Capítulo 7

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Estaba por levantarme de mi lugar en el suelo sólo para... bueno... para nada; solo quería alcanzar a aquella chica, pero el asombro me impidió reaccionar rápidamente, así que solo me quedé ahí sentado. Con el principio de una sonrisa en mi rostro; así es, quería sonreír, estaba a nada de hacerlo, o ligeramente lo hacía. Quizás era un reflejo involuntario o yo qué sé, pero así lo sentía.
          Me quedo ahí.
          Me siento bien, no en mi totalidad, pero si en gran parte y por este pequeño instante consecuente a mi encuentro con esa chica. Me acuesto en el suelo y me quedo observando las estrellas, pensando en ella, en lo que me ha dicho, pero también pensando en Mirjam y en lo que puede ocurrir con nosotros. No busco preocuparme un segundo más y tomo mis auriculares y teléfono celular; al prender la pantalla de este, veo el bloc de notas abierto y me encuentro con algo escrito en él.
          “Me llamo Katherine, no enana, okay? Tampoco estás tan alto, tonto :v
          Aquello logra sacarme una sonrisa. Finalmente me pongo los auriculares y escucho música por un rato; comienzan a pesarme los párpados y me quedo dormido.

Un destello de luz me molesta; el sol deslumbra mi mirada. Con los ojos medio cerrados volteo a ambos lados y lo único que veo es un suelo con pasto y tierra, frente a mi algunos árboles y en medio el más alto. Me he quedado a dormir en el patio de una casa abandonada como si fuera un vagabundo, vaya vida que he escogido.
         Me siento, aguardo algunos segundos y finalmente me paro: sacudo mi ropa de la tierra y pasto seco que se me ha pegado, me paso una mano por el cabello para “peinarme” y al fin tomo mis cosas para irme. En el celular veo la hora y resulta que pasa de las 9 de la mañana; es jueves, debería estar en el colegio, pero supongo que entrar tarde resultaría en un regaño más aparatoso que el del simple hecho de no asistir a la escuela un día completo, además necesitaría ir a casa para alistarme, lo que me llevaría una hora y quizás hasta dos o tres por el sencillo acto de regresar y encontrarme o no con Mirjam.
          Camino por la acera aún sin saber a donde dirigirme. Aún no sé qué va a pasar con Mirjam; en realidad ya temo a las repercusiones de mis palabras, y es que no ha salido a buscarme. Tal vez ya se hartó de tener que hacerlo cada vez que huyo, quizá ya comprendió que quiero que me deje en paz, aunque no sea así totalmente; qué tal si por eso último que he hecho de verdad ha dejado de interesarse, ha dejado de preocuparse por mí; no entiendo por qué es que me duele tanto pensar que la he perdido, aún cuando le he herido sin temor alguno y con la osadía de querer hacerlo.
          Un sentir extraño me invade de pronto; un peculiar miedo recorre todo mi ser y me provoca un gran escalofrío que hace que me quede congelado. Pensar en que ahora ella me ha abandonado me ensombrece, me remonta a una sombría sensación pasada, al pesado recuerdo de la apatía, negligencia y desánimo de mi infancia: es como si de nuevo tuviera 7 años. Me siento pequeño, diminuto entre las calles, árboles, casas y edificios: me siento perdido entre avenidas conocidas. Temo a los desconocidos a pesar de mi edad. Necesito de alguien; siento que necesito. Una especie de agorafobia, o quizás topofobia(? me carcome. Mi ritmo cardíaco aumenta, se precipita tras cada paso que doy, me duele la cabeza como si los punzantes recuerdos el pasado me golpearan como realidades de la actualidad, me siento mareado; sé que es lo que está por venir. Trato de sacar mi móvil del pantalón rápidamente e intento marcarle a alguien, pero no lo logro, las manos me tiemblan: dejó caer mi teléfono al suelo accidentalmente y quiero juntarlo pero no lo logro, ni siquiera puedo controlar mi cuerpo para agacharme, me siento incapaz; estoy al borde del colapso emocional y sin darme cuenta he comenzado a llorar, sólo siento las lágrimas escurriendo por mis mejillas. Una sensación de impotencia, irónica desesperación, e irracional coraje combinados, me llenan de presión y un estrés absoluto e inoportuno; ya no hay forma de evitarlo. Me recargo de espaldas en una pared cercana a la banqueta por la que hace poco aun caminaba y termino por hincarme ahí. Un dolor de cabeza, una especie de jaqueca intolerable hace que me lleve las manos a la cabeza y me sujeté el cabello fuertemente; cierro los ojos con fuerza y mantengo el rostro casi escondido entre mis piernas: no tolero tan insoportable dolor: respiro con fuerza y trató de recuperarme pero no puedo hacerlo solo. Alguien se acerca a mí y me pregunta “¿Hey chico, te encuentras bien?”, pero no le respondo, no logró que una sola palabra salga de mí, ni siquiera elevó la mirada, no puedo. Más gente se acerca a mí, noto sus sombras en el suelo. Sólo escucho murmullos y algunas palabras de los más próximos. “Cálmate chico; hey, ¿quieres que te llamemos a una ambulancia?; ¿qué te sucede?; respira profunda y lentamente...; ¿qué le ocurre?, ¿se encuentra bien?; deberíamos llamar a alguien”.
          De entre todas esas extrañas voces logró distinguir una que escuchó cada vez más y más cerca;
—¡¿Julian?! ¡Dios santo! — de pronto siento que unos brazos me rodean en un abrazo; mi respiración inevitablemente se altera aún más, pero una sensación de calma poco a poco me va llenando en cada caricia y arrumaco.
Es sólo una crisis, tranquilo, todo estará bien; respira lento... inhala, exhala, inhala, exhala... Ya estoy aquí. Perdóname por abandonarte cariño... — en cuanto escucho aquello último elevo la mirada esperanzado; “¡¿madre?!: el destello de la luz del sol en mis vidriosos ojos no me permite ver con claridad de quién se trata, sólo veo una blanca sombra: su mano limpia con delicadeza mis lágrimas y me acaricia la mejilla compasivamente. Mi mirada se va aclarando poco a poco al igual que mis emociones y sentimientos van regresando a su “normalidad”; cuando finalmente noto quien es la persona que me ha ayudado a superar la crisis casi por completo, desbordo en una enorme felicidad que involuntariamente me lleva a abrazar a la persona y terminar llorando en su hombro. Mirjam está aquí.
Lo siento lo siento lo siento lo siento; perdóname, no quise herirte así, no deberías de ayudarme, soy un chico horrible; de verdad lo siento Mirjam. Soy un tonto, en realidad no quiero que te alejes, te necesito. — suplico entre lágrimas abrazándola fuertemente; ella acaricia mi cabello con consuelo y me da suaves palmadas en la espalda. No es mi madre, no es a quién yo esperaba que estuviera aquí, pero es Mirjam y eso es suficiente para mí.
Estaba muy preocupada por ti, no podía evitar estarlo... Me duele que te vayas así, me angustia.
Lo sé, lo lamento tanto, no sé por qué es que lo hago; no me dejes por favor...
No te dejaré Julian, ¿por qué dices eso?
Sentí que también te había perdido y es que creí que me buscarías en la noche, pero como no supe nada de ti — digo triste, entre sollozos... —Pensé que te había pasado algo o que de verdad había hecho que te dejaras de interesar en mí...
Julian, yo voy a estar cuando me necesites; es solo que Jobke me llamó y dijo que te habían encontrado, pero que les habías pedido que te dejarán solo y entonces me dijo que no fuera a la casa, que estarías bien y que sería mejor así... por lo menos hasta la mañana; pero créeme que en toda la noche pasada no he dormido por pensar en cómo estarías y desde temprano he salido a buscarte; por mucho que me lo pidas, grites o exijas, yo nunca voy a dejar de tratarte como si fueras de verdad mi hijo. Nunca. — escuchar aquello me hace un enorme nudo en la garganta, la frustración y la culpa crecen aún más haciendo salir de mis ojos más y más lágrimas. Sólo me dedico a abrazarla, abrazarla y no soltarla, pues no tengo la capacidad para responder aquello que me ha dicho con tanta sinceridad y amor en su voz.
          La gente a nuestro alrededor casi se ha dispersado por completo, sólo quedan algunos sujetos que insistentemente buscan ayudar; preguntan si estaré bien, si necesito atención médica: uno de los sujetos le da algo Mirjam.
Tome, parece que es el teléfono del joven; se le cayó.
Gracias.
¿Y él va a estar bien?
Si, se recuperará en algunos minutos... gracias por preguntar. — responde ella sin soltarme.
No me quiero entrometer, pero conozco a alguien muy bueno que le puede ayudar con esas crisis, principalmente si son algo común o frecuentes en él... Me ayudó a mí, pienso que podría también ayudarles en algo ustedes.
Muchísimas gracias, de verdad vamos a considerarlo.
          Minutos más tarde, cuando pienso que ya no hay nadie más que nosotros, pregunto a Mirjam si podemos irnos de una vez: asiente.
¿Quieres que te suelte? — me pregunta al oído, susurrando.
Está bien... — respondo un poco más calmado. Deja de abrazarme y se levanta del suelo. Me quedo ahí sentado un par de minutos más, obserbando el piso.
Cuando estés listo... — interrumpe. Baja su mano para tocar mi hombro y me sonríe cuando volteo a verla. Doy un gran suspiro y finalmente dejo el suelo, me sacudo un poco y ambos subimos al auto para encaminarnos de regreso a casa.
¿Cómo te sientes? — cuestiona sin apartar la vista del camino.
No lo sé, supongo que... bien... — suspire la última palabra.
Es la sexta vez que te ocurre este mes Julian, no puedes seguir así, te hace daño y sabes que hay ocasiones en que no estoy para ayudarte justo en ese instante... necesitas ayuda profesional, algo que te ayude a que deje de ocurrir. — no respondo, sólo me limito a escucharla. —podríamos probar con el terapeuta, o quizá tomar el consejo de aquel buen sujeto, si quieres...
No lo sé... Lo pensaré... — replico finalmente, mirando hacia la ventana.
Entonces... ¿vamos a casa y después al colegio?
Si, supongo que estaría bien...
          Las 11:18 am; llegamos a casa y enseguida subo a mi habitación: coloco algunas cosas en la cama, lo que llevaré conmigo al colegio, y después voy a ducharme; cuando bajo ya listo, Mirjam me indica que tome asiento en el comedor: en la mesa hay un plato con pasta, un trozo de bistec y algunas verduras y junto al plato un vaso con agua y un papel con algo escrito encima. Tengo algo de hambre, así que no puedo negar la comida: está realmente deliciosa.
—¿Y ese papel? — pregunto luego de tomar un poco de agua.
Es el número que me dio el joven cuando te vio tan mal...
—¿De quién es?
Se supone que de una especie de psiquiatra o algo así, él te puede ayudar.
No lo sé... — digo algo inseguro; no me agrada mucho la idea de contarle a alguien así mis problemas.
Por favor Julian, te ayudaría bastante.... — ruega con la mirada.
Lo voy a pensar.
—Pero de verdad considéralo.
—Okay, está bien. — sonrío para darle confianza. Termino de comer, lavo mis trastes y agradezco por los alimentos.
          Las 12pm en punto: tomo mis cosas, abrazo a Mirjam y me despido de ella para finalmente partir el colegio; aún puedo alcanzar la mitad de las clases. Espero a que pase el autobús de ida y lo abordo: llego al colegio a la 1:03. Para mi suerte no hay nadie cuidando la puerta, así que sólo entro y cuidando que nadie me vea me dirijo a mi clase respectiva a la hora; la 1:16, ciertamente es un poco tonto ir a clase de dibujo técnico pues sólo quedan 4 minutos, pero aun así decido ir para allá. Cuando entro al salón parece que no están llevando a cabo ninguna actividad; me dirijo directamente al escritorio con el profesor para cuestionarle acerca de las actividades del día. Sólo me dice que espere hasta la noche, después de las 8pm, para realizar las actividades atrasadas; camino un poco para ir a tomar asiento pero justo han timbrado. Entre los alumnos que se encuentran en el salón, logro divisar a alguien nuevo y diferente: Katherine está en mi clase. Cuando la veo la saludo e intento sonreír un poco para ella; se acerca a mí para también saludarme.
¿Dónde has estado, chico? pregunta curiosa y con una linda sonrisa, haciendo a la vez un gesto de intriga. Apenas me dispongo a contestarle cuando alguien coloca su mano en mi hombro y me interrumpe.
Si, de seguro era un lugar muy importante, pero ahora tenemos que irnos a clase de diseño y no hay que llegar tarde. — dice serio, con total apatía y cierto gesto de odio en su voz.
Okay... Supongo que sí; entonces, ¡luego hablamos! — él la toma del hombro y la guía a la puerta de salida; antes de irse, él espera junto a mí y me susurra a tono amenazante:
—Yo decidiré esé luego, ¿te quedó claro? Idiota. — estúpido Tobías. Después de él, Oliver también pasa junto a mí y me empuja “accidentalmente”; ¡¿qué diablos está ocurriendo?!

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