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Ambos se visten, y para no ponérmelo más difícil le quitan la ropa a la chica y me la van pasando.

Me pongo primero los pantalones negros, después las botas militares con plataforma. Recojo mi cabello en una coleta alta, y me pongo la camiseta de tirantes ceñida al cuerpo.

Respiro profundamente e ignoro el agujero de bala que hay en la camiseta oscura, así como la sangre pegajosa impregnada en ella.

No pasa nada, no pasa nada.

Papá abre la puerta, y es el primero que sale al exterior.

Quizás es un poco mayor, pero no desencaja tanto de osado como lo hago yo.

Ceyden y yo lo seguimos, cogidos de la mano.

Me esfuerzo en no pensar que estoy tocando a un asesino.

Estoy segura de que él no quería hacerlo, pero tampoco estaba dispuesto a dejarse matar.

A medida que salimos del grupo de casas hay menos y menos gente, hasta el punto de que podemos correr libremente por la calle sin preocuparnos de que nos vean.

Frenamos en seco al llegar a la vieja estación.

Todavía se puede leer "Chicago centre" en un viejo cartel roto por encima de las vías.

El tren se acerca, pero el problema es que hay una osada vigilando la parada.

- Es mi hermana - susurra Ceyden con la voz tensa.

- ¿ Y qué hacemos ? - pregunto preocupada.

En ese momento, la chica nos oye y se vuelve hacia nosotros.

No tiene arma, pero parece lista para pelear.

Ceyden aprieta la mandíbula, y se acerca a ella decidido.

Lanza un par de golpes, y uno cruzado hacia su mejilla.

La chica cae inconsciente.

ERUDITEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora