Capítulo 30

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Katherine me ha hecho comenzar el día desde muy temprano, a puntapiés básicamente, durante toda una semana supuestamente para adaptarme a los días que vienen, cuando retornemos al colegio. También la he escuchado hacer rabietas cuando habla por teléfono con Jobke, quejándose de que estoy fuera de casa hasta altas horas de la noche, y bien, creo que pretende que con la idea de tener que madrugar no me queden ganas de salir muy tarde, aunque, si ella lo supiera, realmente se daría cuenta de que su estrategia es inútil: aunque a mí me apetezca o no, de forma obligada tengo que salir casi todos los días de la semana entre las nueve de la noche y las tres de la madrugada, para atender las labores que Tobías Curwen-Bingley me indique. Lo que más me tienta a desistir es la flojera, pues al dormir tan pocas horas y despertarme tan temprano, creo que he comenzado a desarrollar una especie de cansancio crónico. Sobre otras situaciones, creo que debo mencionar que Tobías a veces puede llegar a hartarme por ser tan mandón, y en algunas ocasiones siento que no soy capaz de tolerar a mis compañeros en el clan, en especial a Arthur, quien, tras un largo periodo de adaptación, parece que se ha dado cuenta de que, después de todo, en realidad si me aborrece. Podría pensar que trabajar más de cerca con Curwen ha hecho que Arthur se sienta receloso, como cuando un niño que tiene toda la atención de pronto es dejado de lado, aunque sea un par de segundos, y entonces el mimado se pone a lloriquear y patalear para ser una vez más el dueño de los ojos del adulto. A veces parece que él es el más fastidioso de los hermanos Leicher, hace lo posible por molestarme o por empujarme a cometer un error, para luego acusarme con el jefe. Solo intenta exponerme, aunque parece que nadie más lo nota o a nadie le interesa.

Me sienta raro no tener a nadie a quien contarle sobre esto: dado que me he quedado sin recursos, mis pocas horas de sueño las gasto en razonamiento, pues creo que he perdido la confianza de mis antiguos amigos (así lo siento ya que se cómo sería juzgado) y aun no he desarrollado la suficiente con mis nuevos socios. En ocasiones pienso en contarle a Katherine, quien parece hasta cierto punto imparcial, pero me sofocan aquellas ideas que dicen que solo la envolvería en mis problemas, y no quiero eso para ella.

Me he acostumbrado a charlar con la chica que me renta; por las mañanas, cuando sin rumbo certero para mí comenzamos a caminar hacia el centro de la ciudad (en ocasiones a las afueras), me pregunta cosas personales, que por lo general no contesto o contesto de manera parcial, terminando con una risa a tono de burla. Esta mañana me acompaña e un lugar donde puedo tomar el autobús que me llevará a Kudelstaart: a pesar del tiempo que llevamos conviviendo, aun no soy quien para entender el interés que demuestra por saber mas de mí, y bien, no es como si se lo hubiera preguntado alguna vez, tampoco lo he intentado, solo permito que siga curiosa, pues debo admitir que me agrada pensar que le intereso, aunque no lo siento así todo el tiempo: no lo miro positivo cuando recuerdo que no he sido alguien bueno y que, por ahora, al trabajar con Tobías, cada vez más pierdo la noción de lo que siquiera es correcto.

Saludo con anormal entusiasmo a Mirjam. Aunque aparentaba no apreciar en absoluto mis días en el orfanato, ahora me doy cuenta de que los he extrañado, quizás no tanto como debería, pero lo he hecho. Este día Peter partirá a otro país para su tratamiento: será algo nostálgico.

Básicamente he dicho a Mirjam que he pedido un préstamo en mi trabajo para tener el dinero para ayudarle con las deudas, no he dado otro detalle. Y, pensándolo de cierta manera, este dinero quizá si me lo haya prestado Tobías, lo que me hace tener una gran deuda con él, la cual espero sea saldada de manera justa y que ello no conlleve trampas y malas jugadas. Mirjam llora, no sé si de alegría o de angustia, por pensar que ahora las cosas irán mejor o que me he metido en un lío seguramente. Me pregunta repetidamente cómo me encuentro y cómo me ha ido. Preocupada, sintiendo una gran culpa y un profundo arrepentimiento, se excusa sobre por qué no ha llamado a mi residencia temporal para saber de mí o hablarme de Peter; tal parece que las deudas estaban llegando a un nivel incontrolable, provocando el corte de distintos servicios como el de la línea telefónica. También me explica que algunos niños del orfanato ya han encontrado un hogar, y que, como un triste contraste, Peter ha estado empeorando en su estado de salud, por lo cual se optó por buscar el apoyo de la asociación lo antes posible para intervenir quirúrgicamente. Yo sé que todo va a salir bien para él, pero también sé que este bien que tanto le hace falta se lo va a llevar consigo lejos de aquí, por lo que debo despedirme de él, con la idea de que seguramente no nos veremos en un largo tiempo, eso teniendo suerte, ya que, de no ser así, es probable que no nos volvamos a ver. Cuando lo miro mi corazón se parte en dos, siento como si hubieran pasado años, creo verlo diferente. Lleva una mascarilla de oxígeno y un tanque que arrastra consigo con ayuda de un par de ruedas. Me recuerda tanto a mí, justo a su edad. Él siempre ha sido un niño bondadoso y listo: ha logrado conservar una sonrisa pura por mucho tiempo, y rara vez le he visto mal. Si hay algo por lo que siento que me he esforzado realmente, y espero haberlo estado haciendo bien, es evitar que ese brillo suyo se extinga. Ha llevado hasta ahora una mala vida como la mía, en cuanto a fortuna se refiere, pero confío francamente que todo depende de la actitud y el apoyo con el que se cuente. Yo quizá tuve el apoyo un tiempo, lo perdí y luego lo recobré de nuevo, pero no lo valoré. Lo que me arruinó fue mi actitud, y aun me sigue estropeando, parece que nada he aprendido, pero Peter, mi pequeño hermano, él lo ha sabido manejar, y aunque preferiría tener otro papel en la construcción de su personalidad, lo mejor es que yo sea un mal ejemplo para que él comprenda cuál es el camino que no lo favorecerá. Para que tenga esa imagen que asusta o desagrada, esa imagen que se opta por ignorar y no imitar.

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