Capítulo 37

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—¿Viniste aquí sólo para contarme un chiste, Julian?se acomoda en su asiento y exhibe una sonrisa burlona, una expresión incrédula que al mismo tiempo parece rogar por una mala broma. Su ''nuevo'' guardia me mira con miedo y niega ligeramente con la cabeza, incluso me hace algunas señas que parecen indicar que debo retractarme si hablo en serio. Me hubiese gustado tener esta reunión a solas con Tobías, pero Oliver nos acompaña y cubre la espalda de Curwen como hacía Adam antes de fallecer.

—Si así fuese, ¿no debería reír yo también?

—En ocasiones puedes ser un pesado... Pero hoy espero pienses más las cosas que dices.responde con seriedad y endurece su gesto. No me gustaría que esta charla subiera de tono.

Por eso estoy aquí, he estado pensando por un largo tiempo, y he tomado una decisión. No estaré más contigo.declaro sin demostrar un ápice de duda.

Bueno, si ya no quieres ser mi mano derecha, supongo que he de acostumbrarme a tratarte de nuevo como un empleado promedio; pero ¡anda!, que no tienes que ponerte tan dramático.

—Lo que he dicho implica dejar el clan.

Tobías se levanta de su asiento y pone ambas manos sobre el escritorio frente a él, mira al suelo un instante y deja ir un ruidoso suspiro de desesperación.

—¿Qué es lo que te pasa?, ¿no te pago suficiente?, ¿no te sientes seguro bajo mi ala?, ¿eres estúpido?le he llamado: el chico inglés vuelve a su esencia luego de un tiempo, con esos ojos que penetran las pupilas ajenas con un claro mensaje de odio, ese tono de voz arrogante y furibundo, su impetuosa postura y sus reacciones violentas y desmesuradas— No hay manera de que te deje ir. Tu vida me pertenece, le pertenece al clan.

—Ya pagué mi deuda.

—¡Tú no eres quién para juzgar eso! —eleva la vozTe instruí, Dobbenberg, confíe en ti para esto.

—No puedo creerte; comenzó como una jugada sucia de tu parte, ¿lo olvidaste? Todo este tiempo he estado atado de manos, esa confianza de la que tanto hablas no existe.

—No me importa como pienses, no vas a librarte de mí con tanta facilidad.

—Habrá algún modo, yo lo sé.no me inmuto— Las cosas están claras, no te debo nada; y si es la confidencialidad lo que te preocupa, no pierdas el tiempo en amenazas, que a mí no me interesa en absoluto delatarte.

—Y a mí no me atrae precisamente la idea de que te vayas.

—Tobías, no lo hagas difícil.

—¿Por qué no mejor tú lo haces fácil?ahora tiene lugar en su rostro una sonrisa maliciosa, cínica, casi puedo adivinar qué es lo que viene gracias a ella. Aún sin temor, me atrevo a preguntar.

—¿Qué propones?

—Tu partida dejará un vacío, uno que puedo llenar con un siervo de carne tierna, manipulable, alguien obediente; sería como un primogénito para mí.ahora lo entiendo, ¡cómo puede este desgraciado ser tan descarado?

—¡No voy a permitir que pienses en los niños del hospicio de esa manera! ¡Retráctate, insolente miserable!

—Y si no lo hago, ¿qué?su replicar me hace sentir la sangre en mis venas arder, mi piel quemarse y mi corazón acelerarse.

—Voy a...un nudo en la garganta me impide hablar; mis sentidos se contradicen, mientras mis manos y la sed de venganza lo desean, mi consciencia y mi boca no me permiten expresarlo, no me permiten pasar ese límite que sé que es fundamental para mantener la situación en ''calma''.

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