08. ¡¿OTRA VEZ?!

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Nada más que la persona abrió la puerta me lancé a abrazarla.

-–¿Por qué no respondías a mis llamadas?– pregunté separándome de ella- Me tenía muy preocupada...

–Perdona– dijo echándose su pelo castaño hacia tras.

Me fijé en que tenía la nariz roja, las mejillas coloradas y los ojos hinchados. Eso significa que había llorado. Apostaba a que tenía ojeras. Las intentaba ocultar con corrector...

–César, ¿me puedes esperar en el coche?– pregunté sin apartar la vista de Mery.

–Claro– dijo dándose la vuelta.

–Por favor, dime que habéis conseguido algo– dije cuando César ya estaba lo suficientemente lejos.

Ella negó– De momento se niega...– hizo una pausa para limpiarse una lágrima que había resbalado por su mejilla– Esperaremos a mañana haber si cambia de idea... Si no, el sábado que viene me voy...

La abracé... No se podía ir. ¿Qué haría sin mi mejor amiga? ¿Sin mi compañera de locuras? ¿Quién me ayudaría a atracar el banco del centro?

Vale... Lo último no, pero no quiero que se vaya.

–Gracias, Sara– dijo en apenas un susurro. La abracé mas fuerte.

Me despedí de ella y volví al coche, en el que estaba César con el móvil.

Cuando me vio entrar, guardó su móvil en su chaqueta de cuero y empezó a conducir.

–¿Mery está bien?– preguntó sin separar la vista de la carretera.

–Si, no es nada– dije haciendo un gesto con la mano quitándole importancia.

El me miró durante unos segundos y después volvió la vista a la carretera. Diez minutos más tarde ya estábamos delante de mi casa.

-Gracias... Mañana nos vemos- dije antes de salir por la puerta.

El me guiñó un ojo a lo que yo le sonreí un poco sonrojada.

Entré en casa y subí directamente a mi habitación. No tenía mucha hambre. Nada más encender la luz de mi cuarto di un salto hacia tras. ¡¿Otra vez?!

Había una caja color burdeos encima de la cama con un lazo color oro. El corazón se me puso a mil. En cualquier momento se me saldría del pecho.

Dejé caer mi mochila al suelo. Estaba en modo shock. Mis piernas empezaron a temblar. En cualquier momento me caería al suelo.

Estas muerta...

¡¿Tu crees que es el mejor momento?!Idiota...

Con pasos torpes me acerqué hasta la caja. Cuando la tenía delante, la observé durante unos minutos y luego la cogí con manos temblorosas.

Deshice el lazo y lo solté en el suelo. Me senté en el borde de la cama y abrí la caja.

Solté un suspiro al ver que no había una bomba ni nada por el estilo.

En su lugar había un colgante con el signo blanco del ying yang.

Revisé la caja tanto por fuera como por dentro pero no había ni rastro del signo negro. En cambio, había otra nota.

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