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 Cuando salimos de la casa de los Prior, todo es distinto.

Las calles están llenas de soldados de Osadía que avanzan al mismo ritmo, salvo los oficiales, que están a unos cientos de metros observando.

Todo está como congelado. De momento, nadie hace nada. Ni siquiera parece que estamos a punto del comienzo de una guerra.

Pronto, esa sensación toca su fin. 

Se empiezan a oír pequeños estallidos. No vemos de dónde vienen, pero cuanto más caminamos, más fuertes y nítidos son, hasta que nos damos cuenta de que son disparos. 

- No puede ser - susurra la señora Prior, algo pálida - es demasiado pronto.

Aprieto la mandíbula, mientras nos ocultamos tras una pared.

Desde donde estoy veo a un soldado de Osadía obligar a un hombre de gris a ponerse de rodillas. Reconozco al hombre, es un miembro del consejo. Saca la pistola y, con el rostro inexpresivo, como aquel que tenía Nathan al matar a su amigo, le mete una bala en la parte de atrás de la cabeza.

Los soldados se detienen, todos al mismo tiempo.

- No podemos quedarnos aquí - reacciona Andrew Prior - si lo hacemos, no tardarán en descubrirnos.

Todos asentimos de acuerdo, y se reanudan los disparos.

Me tiemblan las manos de manera descontrolada; respiro deprisa por la nariz. Intento ignorar lo que está pasando, por muy difícil que sea conseguirlo.

Mientras nos escabullimos de calle en calle, se escuchan más disparos. 

Por el rabillo del ojo veo un borrón gris que se derrumba sobre el pavimento. Toda Abnegación morirá si esto sigue así. 

<< Lo único que sé, es que si la hay, nada volverá a ser lo mismo >>

Los soldados de Osadía cumplen unas órdenes silenciosas sin vacilar y sin hacer preguntas. Se están llevando a algunos miembros adultos de Abnegación a uno de los edificios cercanos, junto con los niños. Un mar de soldados de negro vigila las puertas, asegurándose de que nadie pueda escapar del horrible destino que les espera.

- Sabíamos que tarde o temprano esto pasaría - dice Natalie mirando a su marido - tenemos que reunir al máximo grupo de personas a las que podamos ayudar y llevarlos al refugio.

- ¿ El refugio ? - pregunta Caleb confundido, apretando los dientes con fuerza al escuchar otro estallido.

- Sí, allí estaremos a salvo - asiente Andrew, y nos hace una seña para que le sigamos.

Sin embargo, yo me quedo clavada en el suelo. 

- ¿ Elisa ? - Caleb me mira desconcertado, preguntándose por qué no me muevo.

- No puedo ir con vosotros, no todavía - les digo mordiéndome el labio preocupada- Tengo... tengo que encontrar a alguien.

La pareja se mira angustiada. Les estoy haciendo perder tiempo, tienen que irse ya.

- El refugio está a dos calles más a la izquierda, entra en la casa y baja las escaleras al sótano- me señala Natalie, apretando mi brazo para desearme suerte.

Asiento grabándome la información en mi cabeza, probablemente la necesite.

El grupo vuelve a movilizarse, y Caleb me mira agobiado.

- ¿ Vas a ir a buscarle, verdad ? Al abnegado del que me hablaste.

(flashback)

- ¿ Por qué sigues teniendo esa sonrisa ? - pregunta cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.

- ¿ Qué sonrisa ? - sonrío mirando al techo, haciéndome la despistada.

- Esa - dice incorporándose y señalándome la cara- Dime que no es por un chico...

- No soy de Verdad, pero también me enseñaron a no mentir - río levemente, y él vuelve a tumbarse en la cama. Casi se ha vuelto una costumbre charlar en la litera de arriba hasta que el sueño nos vence y cada uno trepa hacia su cama.

- Vamos a tener que empezar a salir en trío, ¿ verdad ? -suspira cerrando los ojos- ¿ Quién es ? ¿ Lo conozco ?

- Quizás - respondo misteriosa - después de todo, es de tu antigua Facción.

(fin flashback)

- Sí - esbozo una sonrisa triste - No puedo dejarle solo.

Caleb aguanta un sollozo y me estrecha entre sus brazos con fuerza. Los dos sabemos que lo más seguro es que esta sea la última vez que nos veamos.

- Te quiero, Eli - susurra sobre mi oreja.

- Y yo a ti, Prior - suspiro inspirando su olor, con la esperanza de no olvidarlo jamás. 

Nos separamos y Caleb corre hacia sus padres, que esperan impacientes.

Antes de girar la calle, me mira y me dedica una última sonrisa llena de esperanza.

- Estaré bien Prior - le aseguro con la voz rota, a pesar de que ya no puede oírme. El erudito desaparece tras la esquina, y yo me lo vuelvo a decir en voz alta para darme fuerzas - Estaré bien.


ERUDITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora