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Estaba nerviosa y llena de temor, no dejaba de pensar en que sucedería si no lo lograba, quizá de todas maneras moriría, ellos no se arriesgarían a que hubiese una nueva rebelión, esto era necesario, éramos más prisioneros que alemanes, podíamos hacerlo aunque algo estaba en nuestra contra, ellos estaban rodeados de armas, y no había desnutrición aparente en sus organismos, y en nosotros sí, muchos morían de ello cada día.

Volví a la cocina casi corriendo, Müller se había cruzado en mi camino, y sin duda temía de él, y mucho, los pies prácticamente tenían vida propia, cuando ingrese retomé mis labores rápidamente, evitando en pensar en lo se aproximaba aquella noche, aunque eso se me era imposible.

¿Será que lograré huir?...

No dejaba de preguntarme lo mismo una y mil veces, sólo imaginar poder salir de aquí me hacía feliz, aun sabiendo que tal vez allá afuera no vería a nadie de mi familia nunca más, pero tenía la esperanza que yo si lo lograría y que si cumpliría con lo que le prometí a papá aquel día que veníamos en ese espantoso vagón justo aquí, aun me es difícil de pensar en él, lo amaba tanto, que duele y me dolerá siempre, era un hombre asombroso al cual admiraba y valoraba demasiado, era lo contrario al pensar en mi madre, ella era lo opuesto, fría, calculadora y arribista, pero como fuese la amaba, y no lo puedo negar, le extrañaba y no podía dejar de preguntarme cada día que paso con ella en ese otro campo, esta guerra parecía infinita, sin ninguna posibilidad de finalizar, pero ahora solo me puedo aferrar a la idea de que quizá mañana este muy lejos de aquí, sonreí casi por inercia mientras terminaba de pelar unas pocas patatas y finalizaba de acomodar todo para el "almuerzo", si es que así se le podía llamar a esto que nos daban a medio día, tal vez muchos mañana ya estaremos lejos, muy lejos de aquí, incorpore las patatas al fondo de agua y revolví, lo probé, y como siempre era insípido, ya no tendría que volver a comer eso de nuevo, y lo agradecía en silencio. La fila comenzó a avanzar era enorme, cada uno con sus tiestos y su cuchara en mano, sentía lastima de todos, de mí, jamás olvidare la inhumanidad de estos seres humanos, no puedo dejar de ver hacia el futuro, pero también comprendo que este es mi presente y no puedo negar que cuando era pequeña me imaginaba otro futuro, no esté.

***
El atardecer se acercaba, estaba con adrenalina en mi organismo, no podía simplemente dejarla ir así como así, este era mi último día antes de saborear nuevamente la libertad, lejos de las violaciones, de los maltratos y de todo lo que vivir en un campo de concentración significaba, guardé el arma entremedio de mi falda, me coloqué el abrigo que tenía y salí a caminar por el campo, sería la última vez que los alambres me impedirían algo, ya no más, nunca más.

Sentí una mano en mi hombro y me voltee asustada, desde la última violación sufrida en manos de Müller vivo con temor, pero no era él, sus ojos azules me observaban atentamente y con una perfecta sonrisa en sus labios, ¿cómo era posible que el solo hecho que él estuviera junto a mí me diera tanta paz?.

—se lo de esta noche —me confesó acariciando levemente el cabello que ya me crecía, no sentía asco de mí, aun cuando la presencia de los piojos era presente en mi cabello— vendrás a casa conmigo, estaremos junto, te protegeré Isabella —prometió Theo.

—No Theo —negué con la cabeza— es peligroso que me lleves contigo, sería demasiado notorio y bueno, no quie.... —Interrumpió

—no me interesa nadie más que tu mi preciosa Isabella, el resto puede pudrirse en el mismísimo infierno —se encogió de hombros y luego me regalo una sonrisa.

—¿qué sucederá si te matan? —Pregunte mirándolo a los ojos.

—me iré tranquilo sabiendo que protegí, salve y cuide a la mujer que amaba —confesó mirándome a los ojos.

Amor EntreguerrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora