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Capítulo 22

Julian se halla en un conflicto: quiere ayudar, pero no está seguro de cómo debe hacerlo. Se culpa plenamente por una parte importante de la deuda de orfanatorio, y tal sentimiento no lo ayuda en absoluto, pues de forma absurda parece que lo único que sabe hacer el chicho es deprimirse o compadecerse.

La última semana de junio la pasa en busca de un trabajo en Kudelstaart. Aunque ha hallado la forma de enmendar sus errores, parece que el destino no le quiere echar una mano, y tiende solo al desastre; después de todo, las acciones de los individuos forjan el destino de cada uno. Cada lugar que encuentra con vacantes pide un grado importante de especialización en alguna materia, buscan profesionales y, además, por lo general, adultos, lo que deja a Julian como un niño sin remedio. Por otro lado, algunos trabajos de medio tiempo podrían admitirlo, pero solo después de cumplidos los dieciocho años, para lo cual aun faltan unos meses. Cabe destacar que dichos empleos tampoco son muy bien remunerados: claramente, pagas mínimas para quienes son tratados de la forma más deshonesta, siendo tomados por jóvenes ignorantes que pueden trabajar como adultos rendidores, no teniendo ni la mínima necesidad de explicar ''¿por qué tan poco dinero?'', pues ellos aun no saben qué es justo económicamente. Para Julian Dobbenberg parece no haber oportunidad alguna.

Los recursamientos comienzan el cinco de julio, lo que deja a Julian menos tiempo para buscar un oficio e incorporarse al mismo. Piensa en intentar en Amstelveen, pero ocurre exactamente los mismo que en Kudelstaart, con la gran diferencia de que, de hacerse con un empleo ahí, ha de efectuar viajes de cuarenta minutos de ciudad a ciudad con mayor frecuencia. Por otro lado, al fin se ha dado cuenta de que el asunto es más complicado de lo que parece, pues realmente no tiene tiempo suficiente para ejercer debido al colegio, si acaso, algunas horas durante los recursamientos y las dos semanas previas al inicio del nuevo semestre.

A mitad de los cursos de recuperación, piensa en algo que podría funcionarle hasta cierto punto: pronto difunde entre los alumnos rezagados que realiza trabajos, ensayos, tareas y demás a cambio de una cantidad de dinero razonable. Tal anuncio llega a los oídos de Arthur Leicher, quien a pesar de que ya ha egresado, sigue en el colegio por algunas malas notas. No hace mella al chico quién es el autor de los servicios, y, por el contrario, aprovecha el hecho no solo para librarse de sus obligaciones, sino también para obtener algo de información extra que, probablemente, sea de utilidad para Tobías. Contacta a Julian por correo electrónico, cuestionando sobre el costo de la elaboración de un ensayo algo extenso, y luego de conseguir dicha cotización, junto a los datos necesarios para la preparación del escrito, cuestiona ''¿por qué haces esto?'', recibiendo una respuesta común, y al final, la oración ''necesidad''. A partir de esto, Arthur se las arregla para saber más acerca del hecho.

En otro lugar no muy distante, se encuentra Katherine Rooselvet caminando: se dirige a casa de Tobías, puesto que ahí ha quedado la pareja de reunirse para luego ir a otro sitio.

—Si gustas pasar, Katherine. Toby salió, supongo que no debe tardar demasiado. —dice la madre del chico luego de saludar brevemente a Kat en la puerta de la morada.

—Gracias —sonríe.

—Toma asiento. —la joven visita se encamina hacia uno de los sillones de la hermosa sala beige del salón contiguo a la entrada.

—Disculpe, ¿sabe a dónde fue Tobías esta vez? —cuestiona con obviedad. No es algo nuevo lo que está ocurriendo.

—La verdad no. Tiene bastante tiempo que no me entero de lo que hace —responde la madre del aclamado con notable tristeza y algo de decepción—. No le gusta que me entrometa en sus asuntos, o que siquiera me preocupe por él como naturalmente cualquier madre se preocupa por su hijo. No puedo hacerle una mínima pregunta, eso le molesta. Ha cambiado mucho... Él era un buen niño cuando pequeño.