Estoy tumbada en la arena mirando al cielo mientras los demás están bailando, bebiendo y riéndose.
Sinceramente no me apetecía mucho estar de fiesta, mi cuerpo no lo pide. Con todo lo que tengo en la cabeza se puede hacer una sopa de problemas.
Dylan se fue a conocer gente, Cristina y Marcos están a lo suyo, Danielle está bailando y no tengo ni puñetera idea de donde está César.
Admito que en estos momentos le arrancaría la cabeza pero le quiero, y no puedo permitir que algo así nos separe definitivamente.
Quiero comprenderlo, entender que me haya ocultado parte de su pasado por el bien de ambos pero me cuesta.
Y ahora tengo miedo. Según él ha cambiado, ya no es el que era antes pero... ¿qué pasa si solo dura un poco? ¿Qué pasa si se vuelve a convertir en lo que era? ¿O que me haga lo mismo que le hizo a Cristina?
No sería muy agradable, la verdad.
Aunque una parte de mi quiere creerlo, no llego a poder.
Si me lo hubiera dicho él mismo le hubiera creído pero al no hacerlo tengo el presentimiento de que dentro de poco la burbuja que lo protege estallará y volverá a ser el que era.
Por si fuera poco nos quitaron los móviles cuando la fiesta comenzó. Ya era raro que nos los dejaran estando en un "castigo". No tengo nada con que entretenerme. Solo puedo meter los pies bajo la arena y esperar.
CÉSAR
— ¿Estás listo? — preguntó mi madre mientras bajaba del coche.
Cerré la puerta y pagué al taxista.
— Sí — contesté.
— Te pido que no hagas nada de lo que luego te puedas arrepentir — comenzamos a andar camino de la puerta de entrada.
— Nunca me arrepiento — me miró mal — Lo intentaré.
Entramos en casa. Vale, todo seguía igual, salvo por un detalle. Una chaqueta americana negra de hombre colgada en el perchero.
— Está en tu cuarto — hizo una pausa — Nosotros os esperamos aquí.
Miré a mi izquierda y vi a Rayan apoyado en el marco de la puerta.
Asentí y subí las escaleras.
Por alguna razón ya notaba el aire tenso. Sentí que nada de esto iba a salir bien.
Llegué a la puerta de mi cuarto. Me paré unos segundos, respiré profundo y entré.
Lo vi de espaldas, mirando las fotos que había en mi escritorio.
Se giró cuando oyó la puerta cerrarse.
— César — dijo asombrado — Has cambiado mucho...
— Sí — contesté — Es lo que suele pasar cuando pasan los años — En su cara apareció una gota de fastidio, sin embargo, la mía descargaba ira.
Nadie habló tras lo que dije. No lo recuerdo así, con una barba perfectamente perfilada, alto y robusto. Pero claro, de eso hace más de una década.
— ¿Para qué has venido? — pregunté aún sabiendo la respuesta.
Quería ver si tenía la poca vergüenza de volver a decirlo delante de su primer hijo.
— Me perdí tu infancia y tu adolescencia, y la de tu hermano — comenzó a decir mientras yo luchaba por no desfigurar su cara — Sé que lo hice mal pero no tuve otra opción.
— ¿Ah no? — le corté — ¿No te podías haber quedado y cuidar de nosotros, de tu familia?
— Era complicado — dijo en su defensa.
Solté una carcajada seca.
— Complicado era evitar que te fueses para pasarte la vida en un club de striptease — abrió los ojos completamente — ¿Sabes, papá? Bueno, si se te puede llamar así — añadí rápidamente — Te fuiste cuando era un crío, dejando una carta en la que solo ponía jilipolleces. Dejaste a mamá a cargo de dos niños, ¿sabes lo que es eso? ¿Tener que criar a dos niños sola? — me fui acercando a él poco a poco — Y todavía tienes las narices de venir aquí y pedir algo a cambio.
Intentaba controlar las ganas de destrozarle la mandíbula. Él solo me miraba sin ninguna emoción en la cara.
— Solo quiero hacer las cosas bien — dijo.
— Ya es tarde — reí irónicamente — ¿A qué has venido? — pregunté duramente.
— Quiero que vengáis todos... Tu madre, tu hermano y tú... — hizo una pausa — En principio ibas a ser tú pero...
— Pero tu familia somos todos — completé la frase antes que él. Su silencio era la respuesta a que había acertado. Era alucinante — No pienso irme contigo, y mucho menos a la otra punta del mundo.
— ¡Por Dios, César! ¿No lo entiendes? — Se pasó las manos por el pelo — Estoy haciendo esto por mejorar las cosas, ¿no quieres ayudar?
— ¡No! Por supuesto que no — aclaré — No tienes el derecho a venir aquí de repente después de más de 10 años y querer llevarnos contigo. ¿No has pensado que igual ya hemos hecho una vida aquí? — ya había elevado el tono de voz pero esto no podía hablarse a susurros — No puedes arrebatárnoslos.
— Estoy haciendo lo mejor para todos, César.
— Sí, se nota demasiado.
Y cuando le iba a propinar un puñetazo alguien agarró mi brazo para que no lo hiciera.
Era mi hermano el cual negaba con la cabeza. Estaba tan concentrado en lo que decía que no lo oí llegar..
— Cariño... Por favor — vi a mi madre a mi otro lado — Confía en mí, todo va a salir bien...
— ¿Qué? ¿Tu también? — abrí los ojos completamente — ¿Quieres irte?
Relajé el brazo y conseguí que Rayan lo soltase.
— No es que quiera... — contestó — Estoy teniendo muchos problemas en el trabajo, ya no es lo mismo y... — hizo una pausa mientras pensaba lo que iba a decir — Lo más seguro es que me despidan antes de que acabe este mes, y si lo hacen, no podré manteneros.
Me lo pensé un segundo. Tenía razón en eso pero no para que esté tarado nos llevara a otro continente.
— No, mamá. Ya tengo 18 años y Rayan los tendrá dentro de nada — dije señalándome a mí y a él — Podemos conseguir un trabajo y...
— No, César — me interrumpió — Ahora quiero que os concentréis en los estudios.
Esto no me está gustando, para nada.
— Nos iremos en unas semanas — dijo lentamente mientras bajaba la mirada al suelo.
— ¡No me jodas!
💙
Pido disculpas por no haber publicado antes. El curso avanza y los estudios se van complicando😖
Lo más seguro que muchos de vosotros estéis igual así que os deseo mucha suerte❤️
Publicaré otro capítulo más por si no puedo publicar en semanas.
Una vez más, gracias por la espera💋
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Invisible
Novela JuvenilSara Blake. Una chica de 17 años con un pasado difícil y lleno de preguntas sin respuestas. Su vida dejó de ser la misma cuando su madre, Samantha, falleció en un accidente de coche. Ya han pasado once años desde su muerte y han conseguido superar...