01. CHICA DEL BUS

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Una tenue luz entraba por la ventana de mi cuarto. Poco a poco fui abriendo los ojos. Un olor a comida me envolvió. Mi tripa rugió dando a significar que tenía un hambre feroz. Bajé hasta la cocina dando saltos. Allí estaba mi padre, con su delantal haciendo la cocina.

— Hola papá — le di un beso en la mejilla. Acerqué mi nariz a la olla de la que venía ese olor tan rico.

— Hola, Sara. ¿Qué tal?

— Bien — hice una pausa — Huele rico. ¿Qué es?

— Aquí está el pollo, en la freidora las patatas —señaló con la cabeza a dicho aparato — y en la nevera la tarta de fresa que mamá hacía

— Si, la echo muchisimo de menos, ojala siguiera aquí — agaché la cabeza. Ya han pasado 11 años de su muerte y todavía siento que me falta algo... — Iré a estudiar

— Vale. La cena estara lista en media hora — me dedicó una sonrisa y seguidamente siguió cocinando.

Asentí y subí a mi cuarto. Miré el movil. Tenía une mensaje del grupo de Whatsaap que tengo con mis dos mejores amigos. Mery Sanders y Adam Parks.

MERY, 7:46 - Chicos. ¿Qué os parece si mañana quedamos después de clase para ir a comer?

Ellos dos me habían ayudado mucho con todo, prácticamente.

SARA, 7:48 - Sii, ¿Os parece bien en mi casa?

Enseguida contestó Adam

ADAM, 7:49 - Buena idea.

SARA-, 7:50 - Esta bien.

Después solté el movil y me puse a estudiar sociales. Al día siguiente tenía un examen y me proponía sacar mínimo un 8 en esa materia. Mas bien, en todas. Pasó media hora y bajé cenar.

— Mañana vendrán unos amigos a comer a casa, ¿te parece bien? — di un sorbo a mi agua.

— Con tal de que no ensuciéis mucho — hizo una pausa para dar un sorbo a su bebida — y también con tal de sacar muy buena nota en tu examen. Son los finales.

— Lo se papá, y no te llevarás ningún disgusto.

Desde que mi madre Samantha murió, mi padre se ha preocupado más por mi que cuando ella estaba viva.

— ¿Cuando volverás? — Mi padre marchaba de viaje a Francia por trabajo de noche. La mayoría de semanas las pasaba sola. Ya estaba acostumbrada, aunque los días que está conmigo los pasamos juntos.

— Dentro de una semana — hizo una pausa — pero si tienes algún problema no dudes en llamarme.

— Claro — seguí cenando.

Cuando ambos acabamos me ofrecí a fregar los platos ya que en menos de media hora tendría que estar en el aeropuerto.

Cuando acabé mi padre ya había metido las maletas en el coche.

— Tengo que irme, si no pierdo el vuelo — se acercó a mi y me abrazó — suerte en ese examen y en los próximos.

— Gracias, te quiero papá.

— Y yo, mi niña.

Se subió al coche y lo puso en marcha. No cerré la puerta hasta que lo perdí de vista. Eché la llave, cerré todas las cortinas de la casa y volví a mi habitación.

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