Capítulo 29

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El sol lastima mis ojos tan solo iluminar mis párpados de manera parcial. Una jaqueca horrible comienza a punzar mi cabeza, me llevo las manos a la cara para taparme de la luz, poco a poco trato de aclarar mi vista y despejar mi mente. ''¿A qué hora y cómo fue que volví a mi habitación?'', pregunto para mis adentros. Deben ser como las nueve o diez de la mañana, es domingo, y por ello no me sorprende del todo que Katherine no haya venido ya a despertarme, además de que, ahora que lo recuerdo, parecía no estar muy bien anoche, seguro que su resaca es igual o peor que la mía. Me quito el brazo de la cara y cuando volteo a ver hacia la puerta me percato de algo: ''¿desde cuándo tengo un librero en mi pieza?'', analizo, y noto un marco con una foto encima de dicho mueble, ''¿eso es una foto de Katherine de niña?, ¿cuándo he puesto eso ahí?''. Entonces razono el hecho, giro la mirada en la dirección opuesta, y me encuentro con esa piel blanca y tersa, con esa cabellera castaña brillante, un par de curvas que te enloquecen, me encuentro con esa mujer: miro su espalda desnuda, ella está tendida a mi lado, durmiendo plácidamente, apenas percibo su respiración.

—No puede ser en serio, esto debe ser una broma —susurro con preocupación, pues me temo haber hecho lo que creo—. Debo estar soñando.

Incluso parece que se ha desvanecido el dolor de cabeza con tal sorpresa. Con cautela levanto la sábana que me cobija para toparme con aquella idea que aborrezco de cierta manera; no llevo ni una prenda, comparto la cama, desnudo, con Katherine a mi lado. Siento que solo me queda maldecir, pues no recuerdo nada de anoche después de ese beso que nos dimos. Espero que tampoco ella recuerde que ocurrió, y, pensándolo bien, es mejor que salga de su habitación de una vez, pues será algo difícil de explicar si ella despierta y me encuentra así, intuirá en seguida que pasó y eso seguramente la disgustará, podría molestarse tanto que es posible que me eche de la casa.

De manera cuidadosa me quito la sábana de encima, me sonrojo un poco y me siento algo incómodo por la situación. ''A que eres imbécil, Julian'', me digo y niego con la cabeza mientras busco mis prendas en el suelo. ''¿Dónde he dejado la maldita camisa?'', pregunto al dormitorio: noto que Katherine se ha movido un poco, me asusto, tomo solo las cosas que he encontrado y salgo de la habitación para vestirme velozmente frente a la puerta. En lugar de dirigirme a mi propia pieza bajo las escaleras para ver si hay alguien, y bien, los invitados del sillón permanecen como desde anoche, con excepción de Victor que ya no está. Encuentro de paso mi camisa en el barandal de las escaleras, y para mi suerte, Jobke ha despertado; apenas me da tiempo para terminar de vestirme, y deseo que no haya notado nada sospechoso, cualquier cosa, incluso una reacción de anoche (justo algo como el beso) podría meterme en apuros, más que nada me generaría una vacía e innecesaria conversación sobre cómo debo tratar a Katherine según Jobke. Básicamente se daría el tiempo de regañarme como otras tantas veces antes, con la clara diferencia de que esta vez si creo que he metido la pata.

—Buen día. —dice con un bostezo intermedio— ¿Qué hora es?

—Según el reloj en la pared, justo sobre tu cabeza, son doce para las diez, y hora de que me ayudes a recoger este desastre. Sería correcto que todo estuviese en su lugar antes de que Katherine despierte, ¿no crees?

—Supongo que no estaría mal. —se rasca la cabeza.

No nos toma mas de cuarenta minutos colocar la basura en su lugar y limpiar la casa de forma muy general. Al menos conseguimos que se mire presentable. En el proceso las amigas de Katherine despiertan, agradecen la convivencia y se retiran, dejándonos ''solos'' a Jobke y a mí.

—Ahora cuéntame, ¿qué tal estuvo tu noche?, maldito cerdo aprovechado. —suelta de forma instantánea. ¡Carajo!, sabía que esto iba a pasar.

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