18. LE QUIERO

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–No... No puedo dejar que ambos se vayan a vivir a un hotel. Ahí si que corren peligro y créeme, soy abogada y se del tema– comentó Marta a lo que todos los presentes nos sorprendimos.

–¿Y usted qué propone?– preguntó el agente Tom.

–Propongo que ambos se vengan a vivir con nosotros. Hay sitio de sobra y por su puesto que no nos importaría...

–No Marta. No puede ser. Somos dos personas y...– intentó decir mi padre pero Marta le cortó.

–Y nada. No sois ninguna molestia y no lo seréis. Solamente es ser solidario con un amigo de hace años y su hija– afirmó la madre de Marta.

Todos los presentes miramos a mi padre. Él me miraba a mi. Yo solo elevé las cejas para que dijera algo.

–Está bien...– afirmo mi padre.

–En ese caso, si ustedes están de acuerdo...– nos miro a mi padre y a mi– podrán irse con ellos. Repito. Será poco tiempo el que tengan que ausentarse de vuestra casa– hizo una pausa– Aún así, por vuestra seguridad, pondré a dos agentes vigilando vuestro hogar– comentó mirando a César y a su madre– Ellos se mantendrán al margen pero en caso de que ocurra algo grave saldrán a protegeros.

Ambos adultos afirmaron. Después, el agente intercambió con mi padre un número de teléfono y algún que otro dato.

–Si quieren, ahora, puedo llevarlos a que recojan algunas de sus pertenencias– propuso el agente.

–Vale...– afirmó mi padre.

–Nosotros nos vamos a casa. Os esperamos– dijo Marta para después irse junto a César. Este último me guiñó un ojo antes de salir por la puerta lo que me hizo sonreír inconscientemente.

Después, los tres restantes salimos de comisaría y nos encaminamos hacia un coche de policía que había en frente de la entrada.

–Sara, enserio. Perdóname, todo esto ha sido culpa mía. Si no hubiera ido al viaje...– dijo él antes de llegar al coche.

–Ey papá, no ha sido culpa tuya. Tenías un compromiso con el trabajo, y es importante...

–Ya, pero tu eres mucho más importante que el trabajo...

–Déjalo ya, por favor– dije y él paró de hablar. Me abrazó para después darme un beso en el pelo.

–Te quiero, nunca lo dudes.

–Y yo papá.

–Oye... Porque se me ha ocurrido preguntarte... ¿Tienes algo con César?– preguntó a la vez que arqueaba una ceja y sonreía.

–¿Qué? ¡No!– ¿O si? Bueno, si lo tenía no lo iba a decir, no por ahora.

–Pues hacéis una muy buena pareja– confesó asintiendo.

–¡Papá!– dije a la vez que ambos reíamos.

Subimos al coche y en menos de 10 minutos ya estábamos entrando por la puerta trasera ya que la principal estaba precintada con una cinta de policía.

La casa estaba igual que como la vi por última vez. Limpia ordenada... Se ve que Elena solo quería algo y fue directo a por ello...

–Procurar coger lo menos posible. Todo puede tratarse de una prueba– avisó el agente Tom.

Ambos afirmamos.

Subí a mi habitación a duras cuestas ya que me seguían doliendo las costillas, pero ya no tanto.

Saqué del armario una maleta de tamaño normal y empecé meter toda la ropa que necesitaría y demás cosas como el cepillo de dientes, toallas, gomas para el pelo, una mochila y el archivador que necesitaría durante esta última semana de clases.

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