– ¿Qué? Sara... – hizo una pausa mientras se tranquilizaba – ¿No te has preguntado por qué estás tan bien? – fruncí el ceño – Después del accidente...
Un pequeño mareo me dio al recordar por lo que había pasado hasta llegar aquí. Pero más me preocupé al pensar en Mery y Adam. No tenía ni idea de como estaban y eso me incomodaba más.
Tras segundos pensando caí otra vez en algo. Si que estaba demasiado bien parar haber tenido un accidente de coche.
– A mis víctimas no las dejo sufrir de golpe. En el fondo me importas – abrí los ojos por completo.
¿Dónde narices estaba la cámara oculta? Porque todo esto era tan raro que pensaba que aquello era una broma para subir a Youtube.
– Como ya te habrá contado Samantha, soy muy famosa entre mafias y no pude evitar tener a un cirujano profesional de mi parte. Es muy fácil hacer convencer a alguien de algo cuando le pones unos cuantos billetes de 500 entre las cejas – hizo una pausa larga esperando a que dijera algo pero como no abrí la boca siguió hablando – ¿Nunca te han dicho que tienes una cara propia de una modelo? – se acercó a mi, se agachó y me cogió del mentón. Se acercó tanto que por instinto me eché hacia atrás, pero ella me lo impidió – Es una pena que tenga que hacerlo, pero necesito hacerlo... – el ambiente se volvió más gris de lo que estaba, casi negro y muy pesado – ¿Unas últimas palabras antes de decir adiós?
Esa era mi oportunidad. Tenía que escapar de cualquier modo.
Me sentía muy mal pero mi cerebro todavía funcionaba. En un segundo analicé la situación.
Estábamos solas en aquel diminuto cuarto, ella no llevaba armas encima (o eso creía), la puerta no estaba cerrada con llave y no había más tiempo.
Iba a matarme si no salía de aquel lugar en menos que cantaba un gallo.
Me armé de valor. Eché la cabeza hacia atrás y con brusquedad tiré de ella hacia delante haciendo que nuestras frentes chocasen fuertemente.
Me soltó y cayó atrás con una mano en el lugar golpeado.
No sabía a quien le había dolido más, si a mi o a ella.
Me levanté tan rápido como pude, corrí hacia la puerta y agarré al pomo deseando que mi hipótesis de que estuviera abierta fuera cierta. Y gracias a Dios, la suerte estuvo de mi parte.
Salí de allí y me encontré con un pasillo corto y ancho. ¿Derecha o izquierda?
– Hija de puta – oí a mis espaldas decir a Elena.
No había tiempo para pensar. Decidí ir por la izquierda.
Corrí. Otro pasillo. Tomé la derecha y luego otro y giré a la izquierda.
Oí pasos que me seguían pero no me atreví a mirar.
No sabía donde estaba pero aquel lugar era enorme.
Corrí por otro pasillo, este más largo pero me di cuenta tarde que no tenía salida.
– Eh, ¡tu! – gritó alguien detrás de mi.
Giré la cabeza y vi al rubio al otro extremo del pasillo mirándome con el ceño fruncido. Cuando se dio cuenta de quien era gritó:
– ¡Está aquí! – seguido comenzó a andar en mi dirección – Si corres va a ser peor – me amenazó pero no iba a hacerle caso.
Abrí la puerta y por el rabillo del ojo vi como el chico comenzó a correr. La cerré a prisas, cogí una silla y la puse de tal modo que no pudiera entrar.
Unos segundos después un ruido chocó con la puerta y quien estuviera al otro lado intentó abrirla con todas sus fuerzas. Al lado de esta vi un mueble. Me puse en un extremo y lo empujé hasta colocarlo junto a la silla, obstruyendo más el paso.
Miré a mi alrededor. Había una cama en mal estado y una mesilla a su lado con una lámpara rota. Había dos puertas más. Una a punto de caer, abierta, la cual mostraba una bañera con moho.
Comencé a pensar y de pronto caí en la cuenta.
Debía de estar en un hotel abandonado.
Abrí los cajones del armario buscando algo que pudiera protegerme. No había nada en los tres primeros, solo polvo pero en el último había un destornillador. Lo cogí sin pensarlo.
Al mismo tiempo, otro ruido más fuerte golpeó la puerta haciendo que cayera de culo hacia atrás.
– ¡Venga niña! ¡Deja de jugar al pilla-pilla! – gritó al otro lado otra voz de un hombre más grave – ¡Abre la puerta, o lo lamentarás el resto de tu vida!
A cada minuto que pasaba mi miedo crecía más. Estaba en un lugar enorme, sola, en compañía de a saber cuantos psicópatas armados hasta los dientes. Y aun me daba más miedo que todos ellos estuvieran allí por una misma razón.
Matarnos a mi y a mi madre.
Apreté fuerte los dientes. No podía quedarme allí. Tenía que encontrarla y escapar juntas.
Corrí hacia la otra puerta y la atravesé. Entré en otro cuarto casi igual a la anterior. Pero no podía irme ya que estaba segura de que esa también daba al mismo pasillo.
Miré a mi alrededor buscando una salida, pero no había. Y sabía que no era buena opción esconderme debajo de aquella apestosa cama hasta que todo lo malo pasase.
Miré a mi alrededor unas cuantas veces y seguía sin ver algo en lo que me ayudase. Busqué en los cajones de un armario diferente pero lo único que encontré fue el envoltorio de una chocolatina caducada.
Podía probar a salir corriendo inesperadamente por la puerta y escapar por otro pasillo en persecución de a saber cuantas personas... Pero sabía que no iba a durar ni dos minutos.
Tras mucho pensar caí de lleno. Mi única salida era la ventana.
La abrí con mucho esfuerzo y miré al exterior. A penas pude divisar algo ya que la negrura de la noche lo cubría prácticamente todo pero podía deducir que estaba en medio de la nada. Miré abajo y el vértigo me provocó náuseas.
Estaba en un sexto piso. Tragué duro. Miré a mi izquierda y a mi derecha y pude observar como una pequeña repisa salía del edificio a punto de caer. Era lo suficientemente ancha para poder posar mis pies.
Pasé una pierna y luego la otra sentándome en el borde de la ventana. Fui capaz de agárrame con una mano a una grieta de la pared. Respiré hondo por una última vez y con un impulso enorme de mi brazo, logré poner mis pies en la repisa y mantener el equilibrio.
No iba a ser igual de estúpida que las personas y dejar la ventana abierta.
Alargué la pierna y la puse en la mitad del cristal que se abría. Tiré hacia abajo y logré cerrarla con un ruido viejo y seco.
Cerré los ojos fuertes evitando mirar abajo.
– Vale, vale – susurré para mi.
Miré a mi derecha buscando donde apoyarme para seguir moviéndome.
Estaba segura de que quedarme allí parada era peor que intentar andar.
Así que comencé a moverme lateralmente lo más pegada que podía a la pared.
Tuve que poner la mano en mi frente para comprobar que no sangraba.
La verdad, es que no me esperaba que el golpe me iba a doler tanto. En las películas parecía más fácil.
💙
Sé que no he publicado en dos semanas, pero tuve un bloqueo mental y no sabía como seguir la novela pero la inspiración volvió a su sitio😊
Espero que os haya gustado♥️
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Invisible
Teen FictionSara Blake. Una chica de 17 años con un pasado difícil y lleno de preguntas sin respuestas. Su vida dejó de ser la misma cuando su madre, Samantha, falleció en un accidente de coche. Ya han pasado once años desde su muerte y han conseguido superar...