43. NO QUISE HACER DAÑO

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Caminé lentamente. Analizando lo que podía pasar, lo que César podía decir y lo que yo debería responder.

Llegué a su puerta. Entonces las piernas comenzaron a temblar y mis manos igual.

— Tranquila, Sara — dije para mi — Saldrá bien.

Respiré hondo y piqué a la puerta. Nadie respondió. Volví a picar sin obtener respuesta. Sabía que estaban, o por lo menos uno de ellos ya que había luz dentro.

Volví a picar por una última vez. Nada.

— Soy yo, Sara — dije elevando la voz para que me oyeran.

Esperé pero no abrieron la puerta. Fui a abrirla por probar y estaba abierta. Fruncí el ceño. Sin pensarlo entré asomando primero la cabeza y luego todo mi cuerpo. Miré a la derecha y no había nadie. Entonces fue cuando giré la cabeza y vi algo que de verdad que no me esperaba.

Cristina y César en el sofá. César encima de la chica sin camiseta besándose como si no hubiera un mañana.

César fue el primero que se percató de mi presencia y se separó de ella.

— ¿Por qué paras? — preguntó Cristina y entonces miró en mi dirección — Joder — fue lo único que dijo.

— Sí, joder — repetí con muchísima más rabia — No os preocupéis — sonreí lo más falsamente que podía — Seguir a lo vuestro.

Mi vista se me nubló y salí de allí, apretando los puños.

— ¡Sara!, ¡espera! — dijo César a mis espaldas.

Seguí andando pero enseguida me paré. Me sequé las lágrimas que caían por mis mejillas. Ahora iba a enfrentar las cosas y no iba a quedar como la niña sensible que debía de parecer.

Era la segunda vez que salía del mismo lugar en las mismas condiciones.

Me giré. Vi que se había puesto una chaqueta.

— Oh no, por favor. No quería interrumpir — empecé a hablar con el mismo tono irónico — Yo solo venía a... a... ¿Ya para qué? Si lo has dejado bien claro.

— No, escúchame, te lo puedo explicar — comenzó a decir.

— ¿Qué me vas a decir, eh? ¿Que ella se te echó encima y tu no podías apartarte? ¿Y justo entré yo en ese mismo instante? — él negó.

— No exactamente — dijo lentamente — Yo, creí que tu... — hizo una pausa — Pensé que ya no estábamos juntos.

— ¿Lo diste por hecho? — mi corazón se heló. No lo podía creer.

— ¡Pues sí! No confiabas en mi, no me creíste. ¿Acaso una relación funciona si uno no cree en el otro? No — contestó él.

En parte tenía razón, bueno... ¿Que cojones? Lo admito, él tiene toda la razón...

Bajé la vista. Pero enseguida la imagen de ellos enrollándose se me vino a a mente.

— ¿Y Cristina? ¿Acaso no estabas afectado? Ha pasado apenas una semana y ya te estabas liando con otra. ¿Lo has superado tan rápido, Jones? — pareció que le dolió que dijera su apellido — ¡Y encima con tu ex!

Me pasé las manos por el pelo. Miré en todas direcciones. Creo que estaba siendo víctima de un mal sueño. Otro más.

— Y tu con él, ¿eh? — dijo señalándome con la mano — Ese tal Dylan.

— ¡No es nada! ¡Ya te lo dije! — la frustración me mataba — Solo es un amigo. Nada más. ¡En ningún momento se me ocurrió besarle!

— ¡Estaba muy confundido! No paraba de comerme la cabeza. Todo se me junta, se acumula y no llega a explotar. Necesitaba desconectar de alguna manera. ¡¿Qué podía hacer?!

— ¡Haber acudido a mí! — dije como respuesta — Te hubiera arropado, te hubiera abrazado y te hubiera dicho que todo iba a salir bien. ¡Te habría ayudado! — respiré profundamente — Había muchas más formas y elegiste la peor.

— ¿Crees que hubiera funcionado en la situación en la que estamos? — hubo un silencio. No sabía que responder — Esto no nos va a llevar a ninguna parte, Sara — dijo más calmado.

— Entonces hemos... ¿terminado? — se me quebró la voz. Bajé la cabeza y mis lágrimas volvieron a caer.

Sus brazos me rodearon y me apretaron contra él.

— No quise hacer daño, Sara — hizo una pausa — Ninguno.

Entonces lo empujé separándolo de mi. Le miré una última vez. El alma se cayó a mis pies.

Salí de allí, andando lo más rápido que podía. Me limpiaba las lágrimas pero rápidamente otras las sustituían.

Se había acabado...

Llegué a la cabaña. Cerré la puerta a mis espaldas despacio y me di la vuelta quedando enfrente de Dylan.

Negué y me abrazó. Yo aún seguía llorando, silenciosamente.

Notaba un gran vacío en el pecho, se me habían quitado las ganas de todo.

— Estaban... estaban liándose — tenía la voz cortada aunque esta vez podía mantener la calma.

— Nunca te vi tan mal — dijo y me apretó más contra él. Me dieron ganas de llorar más — Tranquila.

— No puedo estar tranquila — dije separándome un poco de él para poder mirarle — Sigue siendo igual, no ha cambiado.

Después, me senté en una de las dos sillas que había en la cocina.

Dylan comenzó a cocinar algo. Yo mientras miraba por la ventana. Daba a la parte del bosque. Transmitía tranquilidad, paz, algo que necesitaba pero no llegaba a mi del todo.

Pensé una y otra vez. ¿Y si no me hubiera puesto como me puse cuando me entere de su pasado? ¿Hubiera pasado esto? ¿Y si lo hubiera dejado pasar seguiríamos como antes?

Hoy hubiéramos hecho dos meses... Dos meses en los que hubo sonrisas y lágrimas, verdades y mentiras, pero sobretodo amor y dedicación.

Se me parte el alma solo de pensarlo. Fue poco tiempo, si, en el que me demostró que esto podía durar.

Pero no duró.

Un olor muy rico vino a mi. Bajé la vista y en la mesa había un plato de pizza.

— Haber si con esto te hago sonreír, aunque sea un poco — dijo mostrando sus dientes blancos.

— Gracias — me senté bien y me froté los ojos con la manga de la chaqueta.

— No hay de que — contestó sentándose en la otra silla que había — Ya sabes que siempre voy a estar aquí, para ayudarte.

Dijo y esta vez si que me hizo sonreír.

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