Siguieron mirando a rubio hasta que este habló.
– Me escondería en lugares pequeños... – se encogió de hombros – ...como en un armario o no sé. Igual en los conductos de ventilación.
Me tensé y comencé a rezar para que no miraran en mi dirección. Aunque hubiera rendijas, seguro que llegaban a verme.
– Está bien. Pues buscad por ahí. Y no perdáis tiempo haciendo otras cosas – habló Elena dirigiendo la última frase a los tatuados.
Todos asintieron y se marcharon excepto ella que sacó su móvil y marcó un número.
– ¿Quién está? – preguntó y se oyó un silencio descomunal en la sala – ¿Y Cristina? – mis sentidos se pusieron en alerta. ¿Había alguien vigilando mi casa? – ¿Con quién está? – otra pausa – No les quites el ojo y que no te vean – colgó y marcó otro número – ¿Les ves? – preguntó – ¡¿Qué?! Deberían de seguir en observación. ¿Por qué salieron tan rápido? ¿Acaso no les di lo suficientemente fuerte como para dejarlos en coma?
Dios mío. Hablaba de Adam y Mery, estaba claro. Eso significaba que estaban bien. Una sensación de paz recorrió todo mi cuerpo. Pero no duró lo suficiente como para calmar mis nervios.
– Encárgate de ellos – me tapé la boca con una mano – Pero no ahora. Espera a que el susto se les haya pasado y después haz tu trabajo, y hazlo bien – colgó.
Un nudo se formó en mi garganta. ¿Eso significaba que... los iba a matar?
No pude esperar más. Comencé avanzando por el conducto lo más sigilosa que podía ser deseando que ese intento de ser humano no me oyera.
Y creo que pude lograrlo. Llegué al tope del conducto y giré a la derecha. Di con el final. Empujé la rendija. Al otro lado me esperaba un espacio bastante grande el cual debía ser el del ascensor.
Con mucha fuerza logré quitar la rendija. Sin quererlo cayó al vació hasta llegar al suelo y emitir un ruido metálico agudo.
– Mierda – susurré.
Seguro que alguien lo había oido. Asomé la cabeza y divisé mi alrededor. El ascensor estaba parado encima de mi cabeza y oí como se ponía en marcha. Era mi vehículo más seguro para poder llegar a la planta baja.
Esperé hasta el punto en el que el ascensor estuviera a mi altura para poder subirme a su techo.
Cuando pensé que era el momento, me impulsé con manos y piernas hacia delante y logré caer encima. Hice más ruido todavía y recé para que los que estuvieran debajo de mi fueran sordos.
– ¿Qué ha sido eso? – habló una voz femenina irreconocible.
– Igual es la chica – dijo otra chica, pero enseguida rieron.
– ¿Esa? No es capaz de hacer algo así. Se mataría – amabas rieron.
Abrí la boca ofendida. Pero por una parte era mejor que pensaran eso.
– Tienes razón. Será un ratón... – suspiró – Que asco de sitio, estoy impaciente por irme.
– Sí, ese sitio de las afueras de Ohio seguro que está mejor que esta mierda de edificio... – entonces... ¿se van a ir a otro sitio? – Según la jefe, tiene aire acondicionado – ambas volvieron a reír.
Llegaron a la planta baja. El ascensor dio una sacudida y se paró en seco. La puertas se abrieron y las dos chicas salieron de él. Busqué una trampilla por la que meterme.
En aquellos momentos daba gracias a todas las películas de escape que había visto. Aunque muchas veces no servían de nada, en aquellos momentos me estaban salvando la vida, literalmente.
Logré encontrar una manilla. La agarré y tiré de ella. La trampilla se abrió y pude pasar al interior del ascensor. Primero, eché una ojeada a través de las puertas abiertas.
Este daba a una recepción gigante a cuyos lados había dos sofás enormes con la tela y el color desgastados.
Pero lo que más me llamó la atención fue la cristalera que quedaba enfrente de mi, a 20 metros, aproximadamente.
Encima de esta, ponía una palabra: Salida.
No podía ser tan fácil.
Aun así, aun me quedaba encontrar a mi madre.
Salté al ascensor y seguido salí de él. Justo en ese momento, las puertas se cerraron y emitió el ruido agudo que hace cuando se mueve.
Miré a mi alrededor. Ni rastro de ser humano.
Caminé un par de pasos con los ojos bien abiertos. El suelo estaba lleno de escombros y parecía que allí había ocurrido una pelea no hace mucho tiempo. Del techo colgaba una enorme lámpara de araña que al mínimo golpe, se caería.
A los dos laterales del ascensor había dos escaleras que llevaban al primer piso.
Seguro que por ahí habían subido las chicas. Pero algo no cuadraba... ¿no era más fácil haber marcado el primer piso en el ascensor que bajar hasta la planta baja y subir unas escaleras en mal estado?
Raro, pero preferí no pensar en ello.
A un lateral de aquel enorme vestíbulo se encontraba un gran mostrador vacío: sin papeles ni bolígrafos.
Divisé dos puertas y decidí ir hacia ellas. Una era la de los baños y otra la de los empleados. Primero opté por entrar en la segunda pero estaba cerrada. Probé unas cuantas veces más como si por arte de magia al noveno intento se abriera, pero no fue el caso. Lo primero que se me vino a la cabeza fue que mi madre estaba dentro.
– ¿Mamá? – susurré pegada a la puerta – ¿Estás ahí? Soy yo, Sara – estuve unos segundos esperando una respuesta pero no llegó.
Esa puerta estaba cerrada por una razón que en aquel momento no me importaba. Entonces, entré en los baños.
Me recibió un corto pasillo donde a la izquierda, estaba el de chicas y a la derecha, el de chicos.
Iba a comenzar a andar cuando oí un ruido. Metal chocando contra metal. Provenía del baño masculino.
El primer impulso que tuve fue salir corriendo, atravesar aquellas puertas de cristal y huir a pie hasta que mis piernas no dieran más de sí... pero entonces pensé y a pesar del peligro decidí entrar. Empuje suavemente la puerta entreabierta y me recibió un gran espejo. Debajo, una fila de 7 lavabos.
Pero lo que más me llamó la atención fue quien estaba atado a unas tuberías.
Me quedé helada, mirándole incrédula. Él paró de intentar zafarse de las esposas cuando notó mi presencia y se quedó mirándome de la misma forma. Negó repetidas veces tras unos segundos y seguido habló:
– ¿Piensas venir a ayudarme o no?
💙
¿Quien creéis que es?😏 Dejármelo en los comentarios. ¡Os leo a todos!♥️
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Invisible
Teen FictionSara Blake. Una chica de 17 años con un pasado difícil y lleno de preguntas sin respuestas. Su vida dejó de ser la misma cuando su madre, Samantha, falleció en un accidente de coche. Ya han pasado once años desde su muerte y han conseguido superar...