02. NOMBRES

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Sonó el timbre dando paso a el final de clases. Me reuní con Mery en un banco a la entrada del instituto. Pudimos ver el tupé de Adam entre la avalancha de estudiantes. Nos reímos por ello.

Lo vimos acercarse junto a otro chico, que no sabíamos quien era ya que entre toda la multitud de gente no se le veía.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca para poder distinguir al chico misterioso, me quedé helada.

— Chicas, este es César, viene conmigo a algunas clases — con que César eh..

Te gusta, te gusta un montón.

Cállate consciencia, ¡nadie te llamó!

Anda, si sabes que el tío está para mojar pan.

¡¡Shhh!!

— Encantada César. Yo soy Mery, la novia de Adam — mi mejor amiga se levantó y le dio dos besos en las mejillas al supuesto César.

Los tres me miraron como si fuera un bicho raro. Me levanté algo forzada y le tendí la mano a César.

— Encantada — sonreí forzadamente. El aceptó mi mano.

— ¿Chica del bus, o me equivoco? — abrí los ojos de par en par y seguidamente lo asesiné con la mirada.

— ¿Cómo que chica del bus? — preguntó Mery quien estaba con una cara de confusión.

— Creo que nos hemos perdido algo — mi mejor amigo nos señaló de arriba a bajo.

No me había dado cuenta de que seguía agarrando su mano. Rápidamente la solté y la sangre volvió otra vez a mis mejillas pero esta vez no lo pude ocultar.

— ¿Nos contáis mientras vamos a tu casa? — pregunta Mery quien empieza a caminar junto a Adam.

No nos queda otra que seguirlos. No me parecía buena idea que César viniera con nosotros pero la pareja quería y no quería ponerme en contra de ellos...

Mas que nada porque no lo conocía y no se... Soy muy insegura para esas cosas. Cuando llegamos nos sentamos en los sofás del salón.

— ¿Pido yo las pizzas? — me ofrecí levantándome del sofá ya que sabía que iban aceptar.

Y así lo hicieron. Fui hacia la cocina, cogí el teléfono y encargué la pizzas. Mientras hablaba con el encargado de anotar los pedidos, noté como alguien entró en la cocina.

Me giré y pude ver a César acercarse a mí. Se apoyó en la encimera de granito y empezó a hacer tonterías de todo tipo a lo que yo no pude evitar reírme.

Claro que los de la pizzería casi me cuelgan porque pensaban que les estaba haciendo una broma.

Cuando por fin pude acabar de pedir las pizzas, aguanté por no reírme. Me puse seria y me crucé de brazos.

— ¿Que quieres? — pregunté sin quitarle ojo.

Él se movió hasta sentarse en una silla que había debajo de la mesa.

— Todavía no me has dicho tu nombre — rodé los ojos e iba a salir de la cocina pero el intento fue en vano ya que él se puso entre yo y la puerta.

InvisibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora