Drake entra en la tienda y yo enciendo un pitillo mientras espero. Hace bastante frío y ha oscurecido mucho, es lo que tiene el invierno, así que me muevo un poco para entrar en calor.
- ¿Tienes un cigarro? -pregunta alguien a mi espalda y me doy la vuelta. Es un hombre de mediana edad al que no conozco.
- Sí, claro -le doy uno y espero que se vaya.
- ¿Mechero? -pregunta seriamente y a mí me recorre un escalofrío por todo el cuerpo. Esto no me da buena espina.
- S-si toma -se lo doy pero no se va – Puedes quedártelo…
- Dame el bolso -espeta con furia.
- ¿Eh? -estoy muerta de miedo.
- ¡Dame el puto bolso! -grita y saca una navaja con la que me apunta y me arrastra a un callejón.
No por favor…Cuando salgo no veo a Riley por ningún lado y no se por qué pero me entra el pánico.
- ¿Riley? -pregunto mirando hacia todas partes. Entonces escucho un pequeño gemido y corro por la calle.No avanzo mucho hasta que encuentro a Riley contra la pared con un tipo delante que la amenaza y le chilla en la cara.
- ¡¿Qué coño haces?! -empujo al hijo de puta y cae al suelo, él me amenaza con la navaja pero le pateo la mano.
- Drake… -oigo llorar a Riley a lo lejos.
- ¡¡Hijo de puta!! -le aplasto el estómago con el pie y se retuerce.
- ¡Drake! -Riley solloza y mi mente se debate entre seguir su voz o matar al desgraciado – Vámonos…Dudo un segundo pero finalmente me dirijo hacia ella dando enormes y rápidas zancadas. Juro que no se cómo cojones me estoy controlando. Me tiembla todo el cuerpo, pero consigo coger la mano de Ry sin hacer demasiada presión y tiro de ella hasta el coche, abro la puerta y la bloqueo hasta que está en el asiento y la cierro de un portazo. Corro hasta el lado del conductor y arranco más rápido que nunca, haciendo chirriar las ruedas del coche.
Las manos me duelen por la fuerza que estoy haciendo mientras agarro el volante, los nudillos se me ponen blancos pero no me relajo.
A mi lado, escucho a Riley sollozar y por el rabillo del ojo veo cómo se encoje en el asiento. ¡Mierda! ¡Joder! Le pego un puñetazo al volante y paro el coche a un lado de la carretera. Por suerte no hay nadie, aunque en estos momentos me da igual.
¡Joder, me cago en mi vida! Le pego un golpe tras otro al jodido volante, no paro, no paro, las manos me sangran, pero sigo y sigo hasta que noto una pequeña mano sobre mi antebrazo y la miro a ella.
Su mirada es la misma, la que tenía cuando la vi de rodillas junto a aquel psicópata que un día fue nuestro amigo. Esto la ha jodido, ha abierto la herida. De sus ojos no paran de caer lágrimas, es el puto océano en su cara.No, mi vida. No llores más.
No se si lo he dicho o solo lo acabo de pensar, pero no surte efecto.
Otra vez no, otra vez no…
- Está bien… -me dice y yo le acaricio la cara – está bien…
Quiero creerte, nena. De verdad.
ESTÁS LEYENDO
Nunca llores en verano
RomanceUn verano puede no ser nada, o cambiar toda una vida por completo. No hablo de grandes viajes que llenan el alma ni amores fugaces que siempre recordarás. No. Hablo de algo más profundo, algo que cala muy hondo. Soy Riley y este verano viviré algo...