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Lenna miró a Zoe fijamente, entrecerrados sus ojos hasta quedar solo una fina línea, y ella levantó sus manos en pose defensiva.

-Zoee-su tono era muy aterrador-, ¿para qué querías venir si no tienes pensado entrar?-soltó algo molesta.

-Lo hare.-Lenna se calmó al ver la expresión de Zoe- Cuando nos graduados entraré y le pediré que me enseñe y me de trabajo.

Lenna se quedó pensativa, aquello era algo muy importante para ambas: el futuro. Zoe quería ser estilista y no la había tenido fácil. Lenna por su parte ya tenía todo organizado, sólo le faltaba graduarse pata poder irse a estudiar.

-Te apoyaré en lo que necesites.-Lenna sonrió y Zoe la abrazó.

Antes de irse, Lenna pudo notar que el chico de adentro la estaba viendo a Zoe y se rió. Al parecer Zoe tenía oportunidades.

Lenna la acompañó hasta su casa y luego se dirigió a la parada del autobús. De las tres amigas, era la que más lejos vivía. Se sentó a esperar, mientras sentía el viento acariciar su rostro. Cerró sus ojos y empezó a tararear su canción favorita. Estaba tan inmersa en sí misma, que no notó que la estaban observando.

-Es una buena canción-dijo el muchacho.

Lenna se exaltó y abrió los ojos de golpe, sólo para encontrarse con un morocho de ojos marrones. No parecía ser de su edad sino más grande.

-Lo siento, no quise molestarte. Continúa tranquila-dijo y siguió su camino.

Aquello había sido muy extraño y no sólo para ella, podía estar segura. No sabía quién era él, pero pudo ver un brillo intenso en sus ojos, algo atrapante, muy atractivo, que es difícil de encontrar.
Entonces llegó el autobús y Lenna se distrajo, olvidando todo lo ocurrido.

Cuando llegó a su casa, se puso a escuchar música mientras veía revistas de moda. Pensaba en todo lo que había pasado en esos años, en Chris y sus miradas intensas. Se preguntó por qué lo hacía, pero no podría responder a eso.

Cuando el sol se estaba poniendo, Lenna salió a dar un paseo con su perrito Max. Se dirigió al lugar de siempre, un prado con un lago en medio, no muy grande pero precioso para ella.
Ver el atardecer desde allí era algo maravilloso, todo parecía tan sereno... Hasta qué Chris apareció a su lado, con un perro mucho más grande que el de Lenna. Ella se exaltó y sus mejillas comenzaron a sonrojarse.

Chris la miró sorprendido. Ella se veía hermosa, la ropa casual le sentaba de maravilla. Tuvo que hacer uso de toda su voluntad para quitarle los ojos de encima.

-¿Vives cerca de aquí?-preguntó Lenna y Chris asintió sin verla.

-¿Y tu?-dijo Chris viéndola de reojo.

-También...-dijo Lenna mientras observaba a ambos perros jugar-¿Cómo se llama ella?-dijo y Chris la miró sorprendido.

-¿Cómo sabias que...?-dijo y Lenna le sonrió calidamente haciendo que él se quedara sin palabras.

-Los he visto... Hace mucho tiempo, en este lugar...-Lenna parecía lejana, sumida en el recuerdo de aquel día en que vio a Chris por primera vez, tal y como era realmente- la llamaste "tu nena preciosa" y jugaste con ella todo el rato, incluso con los niños que vinieron a jugar... Fue algo muy lindo de tu parte-dijo y sentó en el suelo.

-Elena... Se llama Elena-dijo mientras se sentaba al lado de Lenna, quien se había sorprendido ante la similitud de sus nombres y tuvo que contenerse para no reir-no te rías, no es gracioso.

-No, es un lindo nombre... Al parecer, no eres lo que aparentas Chris Reyers...-dijo y él la miró haciéndose el ofendido, pero luego se rieron juntos.

Esa escena era algo rara para Chris, ya que sentía algo que desconocía cuando estaba cerca de Lenna. Era algo que estaba creciendo y que no le agradaba.

Lenna, por su parte, sentía que no era real. Se preguntaba cuanto duraría esa especie de cercanía que había entre Chris y ella. Sabía que podría ser momentáneo y no quería dejarse llevar.

Tan cerca y a la vez tan lejos.

Luego de un rato, Lenna regresó a su casa. Con muchos sentimientos encontrados, deseando que la felicidad nunca acabe.

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