24. LA JEFE

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Miré a mi derecha. Había un enorme pasillo lleno de puertas. Este estaba poco iluminado. El papel de la pared estaba roto y había algunas tablillas en el suelo levantadas.

Oí a personas hablar. Muy sigilosamente me acerqué a la primera puerta. Pegué la oreja para comprobar si los ruidos venían de allí. No se oía nada. Giré el pomo pero estaba cerrada.

Seguí caminando. Una de las puertas de enfrente se abrió. Como un rayo busqué un sitio donde esconderme. Vi una caja a mi derecha. Detrás de esta me coloqué lo más encogida posible. Escuché como ambas personas hablaban.

– ¿Sabes algo de la jefe? – preguntó una voz femenina.

– Dicen que vendrá luego. No lo creo. Se pasará el día bebiendo y bebiendo... – dijo una voz masculina demasiado familiar.

– Más vale que no. Nos tiene mucho que explicar – le contestó la voz femenina.

Pasaron por mi lado. La chica iba vestida con unos pantalones y una chaqueta de cuero negro. Su pelo estaba recogido en una coleta la cual dejaba a la vista un tatuaje detrás de la oreja. Se parecía al que tiene Mery.

Si señores y señoras. María Sanders tiene un tatuaje detrás de la oreja. Este son un par de notas musicales. Se lo hizo por una apuesta con su madre. Eligió ese ya que esta última le cantaba cuando ella era pequeña antes de dormir.

Mentiría si dijera que no me gusta. De hecho, me encantaría hacerme uno, pero duele demasiado.

El chico llevaba un pantalón al igual que la chica. En cambio, este llevaba una camiseta de tirantes verde que dejaba al descubierto sus brazos musculados llenos de tatuajes. Pude distinguir uno de una pistola junto con una rosa.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

¿Quién sería la jefe? Puede que sea quisquillosa y todo eso pero ¿no sería la jefa? Bueno. Por las pintas que tenían no daba la impresión de que hayan sido buenos estudiantes.

Cuando desaparecieron por la puerta de salida, me levanté y fui directamente a la sala de donde salieron. Acerqué de nuevo la oreja. No se oía nada. No se oía nada en todo el pasillo. Giré el pomo y entre abrí la puerta. Eché un ojo. Abrí del todo la puerta y rápidamente entré cerrando esta a mis espaldas.

La sala estaba igualmente iluminada que en pasillo. Delante de mi había una mesa enorme con cinco sillas en total alrededor. A mi izquierda había un montón de armarios color negro y a mi derecha una pizarra más varios ordenadores.

Me acerqué a la mesa al ver que en ella había varios papeles. Entre ellos había un mapa gigante de Nueva York con una ruta marcada. Después pude distinguir otros folios escritos a mano. Uno en especial me llamó la atención. De título ponía ''PLAN PRINCIPAL''

No me dio tiempo a leer más ya que oí a personas acercarse. Cogí el papel del tal plan y busqué un lugar en donde esconderme. Los nervios se apoderaron de mi. No había lugar en donde meterme y debajo de la mesa no podía porque se me vería.

Entonces se me ocurrió la brillante idea de meterme en unos de los armarios. Cerré la puerta de este y justo la puerta de la habitación se abrió.

Fue mala idea meterse en el mueble... Estaba lleno de armas. Pistolas, fusiles, metralletas. QUE ALGUIEN ME SAQUE DE AQUÍ.

– Te dije que no iba a venir – dijo la misma voz femenina de antes.

– Aun así podemos crear el plan nosotros ¿no? – dijo otra voz masculina diferente. Esta más suave. Por la ranura de las puertas de armario pude ver que era un chico rubio, muy joven, casi de mi edad. – También formamos parte de esto, no solo ella. Y nosotros tenemos mucha más cabeza.

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