Capítulo 25

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El dolor corporal me obliga a despertar; mi campo de visión, borroso al principio, se limitada a una habitación de paredes blancas y muebles ocre dispersos, una aguja en mi brazo izquierdo me proporciona suero mientras que un montón de cables y tubos monitorean y controlan algunas de mis funciones corporales. Ya he estado aquí. Al tratar de acomodarme en mi lugar, el dolor en el abdomen se agudiza y me obliga a recordar por qué estoy en este lugar. Levanto la sábana para observar y solo consigo ver la bata azul que llevo por vestimenta. Era lógico que solo vería eso, pero igualmente sentía curiosidad. Me percato de que también me han tratado las heridas por la pelea que he tenido hace un par de días. Algunos minutos más tarde entra el doctor a la habitación.

—Julian, bienvenido a Zeikenhuis Amstelland. Me alegra que hayas despertado, demoraste un poco más de lo que esperaba —sonríe un poco sin dejar de mirar aquello que sostiene en sus manos. Creo que es un cuadernillo de notas—. Voy a tomarte algunos signos vitales, ¿está bien? Mas tarde caminaremos un poco para evitar la formación de coágulos y revisaremos los puntos. Ya llamé a Mirjam: viene de visita a las once.

Un par de segundos después de que el médico sale, entra una enfermera con ''comida''. Sólo líquidos, y no soy capaz de quejarme, porque igual es lo único que puedo consumir, además de que tengo bastante hambre como para rechazarlos.

Paso un rato mirando el techo, y me pregunto, ''¿qué hora será?''. No encuentro un reloj en ninguna pared y no me queda más que adivinar cuanto tiempo falta para que llegue Mirjam. Mientras tanto, producto del aburrimiento, me doy paso a la imaginación, pensando en la que podría ser la mentira perfecta para este caso; de ninguna manera delataré a Tobías. Suena obvio que incluso el doctor lo haya pensado así: las heridas recientes provocadas por el conflicto del jueves pasado pueden asemejar signos de forcejeo en cierta medida, por lo que todo esto podría verse como producto de un asalto fallido. Lo único que no tiene mucho sentido es, ¿por qué si estaba siendo víctima de un asalto, al final conservé mis pertenencias? Supongo que no todo se puede explicar, y he de aprovechar la ''pérdida de memoria'' debida al desmayo provocado por el derroche de sangre en grandes cantidades. ''Me estaban asaltando, forcejee un poco con el sujeto, pero no recuerdo mucho más'', ya está.

Mirjam entra a la habitación y, como es acostumbrado, hace una escena que me sonroja un poco frente a la enfermera que monitorea la visita. Pregunta una y otra vez sobre mi estado tanto físico como mental, quiere detalles sobre lo ocurrido y al final se lamenta o culpa de manera irónica por lo ocurrido. Se queda un rato conmigo, charlando sobre distintas cosas y de alguna forma me hace tomar conciencia sobre mi situación, sin tener quizá, la intención de hacerlo. Provocaré un gasto, una deuda mayor para Mirjam, puesto que debo mencionar que una laparotomía es algo costoso: parece que, después de todo, Curwen ha logrado herirme más allá de lo físico, ahora juega con algunos de mis sentires, y, extrañamente, el más importante de ellos es la culpa. ¿No debería ser mi agresor quién la sienta?

Paso la noche en el hospital; mientras parece que el insomnio susurra mi oído, un escalofrío acaricia mi cuello por un lamento que espero sea imaginario: descubro el silencio en mi cabeza, y pronto me vuelvo consciente sobre el sufrimiento de otros. La habitación contigua aparece con un llanto débil, y por demostrar que mi mente no juega conmigo, pregunto dudoso, y sin afán de admitirlo, temeroso, ''¿quién es?''. El lloriqueo se detiene un segundo, y al otro, una pregunta me da cierto alivio, pues detecto una voz joven, de una chica. ''¿Me escuchaste?, lo siento, no quise molestarte''.

—No te disculpes, sólo me asustaste un poco, no me molestas respondo al instante—. Nunca son fáciles las noches aquí, ¿cierto?

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