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Al día siguiente, la noticia se expandió por todo el colegio. Rose, la ex-amiga de Millie había desaparecido.

Lenna observaba a Millie en espera de alguna muestra de preocupación pero no la hubo. Al parecer su amiga había superado su pasado.
Ella quería poseer la misma fortaleza que Millie, quería ser fuerte para poder afrontar sus sentimientos sin miedo a salir herida. Quería tener el coraje para ver a Chris a los ojos y decirle cuanto lo quería.

«Algún día podré...»pensaba.

Ella seguía en su mundo, pensativa, hasta que la voz de Chris la sacó del trance. Lo miró y sonrió. Sus sentimientos estaban a flor de piel y no sabía que hacer con ellos cada vez que lo veía. El recuerdo del beso seguía vivo y eso la avergonzaba.

—Lenna... Sobre ayer...

—No es nada, yo entiendo. No te preocupes...—dijo mientras veía a Millie.

Chris quiso contradecirla, quiso decirle la verdad, pero Zoe se apareció ante ella de nuevo. Otra vez había perdido su oportunidad. Llegó a pensar que Zoe lo hacía a propósito.

—Oye Zoe...—la miró fijo y ella le sacó la lengua—eres una bruja.

Zoe lo miró extrañada mientras él se iba. Comprendió que había interrumpido su charla y sonrió. Él mostraba cada vez más interés en Lenna y eso le agradaba. Al parecer su amiga tendría oportunidades.

Los días transcurrieron rápidamente, mientras Chris intentaba hablar con Lenna, siempre alguien los interrumpía. Al cabo de dos semanas, la escuela se había escandalizado demasiado a causa del regreso de Rose.

Los pasillos estaban llenos de rumores y murmullos. Los prejuicios se asomaban en cada puerta. Era algo que Lenna odiaba. Todos opinaban sin saber, juzgaban y la martirizaban con sus comentarios ofensivos. Por más malas acciones que la chica hubiese cometido, no merecía pasar por aquello. Nadie lo merecía.

La época de exámenes se acercaba y Lenna debía estudiar.
Decidió ocupar todo su tiempo en ello y tratar de olvidar aquel beso que tanto la hacía soñar.
Aunque claro, eso no era algo fácil, no al menos con Chris dando vueltas alrededor de ella. Alabado sean los padres que crearon a tal maravilloso chico.

«No, Lenna no. Debes concentrarte en tus estudios» pensaba ella.

A la salida, optó por separarse de sus amigas e ir a la biblioteca. No era el mejor lugar del mundo, pero no tendría distracciones.

Tardó quince minutos en llegar y adentrarse en el edificio. Un enorme edificio plasmado de silencio. La recepcionista le dio un pase y ella se dirigió a un lugar apartado en busca de los libros que necesitaba.

«Literatura antigua...literatura antigua...» repetía en su mente mientras buscaba el indicado.

Su mano recorrió casi todos los estantes hasta encontrar el libro, pero estaba uno más arriba de lo que su estatura le permitía. Bufó para sus adentros y vio como alguien tomaba el libro por ella y se lo extendía.

—¿Querías este?—dijo el chico.

Lenna lo observó detenidamente hasta acordarse de él. Agarró el libro y sonrió.

—Eres el de la otra vez... Gracias.— dijo ella con una sonrisa— Soy Lenna, Lenna Mason.—le extendió su mano.

—Michael Crown, pero puedes llamarme Mike.—estrechó la mano de Lenna con una sonrisa.

Ella pudo ver un pequeño brillo en sus ojos, lo que los hizo ver más profundos e intrigantes. Su sonrisa hizo que Lenna se tambaleara por dentro. Era algo raro, que ella no entendía, así que lo dejó pasar.

Si de algo se podía estar seguro es de que el futuro es incierto.

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