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Lleve mis manos hasta la boca, estaba estupefacta, ¿Cómo un padre podía hacer eso con su propia hija?, lloré, inconscientemente lo hice, porque pensaba que tenía la peor mamá del mundo, pero que un papá mate a su propia hija, sobrepasa todas las consecuencias existente, ¿Cómo era posible?, me imaginé la situación, su situación, me acerque a él y lo abrace con fuerza, quería contenerlo, igual o de mejor forma de la que él lo había hecho conmigo, sentí como se aferraba con fuerza a mí, como si hubiese necesitado de alguien que lo sostuviera, lo sentí tan pequeño e indefenso, lloraba fuerte, me abrazaba y se aferraba con más fuerza a mi falda, se recostó sobre mis piernas, y dejo que toda la angustia y la pena se liberara, estaba llorando en silencio mientras le acariciaba sus cabellos, la imagen en mi cerebro era simplemente espeluznante.

—lo siento tanto —rompí el silencio, mientras continuaba acariciándolo— nunca me imaginé, que tu... ­—se levantó de mis piernas, y con mis manos seque sus mejillas.

—nunca antes había hablado con nadie de esto —me contó—lo que hizo ese hombre no tiene perdón, jamás le perdonaré por haberme arrebatado a una de las personas que más amaba en mi vida —me confeso.

Asentí en silencio, lo abrace y lo sostuve, Theo debía saber que siempre y para siempre estaría con el independiente de la razón y las consecuencias.

***

Agosto, 1938

—me iré de casa —nos contó Leyna, nos miramos entre todos mientras cenábamos y luego a ella— no me miren así, es una decisión que ya tome —repitió, corto un pedazo de carne y lo llevo hasta la boca.

—¿Por qué? —pregunto papá— te iras con el amor de tu vida —le comento irónicamente, ella le miro seria y sin ninguna expresión en el rosto.

—si —le respondió mirándolo desafiante a los ojos— y no me importa lo que usted o el mundo puedan creer de esto —le aseguro.

—lo tuyo no es más que una enfermedad, Leyna —se rió de mala gana— te prohibió irte, menos... —guardo silencio.

—menos con ella —termino la frase, la miramos atentamente, estupefactos—diga las cosas por su nombre y como corresponde, padre —le dijo desafiante— o le da vergüenza decir que... —interrumpió.

—cállate —le gritó, golpeo fuertemente sobre la mesa, Leyna se levantó, puso las manos sobre la mesa y lo miro fijamente.

—no me callare más —le aseguro aun mirándolo, se alejó un poco y nos miró a todos, aun sin entender nada— familia —carraspeó su garganta— el señor Khôler no quiere que me vaya porque puedo ensuciar su apellido y su nombre, la verdad es que, me enamoré de una mujer —nos confesó, la quedé mirando atentamente, no podía creer lo que estaba escuchando, era una aberración.

—Leyna... —carraspee mi garganta— no es normal que te gusten —me interrumpió.

—¿Qué es lo normal, Theo? —me pregunto— ¿lo que supuestamente esta esquematizado por la sociedad? —me volvió a preguntar— vivimos en una sociedad hipócrita, llena de aberraciones, matan, torturan y destruyen familias todos los días, y tú me dices que amar a una persona de mi mismo sexo es una aberración —me dijo firme y segura— aberración es lo que todos los días se ven en las calles, lo que esta pronto a suceder, por esas ideologías de mierda, no me importa lo que ustedes piensen, hare lo que yo sienta correcto —me respondió— miremos a nuestro alrededor y veamos lo que nosotros estamos haciendo mal antes de criticar a otros por amar, y no cumplir con los estándares correspondientes —insistió mirando fijamente a mi padre— ¿no crees, papá? —pregunto con ironía—si me permiten, me retiro, no tengo nada más que decir

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora