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Nuevamente me encontraba en aquel lugar repugnante y en el cual no quería estar nunca más en mi vida, sin embargo aquí estaba, atemorizada, estamos bajo un régimen que odiaba con todas mis fuerza, pero no podía hacer nada para impedirlo, quitó su abrigo y caminó a mí con una sonrisa torcida en sus labios, solo sentí asco, nada más, y mil veces asco, mis ojos ya no demostraban lo que antes, seguridad, valentía, era una judía delgaducha, que vestía trapos sucios y delgados, tenía frío, y este solo aumentaba, literalmente estaba tiritando de los nervios, no quería que me tocará, que besará mis mejillas o labios, no quería que sus manos ni siquiera fueran puestas en mi cuello, estiro su mano y lo rechacé, no quería sentir ni media piel sobre mi cuerpo, me tomó con fuerza y me lanzó al suelo, ¿Por qué lo hice?, era tan estúpida y tan llevada a mis ideas que solo actúe como se me dio la maldita gana, era una idiota, eso solo empeoraba la situación, sentí un golpe sobre mi espalda, el ardor no tardó en aparecer sobre esta, estaba frágil, vulnerable.

—levántate Judía — me ordenó, no hice caso, no quería levantarme del maldito suelo, me negaba rotundamente — que te levantes, no te estoy preguntando, te lo estoy ordenando -dijo tomándome con fuerza de unos de mis brazos— quítate la ropa, nos vamos a divertir, relájate —aseguró acariciándome la mejilla. Negué con la cabeza— ¡AHORA! —gritó— o te mato —me apuntó con un arma sobre la frente, pegue mi mirada en la suya.

—no me interesa morir o vivir, Müller —respondí seca— haz hecho de mi vida un infierno, morir o vivir es exactamente lo mismo en estos momentos, ya no tengo nada que perder, gracias a ti, alemanes, y tu führer perdí todo, ¿qué más podría perder? —le pregunté seca.

—a él —comentó con una sonrisa en sus labios.

—¿quién? —pregunté, sabía perfectamente de quien estaba hablando— no tengo a nadie, dime a alguien que me interese perder —él me observo serio, yo también lo estaba, y sacando de mi interior la poca valentía que me quedaba.

—Theo Khöler... —respondió, me observo, Y estoy segura que mi cara se desfiguro, sentí como me puse pálida, aun sin poder verme, este maldito, lo odiaba tanto que era capaz de delatarlo con la Gestapo por traición a la patria.

Soltó una carcajada, maldito infeliz, estaba gozando de mi sufrimiento interior, me miró por unos segundos más, y luego se acercó a mí a paso firme y seguro, tomo de mí cintura con fuerza como si le perteneciera a él, me pego más a su cuerpo, olía a lavanda, un bulto grande sentí en su entrepierna, que asco, le excitaba verme sufrir, ¿cómo alguien podía ser tan morboso?, levantó mi trapos y me manoseo como se le dio la gana, ¡Yahvé sálvame!, susurraba en silencio, los ojos se me pusieron aguosos, de nuevo iba a torturarme, a violarme y abusar de mí, uno de sus aliados, no tardó en llegar un observar la escena con malicia, ¿qué clase de seres humanos eran estos?, me quedé ahí quieta por unos segundos, cuando sus manos quisieron tocar más de la cuenta, me removí tratando de zafarme de su agarré, pero lo único que conseguí fui caer de nuevo al suelo y recibir azotes sobre mi espalda, podía sentir claramente como la sangre líquida caí por mi cuerpo, tenía pena de todos en este lugar, en especial de mí, nunca hubiese imaginado que un día podría vivir así, me estaba quitando y ya lo había hecho, lo único que realmente me pertenecía sobre la tierra, y estos sujetos ni eso me permitieron conservar, perdí a mi familia, mis amigos, mi dignidad, libertad y también se me fue arrebatada mi virginidad que con tanto anhelo la había conservado conmigo.

Me desnudó, dejándome expuesta ante él y ante su aliado que observaba con anhelo la escena, toco lo que no quería que tocará, me golpeo y me torturo por un largo rato, me incorporó en un bañera llena de agua con hielo, el frío no tardo en sobrepasar mis huesos, mis órganos, me hundió sobre esta mientras que yo trataba de salir de sus profundidades, mis manos estaban tendidas por ambos lados, mis ojos se estaban cerrando poco a poco, estaba tan débil que ya podía sentir como me iba muriendo en vida, trate de mirar y de enfocar aquella imagen, pero solo lograba escuchar la infinidades risas masculinas provenientes de esos sujetos que disfrutaban de la escena y de mi sufrimiento.

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora