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―¿Dónde demonios haz estado, Isabella? ―chilló Abraham en cuanto entré, levantándose del sofá. Se acercó a mí con la mirada fija en mis ojos, y sacudiéndome por los hombros.

―déjame en paz Abraham, no fastidies ―bufé.

―¡No te das cuenta lo peligroso que es andar a esta hora sola! ―exclamó― eres una maldita Judía, no tienes los mismos beneficios que las demás ―aseguró pasando su mano por su cabello.

―¿enserio? ―pregunté sarcástica― lo sé mejor que cualquiera que vive en esta maldita casa, Abraham, además Sarah debería estar aquí y no tú, pero como no es novedad solo trata de salvarse ella misma ―respondí seca― ahora déjame en paz ―bufé.

―sea como sea es tú madre ―interrumpí.

―mi madre ―dije con una sonrisa torcida y una risa de mala gana― por su maldito egoísmo, y esa estúpida discusión innecesaria casi me viola un alemán allá afuera ―grite― estoy cansada de ustedes, de todo esto, no es la única que sufre en este maldito infierno, también lo hago, pero todos tienen compasión de la pobre Sarah, sola una vez estuviste de acuerdo conmigo y nunca más, ¿qué clase de hermano eres, Abraham?, ¿tan poco te importo?, ¿quieres ser como ella?, porque si quieres ser igual que tú madre, perfecto, pero a mi déjame en paz ―asegure con la mirada fija en la suya aún con la oscuridad que nos acompañaba― si no fuera por Theo, que llegó de la nada, yo sería una judía aún más miserable, violada por un maldito nazi ―dije casi en un grito con los ojos al borde de las lágrimas.

―No me gusta ese alemán ―dijo seco Abraham.

―¡Genial! ―dije alzando las manos― te acabo de contar que casi me viola un maldito alemán y a ti lo que te preocupa es que no te gusta Theo ―comenté seria.

―Tú te lo buscaste Isabella, eres mujer, nadie te manda a andar a estas horas sola por el bosque ―respondió encogiendo sus hombros.

―¡maravilloso! ―Exclame alzando los brazos― hace unos segundos te importaba, y de la nada ya no, sabes algo Abraham ―dije mirándolo fijamente a los ojos― veté a la mierda ―respondí por última vez.

Salí de la pequeña sala y me encamine a la pequeña habitación, que era la mía, estaba destrozada y a nadie le importaba en este maldito infierno, de algo estaba segura, ellos no me detendrían, eso jamás.

No he dejado de pensar en que quizás sí debería haber huido sola, y sin esta fila de imbéciles, que no les importo en lo absoluto, somos tan diferentes a todas las familias Judías que he conocido, antes de la guerra, éramos lo "común", religiosos, orábamos en la sinagoga, éramos felices, pero desde que todo comenzó, todo cambio, tuvimos la suerte de salir de Polonia, porque de no ser así, esta es la hora que seríamos cenizas hace mucho tiempo. En este último tiempo no he dejado de pensar en mi abuela, ella no hubiese dejado que nada de esto me hubiese ocurrido, hubiese cuidado de mí, le importaría por lo menos a alguien, tenía esperanza en mi hermano, pero ahora me doy cuenta, que se ha transformado en lo mismo que ella, un egoísta, un calculador que no hace nada más que pensar en él mismo, no le importó que casi ese maldito nazi abusará de mí, dolía, porque sea como sea era mi hermano y le quería, pero sin embargo a él no le importaba nada en lo más mínimo. Aún me sentía sucia contaminada, ¿de otra manera me podía sentir?, estuve tan vulnerable, sin que nadie pudiese rescatarme, pensé que ese sería mi fin, pero él siempre llegaba como un ángel, al parecer Theo, es el único que realmente trata de protegerme, él será un buen marido, la mujer que se case con él, tendrá mucha suerte.

"no puedes estar pensando en una boda y mucho menos en un marido Isabella, los tiempos no están para eso, soy una idiota, me estaba fijando en un maldito nazi, aun sabiendo cuanto asco les tenía, rencor y rabia, mi pueblo no merecía esto, ¿y si él realmente era diferente?, ¿y si valía la pena?"

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora