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THEO KHÖLER

Los días habían sido más que caóticos, no podía describir precisamente como todo esto me hacía sentir, me atrevo a decir que hasta vulnerable, ellos no tendría piedad de nadie, ni de nada, llevaba conmigo un miedo incontrolable invadiendo cada partícula de mi cuerpo, mi único y verdadero deseo en este momento, y frente a la situación en la que me encuentro, y de la cual tenía la certeza al cien por ciento, quería asesinar a Erick, maldito hijo de puta, de no haber sido por él que sembró la duda en el cerebro de mi madre, Isabella podría haber atrasado un poco más su viaje, haberla teniendo en mi brazos por lo menos hasta el año entrante, pensar en que quizás debería alejarme para siempre de ella me partía el corazón, habíamos pasado por tanto para llegar hasta aquí, pero mi miedo de que la mataran era aún mayor, no podría ver morir a otra mujer, no a una que amaba con esa intensidad, quise alejar ese recuerdo que me atormentaba desde 1939, pero no podía, la imagen de mi hermana entre mis brazos permanecía conmigo, es difícil ver como un régimen acaba con la vida de un ser tan inocente y lleno de vida, ella tenía un futuro brillante, y por las doctrinas distintas se le fue arrebatado la vida, y ahora, en esta instancia la entendía mejor que nunca, me hubiese gustado haberle hecho saber que no importaba las adversidades de la vida, ella siempre tendría mi apoyo, pero en ese entonces era un maldito imbécil, iluso y con el cerebro lavado por todo esto, le di la espalda cuando su único error fue amar, y enamorarse de la persona que ellos, los que se hacían llamar nuestros padres, llamaban incorrecto, por ello quería luchar, por esa razón y por alguna vez en la vida defender lo que creo con tanto fervor como ella lo hizo en el pasado, no me di cuenta, ni siquiera sé cómo termine con las mejillas mojadas, y con las lágrimas derramadas, pero el solo hecho de pensar en ella me partía el corazón, y más que nada la culpa me invadía por no haber sido lo suficiente valiente para enviarla lejos de aquí, no fui capaz de salvarla y siempre me culparía por ello.

Ahora que me había enamorado entendía a Leyna, y no me podía imaginar a Isabella lejos en ninguna circunstancia, quería concretar mis planes con ella, pero no cuando mamá estaba rondando de manera recurrente por mi casa, no cuando sus amenazas se sentía tan reales, se había convertido en una mujer Hitleriana fiel al maldito partido, ella no dudaría ni por un segundo entregarme a mi si eso fuese necesario, ya lo había hecho antes, ahora no sería la excepción a la regla, no sería yo quien la haría cambiar de parecer, no le importó su hija, no le importaría yo, le importaba más lo que la sociedad podía pensar de ella como familia, pero si ella no fue capaz de aceptar eso, pues bien por ella, no cambiaría lo que sentía, haría lo que mi hermana hubiese hecho si hubiera tenido los recursos necesarios, lucharía por todo a toda costa, y eso es lo que haría , por ella, por mí, y por todo los que han muerto por toda esta injusticia, después de todo, hasta el rechazo de mi propuesta de matrimonio había sido olvidada, una segunda vez me habían rechazado, pero ahora sabía que no era por las misma circunstancias, sino que era por el miedo que se vive a fines de 1943, las cosas no han cambiado, pero haría hasta lo imposible porque al menos ella se salvara, y viera una realidad diferente a la de aquí, donde la libertad es posible, hablar de ello me hace volver a los años de la esclavitud, ¿realmente algo había cambiado desde entonces?, las personas viven con miedo por personas "superiores a ellos", temen de sus vidas, y huyen por la libertad de ellos y de su pueblo, posiblemente, nada ha cambiado desde entonces, pero tenía la esperanza que con el pasar de los años por lo menos algo si cambiara.

La puerta de mi despacho se abrió de golpe, haciéndome salir de mis pensamientos profundos y reflexivos, el aire frio proveniente del exterior no tardo en ingresar y hacerse presente, les quede mirando confundido y un tanto desconcertado, ¿Qué hacían aquí?, mis padres me miraban desde el umbral de la puerta, el señor khöler estaba serio, esto no sería nada bueno, me levante de la silla y les salude de manera distante, ellos se habían encargado de arruinarme, me obligaron pertenecer a algo que no quería, no después de lo que sucedió con Leyna, esto me hacía andar con la conciencia sucia, no me importaba el gran respeto y honor de pertenecer al ejército alemán, no cuando ello significaba violar, destruir y asesinar la vida de otros seres humanos.

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora