Capítulo 36

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Pasan días, incluso semanas en las que Katherine no me dirige la palabra en lo absoluto, y tal cosa la mitad de las veces me hace sentir mal, y la otra mitad me hace sentir indiferente: finalmente, creo que nunca la voy a entender. Una de esas noches en las que no me interesa nada más que terminar mi cigarrillo de camino a casa, con Kat caminando a un par de metros lejos de mí (debo mencionar que casi desde que me ha comenzado a aplicar la ley del hielo no he dejado de acompañarla por la noche, no sé por qué, pero ha sido mi voluntad), ha ocurrido el milagro de que me ha relevado de mi castigo, y se ha dignado a hablarme.

—Estoy algo preocupada.ahora que lo menciona, es un poco notorio que hay algo que no la deja descansar...

—¿Por?

—Mi tío Darren, el dueño de la morada donde vivimos, debería haber ido de visita hace unas semanas: nunca se retrasa tanto. —¿Darren? Ese nombre es peculiarMe temo que algo le haya ocurrido, frecuenta los problemas.hay algo en esta conversación que no me gusta, me siento incómodo.

—Bueno, quizá deberías llamarlo a él o a alguien que esté más cercano, no sé, a su pareja, por ejemplo.

—Ya he intentado comunicarme con él, pero no he tenido respuesta alguna, y sobre lo otro que dices, él es un poco solitario, no tiene a nadie aquí más que a mí.

—Ya veo... —respondo distraído, aun pensando en por qué esta charla me hace sentir raro.

Por la noche mis ideas no me dejan dormir, pues no dejo de analizar lo que Kat me ha dicho antes; ''¿dónde he escuchado ese nombre? ¡Qué va!, debería de descansar ya'', digo para mis adentros y apenas cierro los ojos unos cuantos segundos y me transporto a un lugar en el pasado. ''¿Ves a éste imbécil?, él es Darren. ¡¿No tienes modales, estúpido?!'', las palabras resuenan tan fuerte en mi mente, como si de la realidad se tratase, que hacen que me levante de forma abrupta con una enorme necesidad de respirar, pues he perdido el aliento. No lo creo, no puedo aceptarlo. Aunque mis ojos no estén cerrados, se introducen en mi mente las imágenes de un hombre siendo brutalmente asesinado, rogando por su vida antes de morir, los puños del verdugo ensangrentados y más tarde la expresión indiferente de Tobías Curwen-Bingley diciendo que él no era alguien importante, ya que no tenía familia. Yo sé que ha sido del tío de Katherine, y me aterra aceptar que yo le he hecho tal cosa; apenas me habían abandonado las pesadillas, mi consciencia había descansado un segundo de la culpa, pero finalmente, el crimen nunca va a dejar de estar ahí, y ha regresado esta noche para atormentarme de manera desmesurada con un conflicto ahora más que nunca moral sobre cómo debería decirle a esa pobre niña que tanto he martirizado que yo he sido el responsable de la muerte de su tío; seré dueño una vez más de sus lágrimas y razón de su dolor. Me siento asqueado, con un nudo en la garganta y la cabeza punzante de dolor, mi corazón se ha manifestado con una molesta arritmia y para completar me siento como si me ahogase, las paredes de la habitación se vienen encima de mí y sostengo mi cabello con tanta fuerza, deseando poder sacar toda la porquería dentro de mi ser, quiero gritar, pero todo me lo impide. Hacía tiempo que no tenía un ataque de ansiedad. Mi respiración se vuelve ruidosa, impotente, y es esto lo que llama a Katherine a mi pieza: escucho la puerta abrirse pero no noto que la luz se encienda; me gustaría haber puesto el seguro para que no entrara, pero en esta condición soy incapaz de hacer algo por más que lo desee; siento su peso en el colchón y en seguida sus brazos me rodean, es como si respirara de nuevo y me pudiese librar de esto con sólo llorar. Pasa un poco hasta que automáticamente respondo a su abrazo y la pego con fuerza a mí, escondo mi rostro entre su cuello y su cabello castaño, sollozo como un chiquillo sin remedio y me dejo inundar por la crisis nerviosa que sufro. Una frase recurrente viene a mí. ''Espero que me puedas perdonar'' imploro a su oído y ella pregunta qué me ha ocurrido, a lo que me limito a decir, sin pensar, ''quédate conmigo''.

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