Capítulo 38

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Desde el primer día que volví nunca más olvidé cómo llegar aquí, y en ese instante se convirtió en una especie de castigo que sin darme cuenta yo mismo me coloqué, un castigo el cual, aunque he dejado de frecuentar, no puedo abandonar hasta la fecha, pues aún le soy fiel y obedezco a ese impulso que me indica que es aquí donde debo estar en ciertos instantes, a pesar de que ya he reconocido que no me hace bien alguno, y, por el contrario, siempre consigue ponerme más dificultades o acercarme más a momentos peores; hoy le visito con otra idea, una que de manera irónica está basada en un sueño desdichado que no merece ser cumplido. Aun así, estoy aquí anhelando su presencia, luego de algunas semanas, imaginando de forma absurda que ella podría quizá venir a buscarme. Realmente este pensamiento no dista de aquel que me traía a esta casucha en el pasado, ya que, de igual manera, esperaba por alguien: existe una diferencia importante, y es que mi estancia es algo más inocente, y aunque me encuentro mal, no soy capaz de cruzar la línea de fuego, solo por pensar que eso no es lo que ella habría querido. ¿Y si hubiese pensado de la misma manera hace algunos años? Si bien las cosas no habrían cambiado demasiado, debido a que aun así sobreviví a una de mis más terribles noches, posiblemente mi cabeza no estaría dándome esta serie de recuerdos para pasar tan amargo rato justo ahora. Nunca olvidaré esa noche; a pesar de que olvidé el motivo de esta, sus consecuencias me marcaron en realidad, pues me di cuenta de que realmente no quería morir, y ese es un pensamiento algo valioso. Recuerdo que bebía como energúmeno, que inhalaba y exhalaba el humo del cigarro sin piedad y que pasaba a fumar el siguiente sin arrepentimiento. Recuerdo la tos que ya antes me acompañaba, pero que en esa ocasión estaba dispuesta a preocuparme al añadirse algo de sangre a la misma. Recuerdo el dolor en el pecho, que me acosté, y que eso empeoró mi respiración, al punto de sentir como si me ahogase. Con claridad, recuerdo que me esforcé por alcanzar mi teléfono, el cual había apagado para que Mirjam no me molestara, solo para encenderlo e intentar contactarle. Recuerdo el miedo que me llenó en ese instante, y también el deseo por aferrarme a vivir, la esperanza de que alguien me encontrara si gritaba. Asimismo, tengo guardado en mi cabeza el recuerdo de un chico que se preocupó por el idiota que estaba muriendo dentro de una casa abandonada en su vecindario: de aproximadamente mi edad o poco más grande, con el cabello claro, casi blanco, llevaba una bolsa con cosas del supermercado, se notaba que iba de pasada, pero se molestó en entrar a la morada y echarme una mano. De no ser por Jobke, quien me encontró en el momento preciso y actuó de la mejor manera, no estaría aquí justo ahora. ''Le debes la vida'', dijo a tono de broma el médico en terapia intensiva, luego de la intervención. Y por si no hubiese hecho suficiente, mi héroe decidió quedarse la primera noche en el hospital, y visitarme los días siguientes de mi recuperación, excusándose con su madre al decir que se trataba de un amigo el que estaba en cama. ¿Así es como se consiguen los amigos? Hoy evoco esa parte de mi pasado para aprender la lección, si es que esta vez guardo lo aprendido para la posteridad. Aquel día en que abandoné la casa de esa chica lloré tanto como el día en que casi muero; probablemente lo que me faltaba para sentir el verdadero peso de mis acciones era hablar con alguien, y en este caso, me temo que lo hice no con la persona más apropiada o la menos apta, sino con la que más temía alejar. Porque si, ahora lo acepto, a pesar de cada intento por ahuyentarla desde el principio, realmente nunca he deseado tenerla lejos de mí: si acaso al primer instante lo pensé, ya que de verdad creía que era molesta y no toleraba su actitud irreverente y osada. Era como enfrentarme a mí mismo. Luego me di cuenta de que era tan diferente a mi ser, y me atreví a mirarla con repudio, para darme cuenta de que eso era lo que me hacía falta. Finalmente, de forma inconsciente seguí pensando en apartarla de mi lado, pero ahora para no lastimarla, aunque nunca llegué a nada ya que la parte de mí que le apreciaba era más fuerte incluso que mi propia voluntad. Ahora, luego de arruinar las cosas tantas veces y de tan diversas maneras, he conseguido que entienda el mensaje que le quería dar desde el principio, o ¿acaso no era ese el mensaje?

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