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Si antes ya nos costaba pasar desapercibidos, ahora es todo mucho más difícil.

Mientras cruzo a toda velocidad la calle, miro a los soldados.Parece que se han duplicado y triplicado de un segundo para otro.

Con expresión decidida, avanzo a trompicones entre los cristales rotos en busca de la casa de Ceyden. Tengo suerte de que me mencionara donde estaba una vez. Si no, ahora mismo estaría buscando una aguja en un pajar. Una casa gris entre cientos de casas grises.

Un par de guardias osados yacen muertos en el suelo. Puede que sean divergentes, puede que no todos los abnegados se hayan resignado a aceptar su destino. Nunca lo sabré.

Me asomo por la esquina y veo a dos soldados diferentes a los demás.

Uno de ellos es de tez morena, algo mayor que los demás osados. El otro es más joven, aunque más grande y musculoso. Tiene tatuajes que sobresalen por su camiseta, a ambos lados del cuello. 

No sé quien me da más miedo de los dos, pero sí sé una cosa ; están plenamente conscientes. Ellos no están en la Simulación.

Mascullo una maldición y me preparo para cambiar de calle. Estoy tan cerca...

No puedo evitar soltar un chillido al resbalarme en una losetas escondida entre la tierra.Me llevo la mano a la boca rápidamente para ahogar el grito, pero es demasiado tarde.

El osado más joven, el del piercing en la ceja, se da la vuelta bruscamente hacia mi dirección, y esboza una sonrisa felina que me provoca escalofríos.

El chico se acerca, seguido del otro, y me eleva contra la pared con una sola de sus manos.

Asustada, trato de soltarme entre jadeos, sacudiéndome para librarme de su agarra. Es inútil, así que suspiro rendida y dejo de moverme.

- Vaya, vaya, mira qué tenemos aquí - sonríe de lado, mandando un escalofrío a mi columna- ¿ Qué hace una erudita paseándose por Abnegación en un día tan feo como éste ?

Paralizada, me quedo mirándolo fijamente. Algo en él me es familiar, y siento que lo conozco.

- No tardes mucho, Eric - dice el de la piel oscura con voz aburrida, observando a los soldados que pasan a nuestro lado - Tenemos cosas más importantes que hacer.

- Eric - repito con la voz entrecortada, recordando - transferido de Erudición, ahora líder de Osadía...

- Veo que has hecho tus deberes, niña - sonríe burlonamente, dejándome en el suelo sin apartar los ojos de mi - Admito que tengo curiosidad, ¿ sabías de este ataque ?

- No - miento, mientras él escruta en mi mirada desconfiado - solo venía a ver a alguien.

Muy bien, Elisa, a ver si eres capaz de revelar más información, me digo con sarcasmo a mí misma.

Eric chasquea la lengua en seña de desaprobación.

- Juntándote con malas compañías, pequeña. Muy, pero que muy mal.

Me dirige una mirada fulminante y poniéndose serio camina hacia el que deduzco que será Max, otro de los líderes. 

Mira lo que pasa a su alrededor, y negando la cabeza, susurra

- Esto es una locura.

 Después, se acerca a una chica rubia y le da en la mejilla con el índice. Por un segundo, me da la sensación de que la chica aprieta su mandíbula como para contenerse de apartarlo de un manotazo. Entonces la reconozco. Es Beatrice.

- ¿De verdad no pueden vernos? ¿Ni oírnos? —pregunta una chica acercándose a Max.

- Oh, sí, pueden ver y oír, pero no procesan de la misma forma lo que ven y oyen. Reciben órdenes de nuestros ordenadores en los transmisores que les hemos inyectado.Y las llevan a cabo sin problemas- Acabada la explicación Eric da un paso a un lado y se acerca a la cara de Cuatro, sonriendo- Vaya, esto sí que me alegra la vista. El legendario Cuatro. Ya nadie recordará que quedé el segundo, ¿verdad? Nadie me va a preguntar: « ¿Cómo fue entrenarse con el tipo que solo tenía cuatro miedos?» 

 Entonces saca una pistola y apunta a la sien izquierda del osado, y el corazón se me acelera. No puede disparar, él no es un abnegado. Sería estúpido hacerlo por celos.

- ¿Crees que alguien se dará cuenta si recibe un disparo accidental? - pregunta Eric, ladeando la cabeza. Yo me escondo a un lado, horrorizada ante su actitud pasiva, como si no estuviera jugando con la vida de una persona.

- Adelante - responde la mujer, indiferente ; si le está dando permiso a Eric, debe de ser otra líder de Osadía- Ahora no es nadie.

- Qué pena que no aceptaras la oferta de Max, Cuatro. Bueno, qué pena para ti, claro —dice Eric en voz baja con una sonrisilla divertida mientras mete la bala en la recámara.

Me arden los pulmones, llevo casi un minuto sin respirar. 

Por el rabillo del ojo veo que a Cuatro le tiembla la mano.

En un segundo, la situación cambia.

Tris reacciona y aprieto el cañón de su pistola contra la frente de Eric, que abre mucho los ojos, pierde toda expresión y, por un instante, se parece mucho a los demás soldados dormidos de Osadía. Su dedo índice está suspendido sobre el gatillo. 

-Aparta la pistola de su cabeza - ordena la chica.

- No me dispararás - contesta Eric recuperando su energía.

- Una teoría muy interesante - responde Tris monótona.

Observo la escena preocupada. Las dos sabemos que no puede asesinarlo.

Pero no tiene por qué matarlo para librarse de él.

Tris aprieta los dientes y baja el arma para dispararle en el pie. Eric grita y se lo agarra con ambas manos. En cuanto su pistola deja de apuntar a la cabeza de Cuatro, éste dispara en la pierna a la tal Lauren. 

Los rebeldes no esperan a ver si le da la bala, se cogen de la mano y salen corriendo.

Pronto los soldados se movilizan.

La antigua Beatrice tropieza detrás de Cuatro, oigo un tiro. Ella ahoga un grito y cae, raspándose la mejilla con el pavimento.

Cuatro se arrodilla junto a ella, así que le grita: 

- ¡Corre!

- No —responde él con voz tranquila y serena. 

Me siento conmovida. A pesar de que le espera una muerte segura, él no piensa abandonarla.

En pocos segundos les rodean, y Cuatro la ayuda a levantarse, cargando con su peso. 

Los soldados apuntan con sus armas. 

- Divergentes —dice Eric, que solo apoya un pie en el suelo y tiene una palidez enfermiza- Entregad vuestras armas.

Ellos no tienen más remedio que hacerlo.

En ese instante, aparece la persona que más odio en este mundo. Jeanine Mathews.

No escucho lo que dicen desde aquí, pero veo como se llevan a Cuatro entre forcejeos, mientras que a Tris la arrastran hasta un callejón. Oh dios mío. Van a matarla, allí mismo.

Tris cierra los ojos, lista para despedirse del mundo. Suena un disparo. Pero ella no cae al suelo, sino el soldado que iba a matarla.

Natalie Prior corre en dirección a su hija, sin dejar de disparar. Estaba a salvo. Pero ha vuelto para salvar a su pequeña.

Entonces, me doy cuenta de que no estoy vigilada. De que no estoy atada.

Y aprovecho para escapar entre la confusión.


ERUDITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora