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Caleb se tropieza al bajar del vagón y, hablando claro y pronto, se traga el suelo.

Intentando ocultar una sonrisilla, me acerco y le tiendo la mano.

Prior la acepta con un suspiro y se pone en pie, sonrojado por su torpeza.

- Las primeras veces yo también me caía - le digo con la esperanza de que le haga sentir mejor.

Él asiente, y se sacude las rodillas por encima del pantalón azul en un vano intento de quitar la mancha de tierra.

Caminamos diez minutos desde la vieja estación de tren hasta entrar en Abnegación.

Caleb se detiene, y se queda mirando las casas grises de la Facción durante un buen rato, probablemente recordando viejos tiempos.

- Tú primero, Prior - le animo dándole una palmada en el hombro - Éste es tu territorio.

Él suspira profundamente, y sin comprobar si le estoy siguiendo, echa a andar hacia el interior de la primera calle.

No se tiene que pensar el recorrido que llevamos ni una sola vez. Gira por los pasillos a izquierda y derecha, sin hacer una pausa.

A mi parecer todas las calles son iguales, con las mismas pequeñas casas grises de una sola planta. Aunque supongo que otras Facciones pensarán lo mismo del Aglomerado o del complejo de Erudición.

Supongo que es cuestión de acostumbrarse.

- Es aquí - avisa, deteniéndose delante de una de las tantas viviendas.

Le sonrío para infundirle valor, y él, tragando saliva, llama a la puerta.

Ésta se abre pasados unos segundos, dejando ver a un señor con cierta similitud a mi amigo que nos mira claramente sorprendido.

Caleb lo mira nervioso.

- Hola, papá.

ERUDITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora