Capítulo 18

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El timbre que anuncia la salida se deja escuchar. Gloriosa libertad.

          Es definitivo que esta noche no permaneceré un segundo más en el colegio después de las 8 pm, por lo que llevaré a cabo una estrategia que haga infalible el hecho. Tras recoger mis cosas y colocar mi mochila sobre mi espalda, me mezclo entre la multitud, y pronto me detengo en los baños para disimular un poco. Cuando el pasillo se libera de los profesores y vigilantes por un segundo, corro rápidamente en dirección contraria al flujo constante de alumnos. Consigo llegar a la puerta que da hacia los estacionamientos. Miro hacia todas partes, buscando cualquier amenaza; pronto me veo obligado a esconderme tras los arbustos más cercanos: me percato de la presencia de alguien, quién justo se encamina al aparcamiento. El pasto hace un pequeño ruido, mientras avanzo hacia el pavimento sobre el que yacen en los autos. Logro llegar al primer vehículo y lo utilizo, al igual que los siguientes en la fila, para ocultarme y abrirme paso entre las sombras hasta la salida posterior del colegio. Avanzó agachado, con cautela, y una voz detiene mi marcha. No me habla a mi: distingo a un par charlando a tan solo tres automóviles lejos de mi, y a unos cuantos metros del enrejado posterior. Me asomo cuidando no ser visto: "¿Tobías?" pregunto para mis adentros y en medio de la noche consigo distinguir su silueta, apenas su rostro y a detalle su molesta voz. "¿Qué haces aquí?" me invaden la intriga y la curiosidad: entre grises y apagadas tonalidades de la oscuridad y las sombras, creo distinguir que quien antes he visto venir hacia acá, ha tendido un fajo de billetes algo grande. "No sé qué negocios turbios tengas, pero no me interesa ser parte de ellos. Gracias" me repito en voz baja y vuelvo a agacharme para no ser visto. Espero algunos minutos y una vez que me aseguro de que ambos sujetos se han ido, me pongo en marcha hacia la salida. Creo que debería pasar por alto lo que he visto, no creo que deba hablar sobre ello, o siquiera pensar en ello.

          Camino hasta el centro de la cuidad, donde se haya todo el atractivo turístico y la vida nocturna. Mientras me encuentro andando por una de las avenida principales, un delicioso olor a café llega a mis fosas nasales y provoca que enseguida desvíe mi camino para entrar a la cafetería que me ha atrapado rápidamente. Una decoración sencilla, podría decirse que nada vistosa; tomo asiento en una mesa de dos sillas cercana a la pared del fondo y espero a que la chica del mostrador salga, saco algunos cuadernos para aprovechar el tiempo: "algún día deberé terminar con mis actividades rezagadas... No creo que hoy, pero espero lograrlo antes de que termine mayo." hablo en voz baja y pronto me veo interrumpido.

— ¿Julian?

— ¿Sarah de Kruif? — pregunto tras mirar hacia la barra y estanterías del local: choco con la mirada de la mencionada chica. — Será mejor que me vaya...

— ¡No, espera! — interrumpe con rapidez y me hace verla con extrañeza. — Me daría lo mismo que te fueras, pero es que yo... — se detiene un segundo y se detiene a pensar lo que dirá, al parecer.

— ¿Qué?

— Necesito tu... — vuelve a detenerse. Perece no querer decirlo por la forma en que cree que reaccionaré a tal petición suya: de igual forma, ya he entendido de que se trata, y aprovecharé para reírme con eso, inevitablemente.

— ¿Mi ayuda? ¿Tú? — comienzo con mi usual tono sarcástico. — ¡Pero si eres mi mejor amiga!

— ¡¿Quieres dejar de mofarte de mí?! — añade con evidente disgusto. Me echo a reír por un momento. Siempre caen, y es tan divertido cuando lo hacen.

— Sí, necesito tu maldita ayuda...

— Bueno, dime de qué se trata, y si es que no te enojas antes de que te des cuenta de que esto es una mala idea, está bien: te ayudo. Pero no prometo comportarme.

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