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Estaba aterrada, el miedo me invadía completamente, esta locura era demasiado, su respiración chocaba fuertemente con la mía, y sus labios poco a poco comenzaban a acercarse más a los míos, ¡estaba loco!, lo empuje con fuerza haciendo que se alejará de mí, estaba en juego su vida, y no podría vivir jamás en paz sabiendo que alguien le pudiese disparar o inclusive ¡verlo morir!, eso sería algo que podría llevar como carga y mucho menos vivir en tranquilidad sabiendo que por mi culpa una bala atravesó su cuerpo, sus ojos se fijaron en los míos, estaba atónica, no podía negar que mi corazón estaba palpitando a mil por segundo, este sentimiento era nuevo, jamás lo había descubierto antes y honestamente me atemorizaba, él no podía, yo no podía, no éramos permitidos el uno para el otro, se acercó a mi nuevamente y con uno de sus brazos rodeo mi cintura con fuerza, sentí protección, pero no podía ser posible, me lo repetía una y mil veces.

―¿por qué haces esto, Theo? ―pregunté mirándolo.

―Isabella... ―susurro acariciando con su mano derecha una de sus mejilla― estoy... ― interrumpí.

―¿escuchaste eso? ―pregunté con terror― por favor finge que me encontraste afuera y que me llevas de regreso al galpón ―suplique― no quiero que nada te ocurra ―confesé.

Él se alejó poco a poco de mí aun manteniendo nuestras miradas fijas, me ponía los nervios de punta este lugar, saber que alguien le podría hacer algo me atormentaba no podía siquiera imaginarlo, el solo hecho de pensar en eso me daba una puntada enorme en el pecho, era simplemente imposible, y no me lo perdonaría jamás, las botas comenzaron a escucharse rechinar sobre el suelo terroso del campo, Theo fingió llevarme de regreso, pero en realidad es que no tenía interés de llevarme de regreso, lo sentía, él quería quedarse conmigo por mucho tiempo más. El hombre se detuvo frente a nosotros, sonrió de manera burlona, y él nuevamente estaba frente a mí, solo verlo el temor se hizo presente y la piel se me colocó de gallina, no podría superar jamás el trauma, maldito Müller.

―¿te divertías con la Judía, khöler? ―pregunto con una sonrisa burlona― es muy guapa ―dijo― pero no deja de ser una rata asquerosa ―comentó riéndose.

Las lágrimas no tardaron en caer por mis mejillas, él no sabía que este hombre había sido mi violador, me miro confundido y pude sentir como apretaba su puño con fuerza, no podía decirle nada, estaba asustada, llena de temores y Müller era el causante del 99% de mis pesadillas, jamás volvería a ser la mujer que fui, quiero hacerlo pagar, pero no era más que un debilucha, privada de su libertad e imposibilitada de hacer algo.

―¿le hiciste algo, Müller? ―preguntó Theo mirándolo fijamente a los ojos― ¡RESPONDEME ERICK! ―gritó.

―pues lo que hacen todos ―respondió encogiéndose de hombros.

―¡MALDITO INFELIZ!, sabes que no está permitido involucrarse con prisioneras, va en contra de la ley ―gritó, me soltó y yo caí al suelo rendida y con las lágrimas cayendo por mis mejillas, me abracé a mis rodillas y tape mis oídos, no quería escuchar nunca más en mi vida su voz― eres un hijo de puta, porque supongo que ella no te lo permitió ―gruño apretando con fuerzas de sus puños.

―no te hagas el santurrón khöler, seguramente tu no lo has hecho ―dijo tranquilamente.

―¡CLARO QUE NO! ―exclamo alzando sus manos y tomando de sus cabellos rubios― jamás violaría a una mujer, ¿qué clase de hombre eres? ―preguntó reprimiendo un grito.

―¿POR QUÉ DEMONIOS LA PROTEGES TANTO, THEO? ―preguntó Erick gritándole― tú has ido en contra de la doctrina todo este tiempo, y jamás nadie te ha dicho algo al respecto, con que moral vienes tú a hablarme de las leyes, cuando tu estas en contra del führer ―aseguró mirándolo fijamente a los ojos.

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora