No había agua, ni comida, no sé qué día es, ni que mes, ni que año, he pasado demasiado tiempo en este lugar que ya perdí la noción del tiempo, todo estaba perdido, ahora sí que me atrevía a decirlo, moriré, siempre que pienso en el mañana se ve más y más lejano, las personas mueren cada día, la condiciones son repugnantes, nos torturan tirándonos agua, y muchos de nosotros cambian pertenencias por un poco de agua ¿hasta dónde hemos llegado?, si es así como viviremos en el mañana, ya no quiero vivir, prefiero llegar a ese campo y ser exterminada, porque sí he pensado mucho en eso, en mi propia muerte.
Volvimos a detenernos a este paso no llegaríamos jamás, estaba cansada, sudada, sucia, me sentía vulnerable, pasada a llevar por estos sujetos que se creen superiores solo por vestir ese uniforme perfectamente planchado con sus diversas medallas que significan algo, que por supuesto no me interesa, apoyada contra la pared del tren, observé lo que sucedía cada vez que nos deteníamos, los que aún siguen con vida suplican agua y comida, yo no pido nada, solo quiero bajar de aquí y ver si puedo escapar ¿será posible?, no sé qué pensar, ya no soy tan optimista como antes, todo cada día muere conmigo.
Mi padre, no sabía si resistiría un poco más, estaba débil, no quería ni siquiera pensarlo, quizás moriría frente mis narices, y en estas condiciones, quiero pensar y saber que lo veré por muchos años más, que volveremos a ser quienes solíamos ser, como eran los buenos tiempos, esa relación de padre e hija que tanto amaba, pero cada día que pasa solo veo una cosa en su rostro, cansancio, siento tanto dolor, más que por mí, por él.
―Isabella ―escuché que me dijo, levanté ligeramente la cabeza y lo observe directamente― prométeme que te salvaras, hija tu eres la que más quiere vivir después de esto, eres la que más desea darle una nueva oportunidad a la vida ―susurro.
―Papá ―murmure― no puedo prometerte algo que no sé si sucederá ―respondí.
―prométemelo, quiero irme sabiendo que por lo menos tu vivirás ―dijo mirándome a los ojos, acaricio mi mejilla, sus manos ya no eran suaves, estaba ásperas, sucias, pero no me importaba, él se estaba despidiendo, eso dolía, no podía imaginar una vida sin él.
―No hables tonterías, Samuel ―comentó mamá, la mire, pero por una vez no dije nada.
―Lo prometo, papá ―dije tomando de su mano izquierda con fuerza, acomode mi cabeza en su pecho, mientras el acariciaba mis cabellos.
―Te amo hija, nunca lo olvides ―dijo aun acariciándome.
―también te amo papá ―le correspondí.
Su corazón dejo de latir, su respiración se detuvo, su mano ya no acariciaba mis cabellos, él ya no estaba, se había ido en la peor de las condiciones, me aleje un poco de él, lo observe, su boca abierta, sus ojos verdes abiertos, cansado, no podía con esto, no lo soportaría, me acerque a su cuerpo inmóvil y lo abracé con fuerza, jamás podría darle una sepultura digna, nunca, y mientras lo rodeaba con los brazos, lloré en silencio, ¿saben que es lo peor de perder a alguien que amas en estas condiciones?, es que ni siquiera puedes hacer algo por él, me alejé, me apoye contra las paredes, abracé mis rodillas y lloré con fuerza, había aguantado mucho, pero esta fue la gota que rebasó absolutamente todo.
―aun nos tenemos Isabella ―susurro Abraham quien me rodeaba con sus brazos.
Me acerqué a él y lloré, lloré con fuerza.
Tuvimos que tomar el cuerpo y juntarlos al costado del vagón donde estaban todos aquellos cuerpos sin vida y que jamás volverían, dejar a mi padre ahí, fue una de las cosas más dolorosas, y esto recién comenzaba, ¿qué más me tocaría ver?, ¿cuánto más tendré que soportar?.
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Amor Entreguerras
Historical FictionAño 1939, inicio de la segunda guerra mundial... Él un teniente alemán perteneciente al partido nacional socialista, ella una judía escapando de las garras de Hitler, pero, ¿qué sucederá cuando estas vidas se crucen?