Mayo, 1942
Si la situación ya era deplorable, cada vez lo es más, desde aquel mes, todo cambio en mi vida, y mi temor con el pasar lo es más, aún me extrañaba que aquel soldado Theo, me haya estirado la mano, aunque probablemente no me delataba del todo que era judía, pero sabía que me descripciones físicas eran suficientes, y en mi pensamiento, no dejaba de pensar él, por primera vez después de mucho tiempo me sentía aceptada por la sociedad, aunque eso haya pasado hace un largo tiempo, a pesar de ello, ahora sí que me sentía presionada, y perdida, no sobreviviría, en un comienzo creíamos, o más bien, los residentes alemanes, pensaba que irían a trabajar, pero luego todo se desato, y ya nadie cree nada, están domados por Hitler, le tienen tanto terror, que ahora no sólo bastaba con los registro de familias Judías el año pasado, sino que desde ahora, ya era oficial todos tendríamos que llevar esa maldita estrella sobre nuestra vestimenta, y de esta manera ser más rechazados de la que ya somos, no podemos tocar nada, ni ir a algún lugar libre, como si caminar ya no fuera posible, porque prácticamente al subir al transporte público lo contaminamos con nuestra presencia, ya no lo soporto, quiero huir y todo me lo impide, no quiero tener esa maldita estrella, y sin embargo, mamá insiste en no oponerse, y yo lo que más quiero es ir en contra de la maldita doctrina del dictador nazi.
— No quiero llevar esa maldita estrella sobre mi vestuario —grite, mamá me quedo mirando atónica, al igual que todos los que estaban a mi alrededor.
— ya hablamos de esto, Isabella, ahora cállate, ¿quieres que te maten? —pregunto mientras la fila, para ponerse ese desagradable artefacto avanzaba.
— lo harán de todas formas —suspire pesadamente— todos están domados por ese sujeto, que prácticamente se cree un dios
— Isabella —escuché que dijo papá con su voz gruesa— todos te están observando —insistió.
— como si eso me importará, de todas formas, tarde o temprano nos aniquilaran como animales, si los demás quieren callarse, pues bien, yo no lo haré, esta es la peor y más horrorosa doctrina de la humanidad, y están dominados por el mismísimo satanás en persona — dije.
— no sé en qué fallamos en tu educación, sabes perfectamente que al ser mujer debes dejar de ser contestadora, y guardarte ciertos comentarios — aseguró papá.
— otra estupidez del hombre, todos tenemos los mismos derechos — contra debatí, y finalmente decidí que era mejor guardar silencio, de todas maneras, pondrían la maldita Estrella sobre mi ropa, con mi consentimiento o sin él.
Cuando llegó mi turno, mire a mi hermano y su esposa quienes negaban con la cabeza, pero que al fin y al cabo, lo sabían, yo tenía la razón en esta situación, pase mi ropa de mala gana y nos obligaron a cocer sobre las telas la maldita estrella que tanto odiaba desde que supe de su existencia, yo no la cocí, me negaba rotundamente. Algunos judíos no la llevaban en la parte delantera, sino amarrada sobre uno de sus brazos, ya nada sería igual, ya sentía como llegaba el rechazo. Me retire mientras dejaba que marcaran mi ropa, yo decidí sentarme en el suelo, para no contaminar los asientos de sualtesas reales, porque que eso se creían, los reyes del universo, que imbécil.
Jugaba con la parte baja de mi vestido, aburrida de esto, y de la situación en sí, sabía que al salir de ahí seria víctima de los comentarios de todos quienes escucharon mi punto de vista, ¿pero a mi qué?, yo no me callaría por lo que el resto pudiese pensar, sentí que unos pasos se acercaban hasta mí, levante la mirada de a poco, botas negras largas, un abrigo largo, un cinturón en la cintura, piel blanca, ojos azules muy profundos, cabello rubio, y el sombrero, Theo.
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Amor Entreguerras
Historical FictionAño 1939, inicio de la segunda guerra mundial... Él un teniente alemán perteneciente al partido nacional socialista, ella una judía escapando de las garras de Hitler, pero, ¿qué sucederá cuando estas vidas se crucen?