Capítulo 32

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Narra Katherine.

Se notaba apurado cuando regresamos a casa; comenzó as hacer sus tareas como loco, aunque en realidad creo que no terminó todos sus deberes, y, aun así, se retiró con un simple ''ahora vuelvo'', cerrando la puerta detrás de él. Eran alrededor de las once y media, una hora más tarde de lo que acostumbra para ir a quién sabe dónde a hacer quién sabe qué. De ello, lo único que sé es que nunca le había hecho regresar tan mal, ni tan tarde como esta vez. Me pregunto qué le habrá trastornado tanto. Lo único que se me ocurre es dejarle solo, pues su comportamiento errático, como otras veces, podría darme una agresión por respuesta si me ''entrometo'', además, no es como si en realidad pudiese hacer algo por él. Con evidente intranquilidad, vuelvo a mi habitación para ''seguir durmiendo''. Al cerrar la puerta y meterme en la cama permanezco con los ojos abiertos, la mente saturada y ocupada pensando en e por qué de lo que está pasando con Julian. Las cuatro horas con veintiocho minutos marca el reloj sobre la mesita de noche; falta una hora para alistarnos para el colegio y aproximadamente cuarenta minutos para partir: Julian sabe que por muy tarde que regrese a casa y sin importar cuan poco duerma, no le permitiré faltar al colegio.

Dobbenberg no se había comportado tan extraño sino hasta hace un par de semanas. Él ya iba y venía a variadas horas, distintos días de la semana salía para tratar, al parecer, con su empleo, pero últimamente se ha convertido en algo de diario salir tarde por la noche y volver aun más tarde. Su forma de ser ahora parece depender de lo que le sucede cuando sale por la noche. No ha sido más abierto conmigo, se ha comportado más amable y ahora hablamos más, pero hay cosas que no puedo mencionar, pues se mira molesto o irritado al instante: su trabajo es uno de esos temas intocables, no da detalles y no dice mínima cosa sobre ello. Antes de que pueda intuir sobre lo que ha acontecido en su noche, un ruido entorpece mis pensamientos, y dicho ruido justo proviene del cuarto de invitados. No me demoro mucho en levantarme y salir de mi dormitorio para ver qué ocurre: con sigilo avanzo por el pasillo y llego hasta la puerta que delimita la alcoba, lenta y cuidadosamente, tratando de no hacer ningún sonido, giro el picaporte y al abrir me asomo en la oscuridad. Ahí está él, aparentemente dormido. Me aproximo un poco más al colchón en que descansa, por curiosidad, y cuando le veo me hace sentir lástima, pues sé que prácticamente no dormirá nada. Al poner atención percibo que su cuerpo tiembla, posiblemente no solo por el frío, pues algunas sacudidas me toman por sorpresa y le miro moverse de manera brusca, como si sus músculos se contrajeran de manera involuntaria. Me aterra verle de tal forma y ahora me alarma un poco al hacerme pensar que quizás ha enfermado. Lágrimas escurren por sus mejillas mientras retiembla, con temor al parecer, y aprieta los puños con fuerza. Le escucho murmurar el mismo monosílabo una y otra vez: ''no''. Se manifiesta dormido, aunque sin descanso ni sosiego. Cuando trato de tocarlo, apenas mis dedos rozan su hombro, se retrae más y niega nuevamente esta vez con un tono más parecido al de una súplica. ''No estará bien para mañana'', expreso para conmigo y la pena que siento se acrecienta. Realmente está asustado, ¿será que tiene una pesadilla?, pero ¿qué clase de pesadilla podría ponerle así?

Tratando de no mover tan bruscamente el colchón para evitar despertarlo, me siento a lado suyo e intento una vez más tener contacto con él. Con delicadeza paso mi mano por su cabello revuelto y él se reacomoda en su lugar, negando una vez más, con los ojos cerrados. Continúo acariciando su cabeza, pues creo que eso podría tranquilizarlo, y bien, parece que no me he equivocado, pues, de a poco, sus temblores van disminuyendo, su respiración agitada se desvanece y los murmullos se detienen, le noto más relajado, haciéndome pensar que ahora está descansando.

Pasa un rato hasta que observo la hora en mi teléfono y decido salir de la habitación de Julian. Las cinco y veinte; faltan diez minutos para que la alarma suene. No soy capaz de quedarme más tiempo ya que desconozco la reacción que podría tener si me ve en su dormitorio, y dadas las circunstancias y pasadas experiencias, estoy segura de que dicha reacción no sería buena. Prefiero volver a mi propia pieza para acomodar mi cama y recoger un poco. Aguardo sentada en la orilla del colchón y espero a que los minutos se aproximen al punto exacto en el que hacen sonar la alarma, entonces la apago al primer instante y me pongo en marcha, de retorno al cuarto de Julian; abro la puerta y enciendo la luz para toparme con mi inquilino ya despierto: él está sentado en la esquina de su cama, mira al suelo y sus antebrazos están apoyados en sus piernas. Tiene una marca grande cerca del hombro, pero no la he visto a detalle, ya que me he apresurado a indicar que es hora de levantarse y que lo esperaré en la planta baja, esto para no incomodarlo.

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