Capítulo 39

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Llegado otro fin de semana, habiendo ya recuperado un poco del ''ánimo'' que me caracteriza y a mis ''contactos'' para ello, decido salir a una fiesta con los chicos, quienes me han invitado a otra de esas reuniones de Jorrit que terminan en desastre. Quizá no debería hacerlo, pero en verdad deseo tanto que todo vuelva a ser como antes, de manera que cualquier cosa que me lleve a escenarios del pasado y me haga sentir como anteriormente, parece aceptable para mí, es entonces como consigo sentirme mejor, aunque no logro evadir la nostalgia. El domingo por la noche, cuando ya he terminado con mis deberes, hablo con Mirjam francamente diciéndole sin rodeos que quiero salir a una fiesta con mis amigos: básicamente le pido permiso para ir, al menos por una vez en mi vida, y ella no puede evitar mirarse asombrada, aunque orgullosa, y no me niega la petición, sin antes hacer los ya clásicos comentarios y recomendaciones sobre que debo cuidarme y es mejor que beba con moderación.

Como en otras ocasiones, Tim pasa por mi en su auto, para después recoger a Jurre y a Jobke, siendo así como llegamos juntos a casa del anfitrión. A la entrada nos ofrecen de todo, como siempre, luego, al interior de la morada tenemos oportunidad de hablar con algunas chicas desconocidas, algo clásico, y bebemos algunas cervezas con ellas, un suceso bastante repetitivo, a decir verdad. Y analizando bien cada parte de este instante, solo puedo decir que ahora me doy cuenta de que la monotonía de estos hechos en realidad no me llena, no me divierte siquiera un poco.

—Julian, hacía mucho que no hablábamos. —Elizabeth se sienta a mi lado, y se dirige a mí con un tono dulce— ¿Cómo estás?

—¿Acaso eso en verdad te importa? Por lo general no te molestas en preguntarlo.

—Tu lo has dicho: por lo general, pero hace un tiempo que quiero mejorar las cosas contigo.

—¿Para qué? —vienen a mí los recuerdos de una serie de personas que en los últimos seis meses me han dicho algo similar a aquello, llegando únicamente a un peor término conmigo— ¿Qué es lo que tú quieres de mí?

—Tranquilo Julian —se ríe como si hubiese contado algún chiste—, solo trato de ser amigable. Además, quería decirte que ese poema que escribiste el otro día me pareció fascinante. No el que leíste, el que leyó Jobke.

—¿Tú cómo...?

—Intuición, cariño. Creo que te conozco un poco.

—¿Cómo supones que estás en lo correcto? ¿Qué te hace estar tan segura de ello? —cuestiono sin dejarme notar sorprendido, mirándole directo a los ojos e intentando recuperar mi postura arrogante y agresiva. No quiero bajar la guardia esta vez.

—Escuché que Katherine y tu terminaron.

—En eso te equivocas. —me levanto de mi asiento abruptamente, pues el comentario me ha hecho molestar— Nosotros nunca estuvimos juntos. No te atrevas a difamarla.

—Tranquilo, no es para tanto...

—Deja en claro tus intenciones de una vez.

—Todo ese misterio que guardas, Julian, tu actitud y los rumores, todo te hace irresistible para las chicas. ¿No crees que podrías tener algo mejor? ¿O por lo menos gozar de tus privilegios? —deja su lugar y se acerca a mí, sin quitarme los ojos de encima— ¿No te acuerdas de que alguna vez nos divertimos? —se muerde el labio y me hace tragar saliva; claramente lo recuerdo y tal cosa me hace sentir avergonzado, además de nervioso. Desvío la mirada.

—Estaba borracho. Déjame en paz, Elizabeth. —me alejo e intento controlar la situación. Ignorando mis palabras, ella toma mi mano; por fortuna, cuento con algo de ayuda, y al instante alguien me libera de ella al tomarla de la cintura y alejarla con sencillez. Me siento afortunado de tener otro par de conocidos en el lugar. Oliver sonríe de lado, y me toma por los hombros.

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