ISABELLA PODOLSKY
Me había quedado dormida en sus brazos, desperté asustada al ver el uniforme, y luego recordé estaba con él, negué con la cabeza, ¿a quién quería engañar?, me sentí protegida y sobre todo volvía a sentir apreció de alguien, hace mucho que no me sentí de esa manera, el sol aun no salía, la noche estaba estrellada, me levanté del sillón y de su lado, me arrodille y lo observe, era demasiado para ser real, una judía y un alemán, ¿siendo correspondidos?, hace algunos años eso no me lo hubiese creído ni yo, estiré mi mano y me permití tocar su mejilla, tenía una piel suave, limpia, era un hombre bueno, lleno de virtudes, no me quería arrepentir, pero por un instante no me importaba absolutamente nada, mis manos acariciaron sus cabellos dorados, suaves, esto era demasiado para mí, para cualquier Judía. Suspiré fuerte y me levanté, debía volver al galpón antes de que aquella mujer Hitleriana, Rosa, entrará y se diera cuenta que una no estaba, eso significaba muerta segura, con torpeza logré tomar un papel y un bolígrafo que estaba sobre el escritorio y así poder dejarle una nota.
"Jamás sabré como agradecerte todo lo que día a día haces por mí, y lo que me haces sentir, gracias Theo, eres el hombre que cualquier mujer querría para su vida, gracias por esta preciosa velada. Isabella."
Dejé la nota sobre su pecho, no querría que nadie la viese, ya que eso nos traería problemas a él y a mí, y ninguno de los dos quería eso. Salí de esa oficina temerosa e insegura, estaba caminando en la oscuridad del campo, mi pies pisaban con cuidados el arenoso camino, debía atravesar todo para llegar, sentí un ruido miré para todos lados nada, Rosa estaba sacando a las mujeres del galpón, así que apresuré mi paso, casi corriendo y evitando caerme, eso sería espantoso y lo más ridículo, se estaban formando cuando llegué, noté que María me observaba confundida, pero yo solo sonreí, ¿qué le iba a decir?, no tenía por qué darle explicaciones, me acomodé en la fila, y comenzó el conteo diario, horas y horas pasábamos ahí mientras que la oleada de frío atravesaban estos delgados trapos.
Término cuando el sol estaba saliendo, nos indicó volver a nuestra actividades, caminé a la cocina en silencio al lado de María, hoy era lo mismo de todos los días, dar el desayuno, menos de la mitad de agua, y un cuarto de pan duro que podía comérselo el perro, pero era mejor eso que nada. Servimos en sus respectivos platos que todos tenían, y luego nos dispusimos a preparar la misma sopa insípida de verduras, sin sabor, sin nada, tenía mucha hambre, pero estás eran las condiciones pactadas no podía hacer nada, estaba pelando unas patatas cuando Theo interrumpió en la cocina, saludo a María y luego a mí con una sonrisa en los labios, continúe con mi labor como si nada, él se paró frente a mí y me observo en completo silencio.
—Isabella... —murmuro mi nombre— tenemos que conversar, ven por favor —me dijo serió.
—ya vuelvo, María —le dije limpiando mis manos sobre mis trapos.
Caminé con la cabeza gacha detrás de él, caminamos largos segundos, casi llegando a la cámara de gas, estaba aterrada por el humo que salía de esos hornos, el olor era horrible, no tenía sentido que me trajese aquí, frente a ella había un gran pedazo de madera que nos separaba del resto, se quedó a él, estaba confundida, ¿qué se suponía que era todo esto?.
—tenemos casi todo listo para sacarte de aquí —me contó, le quedé mirando esperanzada de tener una vida fuera de estas paredes abiertas.
—¿lo matarán? —me atreví a preguntarle, él pego su mirada azul en la mía, tomo de mi mejilla, sonrió.
—no te preocupes por mí, no es la primera vez que saco Judíos de aquí —me confesó.
Lo miré sorprendida, ya había puesto su vida en peligro antes, si le pasaba algo no me lo perdonaría jamás, asentí con la cabeza, tenía miedo, un intento de escape de este lugar, era simplemente imposible, pero sin embargo él lo iba a hacer, ¿cómo le iba a agradecer todo un día?, no dejaba de preguntarme lo mismo una y mil veces, de su gran chaquetón saco un caramelo y me lo dio, lo miré y sentí lastima por los demás, era una mujer con suerte, con mucha suerte.
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Amor Entreguerras
Ficción históricaAño 1939, inicio de la segunda guerra mundial... Él un teniente alemán perteneciente al partido nacional socialista, ella una judía escapando de las garras de Hitler, pero, ¿qué sucederá cuando estas vidas se crucen?