Capítulo 40

20 5 0
                                    

Narración externa.

Las clases habían sido suspendidas y el aviso llegó a todos los estudiantes, ya fuera directamente por los avisos hechos por directivos o por rumores y cuchicheos entre amigos, quienes no dudaron en aprovechar la nevada para salir a divertirse, por encima de descansar. Todos parecían tener planes, incluso Julian parecía tenerlos después de llenarse de valor y enviar aquel mensaje por la noche que desencadenó en una breve pero concisa charla, la cual había quedado pendiente para el día siguiente.

—Julian, te llaman a la puerta; alguien quiere verte.

—¡Voy en un segundo! —gritó desde su habitación— Deben ser los chicos, o quizá sea Katherine, ojalá sea ella. —pensó para sí. Luego de un par de minutos, el chico bajó las escaleras y se detuvo frente a Mirjam, quien lo esperaba en el último escalón.

—¿Quién es? —preguntó con entusiasmo luciendo una sonrisa en su rostro como no había hecho en un tiempo.

—Es... Bueno, mejor ve a ver. Te espera en la sala. —contestó con notable inseguridad. Él, dudoso, caminó hacia el lugar indicado y miró en uno de los sillones a una mujer adulta, quien enseguida dejó su asiento y mostró una expresión atónita. El creía reconocer su rostro, pero no estaba seguro.

—Julian. —nombró absorta, con un suspiro que por poco le dejaba sin aliento.

—¿Quién es usted?

—¿De verdad eres tú, Julian?

—¿Quién diablos es usted? —cuestionó por segunda vez, claramente cabreado, pero inconscientemente asustado— Mirjam, ¿quién es ella?

—Cómo has crecido, de verdad no lo puedo creer, ¡mírate! —la mujer buscaba acercarse para acariciar la mejilla del joven confundido, pero él había dado un paso atrás para evitarlo.

—¡Quién eres? —soltó en un grito desesperado; la incertidumbre le consumía de a poco.

—Soy yo, tu madre. —sonrió forzada— ¿No me recuerdas, pequeño?

—¿Qué?

—Tu mamá, Julian.

—No, eso no es cierto. Ella está muerta. —incrédulo, contenía sus sentires e intentaba permanecer cuerdo ante el hecho— ¡Para mí lo está! —rugió sin reflexión alguna y subió las escaleras a prisa. Julian podía sentir como el abatimiento se apoderaba de sí y como la perplejidad le llenaba la cabeza.

Pasaron varios minutos en los que él permaneció sentado en el suelo detrás de la puerta de su habitación, analizando como paranoico los hechos y las verdades. Mirjam le interrumpió sin afán de hacerle sentir peor, simplemente anhelando que arreglase las cosas con esa persona que le había roto por completo con unas pocas palabras. Indicó que les dejaría a solas en el jardín trasero, y una vez dada la sugerencia, sólo quedó en Julian decidir.

Una vez reunidos en el patio, Julian se vio obligado a admitir la realidad; aquella mujer era su sangre, su madre para ser explícitos, la misma que le había llevado en su vientre durante nueve meses, la misma que había cuidado de él durante su infancia y aquella que le había abandonado y dejado por su cuenta cuando Julian era solo un niño.

—Julian, yo... quiero que me perdones —decía ella con tristeza mientras el mencionado solo miraba el suelo en silencio, decepcionado y agobiado al parecer— No debí hacerte aquello; yo soy una mala persona, pero quiero que me perdones, de verdad estoy arrepentida. Lo siento, yo... —el silencio se hace por algunos minutos hasta que Julian eleva la mirada y con decisión interrumpe;

Watch Me GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora