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No dejé de pensar en ningún momento en ella, estaba en mi cabeza, en mis pensamientos de una forma u otra, trate de tomar un trago con la intensión de olvidarla, pero eso era imposible, estaba demasiado dentro de mí, no sé qué me hizo, pero lo que sea, debe ser eliminado ahora ya, esto ni siquiera debería estar ocurriendo, no ahora.

El golpe de la puerta me saco de mis pensamientos, lo cual agradecía profundamente, entró e hizo su saludo, parada firme, el brazo levantado sobre su cabeza con un "heil Hitler", que cualquiera que lo escuchase creería que era un fiel seguidor del führer.

―Hanh... ―dije y caminé hasta mi escritorio aún con el trago en la mano.

―interesante ―murmuro― tú bebiendo whisky... ¿sucedió algo con cierta mujer que no debería ocurrir absolutamente nada? ―preguntó aun mirando mi vaso en mano.

"maldición yo no bebía, y mucho menos whisky a no ser que estuviera demasiado nervioso, y en ese momento lo estaba"

―no ―respondí seco― ella dijo precisamente que los alemanes para ella no eran más que simples animales ―le conté encogiéndome bebiendo un sorbo de mi vaso.

―es natural, no podrías esperar menos de una mujer que ha tenido que vivir el abuso alemán en carne propia ―comentó encogiendo sus hombros.

―que animo me das, Hanh ―dije serio tomando otro sorbo de mi vaso.

―búscate una mujer alemana o de cualquier otra nacionalidad que sea permitida, Theo, no una judía, eso sólo te traerá problemas ―aseguró, se levantó de la silla y se retiró de mi oficina rumbo a continuar con sus labores del día.

Él tenía razón, no podía seguir pensando en una mujer como ella, eso solo suponía problemas, pero quería seguir ayudándola hasta el final, Isabella tenía algo especial, algo diferente, algo que me llamaba con todas mis fuerzas, ella era tan..., no sabría cómo describirla, pienso en ella como a una mujer diferentes, llena de temores y a la vez con una valentía tremenda, a pesar de todo esto, la guerra, la muerte, su vida en constante peligro, ella no temía de decir cómo se sentía, lo que pensaba, su honestidad era admirable.

Diciembre 1942

Fui enviado a Auschwitz dejando atrás Amsterdam y aquella mujer que estaba haciendo perder mis sentidos, Isabella, no la había visto desde aquel día, desde que me rechazó con un completo ¡NO!, fue duro de asumirlo aun cuando en octubre llevaba un poco más de un mes de conocerla, el que me mandarán al campo, fue algo aliviador, me alejaron de mi propio delirio, tentación, eso solo hubiese significado entregar mi cabeza y la traición a mi propio país, y más por alguien que no sabía si viviría, ni yo sé si viviré, quiero pensar que sí. Una nueva carga llegaría ese día, el tren comenzó a parar poco a poco, sentí dolor, angustia, pensar en aquellos seres humanos, lastimaba mi corazón, todo mi yo interior, era una lástima que no pudiera hacer nada al respecto, miles de ellos bajaban de los vagones, inscribían sus nombres los marcaban, y los seleccionaban, la rutina diaria en este lugar, la muerte se podía sentir a kilómetros de distancia, vi a una chica bajar de uno de los vagones esta fue lanzada al suelo con fuerza, con repugnancia, sentí pena, y no podía hacer nada, tenía que actuar como ellos, aunque estuviera encontrar de todo este régimen, por un momento pensé que era ella, pero no, esta muchacha era sumisa y hacia todo lo que se le decía, ella no lo hubiese hecho ni en un millón de años, registró su nombre, y la marcaron con su número de identificación en su brazo, lo cual, si vivía le recordaría por siempre esta masacre, pues este número era de por vida, sentía lastima, me preguntaba cómo estaba ella, bajo un hombre, alto, cabellos castaños, ojos marrones, Abraham.

―rescátala, por favor ―me suplicó― ella quería, quiere vivir ―dijo con dolor.

Lo observe en silencio, asentí, ¿cómo los habían atrapado? Sentí como mi pecho subía y bajaba con dificultad, esto era una pesadilla, tenía la esperanza de que ella aún estuviera con vida, todo se detuvo, no sabía que debía hacer, estaba anodado mientras veía que aquella familia a la que le brinde alojo, ayuda, comida, estaban siendo ingresados a este maldito lugar, odiaba Auschwitz y todo este estúpido régimen.

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora