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Estaba aferrada fuertemente a él, sentía como el alma, y cada latido de mi corazón volvía a sentirse viva, mi interior no había muerto, mi cabeza estaba apoyada sobre su pecho, podía escuchar claramente como sus latidos eran tan acelerados como los míos, no podía creer que lo tenía conmigo una vez más, que estaba a mi lado, y que a pesar de cada una de mis dudas habían sido resueltas, levanté con dificultad mi cabeza, y lo mire, era tan irreal, llevé mi mano hasta su mejilla  y lo acaricie, era él, en carne y hueso, imaginarme sin él fue lo más duro que un día me sucedió y qué pasó por mi cabeza, tenía un poco más de barba, no importaba, nada me importaba ahora, ni siquiera los alemanes a mi alrededor, nada importaba si estaba junto a él, me sonrió, le respondí de la misma forma, me tomó de ambas mejillas y me besó, sus labios se unían a los míos, se sentían tan cálidos, tan reales, me perdía en ellos, no había prisa, no había nada más que mera tranquilidad en ellos, no había duda alguna, que lo amaba, y que si, si quería compartir mi vida con Theo.

—que irónico —escuché una voz asquerosa, nos separamos y lo quedamos mirando— que lo que más repudias es también lo que más amas —soltó una carcajada de mala gana y un quejido de dolor.

Negué, no quería que Erick ni nadie arruinara este momento, había esperado tanto para que esto se concretara, que no se lo permitiría, Theo lo observaba furioso, se alejó de mí, y se agacho para quedar a la altura, ojos azules y verdes se cruzaban una y otra vez, era evidente que querían matarse uno a otro, tome levemente del hombro de Theo, y le negaba con la cabeza, ya era suficiente, había sido mucho por un día, no quería nada más, que estar con él e irnos de aquí.

—sientes celos, Erick, porque sabes que jamás te querrá —le dijo serio. ¿Qué se suponía que estaba escuchando?, ¿a qué se refería? — tú al igual que ella, se enamoró de lo que tu llamas repudiar, te enamoraste de una judía, aunque tu orgullo alemán, tu patriotismo nazi te lo impida, reconoce que tienes envidia y celos, porque no se enamoró de ti—mascullo con una sonrisa en los labios.

—¿Qué? ­—pregunté confundida, ¿Erick se había enamorado de mí?.

—ahora podre destruirte Khöler, todos te vieron con la judía, ya no podrán huir, nunca estarán juntos —respondió casi en un grito.

—no me importa Erick —le contesto tranquilamente— nada me importa mientras tenga conmigo a la mujer que amo, nada me impedirá que sea feliz con ella, ni tú, ni el nazismo, ni mi padre, ni tampoco Hitler, estoy dispuesto a morir con tal de estar con ella —le confeso, le quede mirando atentamente, sonreí, porque nunca lo había escuchado decírselo a nadie más, nunca con tanta libertad, y sin el miedo que existía cada vez que estábamos juntos. —vamos cariño, toma tus cosas, y vayámonos a otro sitio ­—me dijo sonriendo, me tomo de ambas mejilla y beso mi frente.

Asentí en silencio, estaba feliz de que estuviera aquí, pero el miedo y las inseguridades no dejaban de pasar por mi cabeza, que Theo estuviese aquí significaba una cosa, pronto tendría que irme lejos, fuera de Europa y de su vida, pensar en ello me destruía el alma, solo pensar en tener que estar lejos de él, impedía mi felicidad, había perdido tanto en los últimos años, que no sabía si sería capaz de soportar otra perdida, una más en mi vida, era demasiado para mí, nunca antes me había enamorado, nunca antes lo pensé, y tampoco lo sentí, nunca antes me había sentido atraída por nadie, nunca había sentido nada parecido a esto, y en el momento más inoportuno sucedió, tuve citas, sí, pero jamás alguien logró tocar mi corazón como lo hizo él, lo miraba y no podía dejar de sentir lo que sentía cada vez que lo tenía a mi lado, no tenía palabras para expresar esto, para mí, era el ideal, lo que mi yo adolescente en su silencio siempre soñó y quiso, sonreí levemente, lo estaba mirando tan atentamente que no me percaté que debía hacer mis maletas, ordene lo esencial, guarde documentos, ropas, y lo más personal, lo volví a mirar y asentí, estaba lista para marcharme junto a él, tomé de su mano, y bajamos las escaleras, y como nada podía ser para siempre, sentí como me tomaron del brazo y me dejaron caer al suelo, vi mi vida en míseros segundos, unos de los solados me estaba apuntando en la cabeza, no tenían piedad por nadie, le quedé mirando, pero no me importaba morir, porque estaba tranquila.

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora