamos a una pequeña sala, con el nombre de "Lavandería" en la entrada.

- ¿ Porqué estamos aquí ? - pregunto confundida.

Ceyden revisa que no hay nadie, y rebusca en una cesta.

- Esto es Osadía, Elisa, todos visten igual - dice, aventándome una camiseta de tirantas y unos pantalones negros - Mira nuestra ropa y saca tus conclusiones, genia.

ERUDITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora