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Cuatro años más tarde

Oigo a mi madre llamarme desde la cocina, así que me miro al espejo rápidamente para comprobar que todo está bien y voy.
- Venga o llegaremos tarde...
- Ya estoy -sonrío y salimos.
Me monto en el asiento del conductor y ella en el del copiloto, arranco mientras escoge la música y me incorporo a la carretera.
Bajo la ventanilla para que el aire de fuera acabe de despertarme pero la vuelvo a subir inmediatamente, ¡ya ha llegado el invierno y hace demasiado frío! Me acomodo en mi asiento y sigo conduciendo.

Hoy es un día muy especial y mi madre se revuelve nerviosa, eso me hace sonreír.
- Todo va a salir bien, tranquilízate -la miro un segundo.
- ¡Mira hacia delante!
- ¡Qué sí! Por Dios, estás histérica -me río.
- Sí, todo esto me pone de los nervios.
- Todo saldrá bien -repito.
- Eso no lo sabes, seguro que he engordado o han hecho algún destrozo, ¡¿y si no me sienta tan bien cómo recuerdo?!
- Estarás preciosa.

Aparco enfrente del establecimiento y ni siquiera he apagado el motor, pero mi madre ya está saliendo. Sonrío y la imito. En cuanto llego a su lado tira de mí hacia la tienda. ¡Qué fuerza tiene! Me río y entramos.
- Buenos días -una mujer rubia muy guapa nos recibe - ¿Tienen hora?
- Sí -mi madre nos presenta y la dependienta comprueba los nombres en el ordenador.
- Perfecto, voy a avisar a mi compañera y ella os atenderá -sonríe y se marcha.
- ¿Ves? Hemos llegado a tiempo.
- No gracias a ti -me dice y yo pongo los ojos en blanco. La mujer que nos ha recibido vuelve acompañada de otra más mayor, pero igual de atractiva.
- Hola soy Estefanía, creo que hablamos por teléfono -sonríe ampliamente y nos da la mano - Pasen por aquí.
Se da la vuelta y se dirige hacia adentro y la seguimos. Llegamos a una sala llena de espejos, con un escalón en el centro y unos sofás.
- Acompáñeme al vestidor -se dirige a mi madre - Usted puede esperar donde quiera.
Sonrío y me dejo caer en el mullido sofá. Se escucha música clásica muy bajita, aparte de eso, no hay ningún otro ruido. El sitio es tranquilo y acogedor, a pesar de que es una de las tiendas más caras del pueblo. Tampoco es muy difícil, solo hay tres, pero sin duda las demás, que también visitamos en su día, eran mucho más sencillas.
Miro hacia arriba, los techos son altos y lucen lámparas de araña enormes con pequeños cristales que reflejan la luz de las bombillas. En las paredes hay columnas de, lo que parece ser mármol, adosadas.
En frente, el gigantesco espejo me devuelve mi reflejo y está enmarcado con un metal dorado con ribetes. Tiene aspecto de caro, como todo lo demás.

Oigo unos pasos venir desde donde se marcharon mi madre y la mujer de la tienda y miro en su dirección. La primera en entrar es Estefanía, que me mira sonriente; después llega mi madre.
Luce un precioso vestido blanco, con el pecho y las mangas de encaje, y una falda larga y amplia que le llega a los pies. Decir que está preciosa es quedarse cortos. Me mira nerviosa y se sube al escalón que hay en el centro, lentamente se da la vuelta para mirarse en el espejo. Un sutil suspiro sale de su boca y yo sonrío.
- Mamá, es perfecto -sentencio. Ella se tapa la boca con la mano y reprime las lágrimas. Me acerco a abrazarla y le susurro lo guapa que está.
- Nos lo llevamos -le digo a Estefanía y ella sonríe más aún si cabe.

En el mostrador nos entregan una percha de la que cuelga una funda gris con cremallera, dentro está el vestido. Mi madre lo coge y yo pago con tarjeta el importe de cuatro cifras. ¡Au! No se si me ha dolido más a mí o a mi cuenta bancaria.
En cuanto salimos dejamos el vestido en el maletero de tal manera que no pueda arrugarse y nos dirigimos a un bar cercano. Nos sentamos en la terraza y pedimos dos cafés. Yo me enciento un cigarrillo.
- ¿Contenta? -le pregunto.
- Muchísimo -sus ojos brillantes lo confirman - Pero deberías haberme dejado pagar la mitad.
- Ya te dije que ese era mi regalo de bodas.
- Lo se. Gracias -acaricia mi mano pero se separa cuando llegan nuestras bebidas.
- Tengo que confesarte, que eres la mujer más rara del mundo -ella se ríe.
- ¿Por qué?
- ¿Quién celebra una boda en invierno? -me río.
- ¡Mucha gente! En el blog que sigo, muchas mujeres han subido las fotos de sus bodas en invierno y son todas preciosas, incluso en una de ellas nevó.
- ¡Aquí nunca nieva! -me río.
- Deja que sueñe un poco -sonríe.

Sigue hablándome sobre el blog de novias y todo eso pero, sinceramente desconecto y me pongo a mirar las demás personas que están sentadas en la terraza. Me fijo en una de las mesas.
En ella hay dos chicas sentadas bebiendo unos refrescos. Una tiene el pelo castaño y muy corto, va vestida con unos vaqueros ajustados y una cazadora negra de piel, es una chica muy bonita, pero la que llama mi atención es la morena que está a su lado, tiene el pelo negro, con flequillo y cortado a capas y luce un vestido azul, medias color carne y una chaqueta vaquera. Me resulta familiar y me paso demasiado rato mirándola, porque ella se da cuenta. Y me sonríe. Aparto la mirada, pero vuelvo a fijarme en ella cuando se levanta y se dirige hacia nuestra mesa.

Nunca llores en veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora