12. LA FIESTA (1)

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–¡¡Ay Mery!!– dije a la burra que me quemó la oreja con la plancha.

Ahora estábamos preparándonos para la fiesta de César. Mery me estaba alisando el pelo y ya me había quemado 4 veces. ¡¡4!!

–Perdona chica– dijo mientras me soltaba un mechón del pelo que tenía agarrado a un lado de la cabeza.

–Y se supone que tu eres la que sabe de esto– dije soltando un suspiro.

–Y lo soy– dijo acabando de alisar el mechón– solo que no sabía que tenías la oreja ahí.

–¡¿Y dónde la voy a tener?!– pregunté frustrada a lo que ella soltó una risa y vi a través del espejo como negaba con la cabeza.

Al cabo de un rato terminó de peinarme y me puse el mono que compré hacia unos días. Los tacones serían lo último ya que me daba pereza ponerlos. Mientras Mery se peinaba decidí maquillarme.

Me puse delineador negro, rímel y labial rosa suave. Para no saber mucho de maquillaje me quedó muy bien.

Mery ya había acabado de peinarse y se puso a maquillarse mientras yo miraba el movil. Tenía un mensaje de César.

CÉSAR🌚 10:05- ¿Os falta mucho? La gente ya ha empezado a llegar.

SARA🌝 10:11- No, tranquilo... En 15 minutos estamos ahí.

Tenía otro mensaje de Adam.

ADAM😈 10:08- Como no lleguéis a y media cierro la puerta y no entráis.

SARA🌝 10:13- No te preocupes papá. Llegaremos antes.

Bloqueé movil y me calcé los tacones. Me puse el colgante del ying yang y unos pendientes de plata de aro. Me eché colonia, una última mirada al espejo y me coloqué el bolso con el movil y dinero por si acaso.

Miré a mi mejor amiga quien se estaba calzando.

–Te espero abajo– dije y cerré la puerta de la habitación.

Bajé las escaleras y esperé en la entrada mientras Mery se acababa de preparar.

Odiaré a Adam lo que me queda de día. Con su ayuda y un cubo de agua fría desperté de mis maravillados sueños.

Juro que me vengaré.

Pero no solo salí yo mojada, si no César, que estaba a mi lado durmiendo.

Por unos minutos me divirtió ver como César intentaba arrancarle la cabeza a Adam pero Mery se comportó como la mamá de ambos y con un grito los paro.

Siempre dije que Mery sería una buena madre, a lo que ella niega ya que no quiere tener hijos.

–Ya estoy–dijo mi mejor amiga bajando el último escalón– Se te olvidaba algo.

–¿El qué?

–Esto– dijo levantando las dos pulseras que el supuesto chico me había metido en la chaqueta.

Solté un suspiro– ¿De verdad las tenemos que llevar?– pregunté como una niña cual no quería ir al colegio.

–Ajá.

Cogí una pulsera y me la puse.

–¿Lista?– preguntó.

Yo asentí para después subirnos al coche de Mery e ir a casa de César.

Iba decidida a saber quien era el que me dejó todas esas cartas y regalos.

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