60. VIVE POR MI

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Nota: os propongo que escuchéis las canción "human" de Christina Perri que os he dejado arriba👆🏻mientras leéis este capítulo para que le de un toque más original. No me entretendré más. ¡Disfrutar leyendo está parte!🤪

💙

– ¿Creíais que ibas a escaparos tan fácilmente? – Elena rió durante unos segundos largos – Qué inocentes sois – nos miró a cada uno directamente a los ojos. Cuando se fijó en mi quise apartar la mirada pero la mantuve solo por orgullo y para no parecer que le tenía miedo, aunque no fuera así.

A sus lados, tanto a la derecha como a la izquierda había dos tipos como los que nos encontramos antes, con cuatro armas apuntando directamente en nuestra dirección.

No sé por qué, pero la esperanza de poder salir de allí descendió hasta ser del 1%.

– Dar la vuelta y no abrirán fuego. Por el contrario, dais un paso hacia nosotros y no viviréis para contarlo – se cruzó de brazos y esperó nuestra respuesta.

Miré a Dylan y a Javi. Ambos estaban al lado de mi madre y de mi, apuntando también al otro bando. Parecían muy seguros de lo que iban a hacer pero sus miradas los delataban. Estaban muertos de miedo.

– ¿No vais a hacer nada? – volvió a hablar la misma persona – No sé qué opción es la peor. Yo elegiría volver. Además... no me gustaría ver morir a mi hijo.

– ¡No me llames así! – contestó Javi entre dientes. Su voz expresaba rabia y enfado.

– ¿Por qué? ¿Te crees que eres adoptado o algo así?

– Tu no eres mi madre. No te has comportado como tal... ¡nunca! No mereces que te llamé así. Eres la peor persona que he conocido. ¿No te da vergüenza estar en esta situación? – contestó el chico, apuntado su arma directamente a ella. Cómo respuesta, ella volvió a reír.

– Eres muy orgulloso, Javier. Eso te puede causar problemas – negó – Vamos. Dad media vuelta.

– ¡No te vamos a hacer caso! ¡No vamos a bajarnos a tu nivel! – volvió a hablar el mismo. La situación se calentó más de lo que ya estaba y mi corazón comenzó a latir fuertemente temiendo que ambos lados abriera fuego – ¡Eres una sucia persona que debería estar enterrada de por vida! Te soporté durante años callándome y siguiendo tus órdenes. Fue un gran error y esta vez no las voy a seguir. Has llegado muy lejos con esto – avanzó un paso corto y se puso delante de mi madre y de mí – Si tengo que morir en el intento de frenarte, lo haré. Si tengo que matarte para poder salir de aquí, lo haré. No dudes. Dispararé si hace falta y así haré un favor a todos los de esta sala.

Un silencio corto se estableció en el aire y fue roto por las carcajadas de Elena. A su lado, los cuatro hombres no movieron ni un músculo. Parecían estatuas de color carne con los músculos más tensos que las cuerdas de una guitarra. No sabía si tenían familia, si llevaban trabajando para Elena años o era solo cosa de unos días, si sentían empatía cuando apuntaban esas armas hacia alguien o si sus manos estaban manchadas con la sangre de sus víctimas. Eran personas reales a pocos metros de nosotros pero puede que con una identidad falsa a pesar de tener sus rostros destapados.

Daban miedo a pesar de que su mirada estaba perdida en el horizonte.

– ¿Has acabado? Si me das la opción, te pegaré un disparo sin pensarlo. No tengo ningún problema y no me dolerá perderte – miré a Javi el cual apretó la mandíbula y puso su dedo en el gatillo. Enseguida supe que iba a disparar.

Eché un vistazo rápido a mi alrededor buscando donde cubrirme y encontré a tan solo 5 metros de mi, una furgoneta negra de las que había visto entrar cuando estaba tentando a la muerte en la fachada del hotel. Eso significaba que la salida estaba cerca.

– Te lo dije ya y si quieres te lo vuelvo a repetir: me importas una mierda – dijo ella recalcando cada palabra de la última frase.

Javi gritó de rabia y medio segundo después disparó. Cargué bien a mi madre y la empuje hasta detrás de una columna. Pegué otro empujón y llegamos hasta detrás de la furgoneta cayendo al suelo.

Dejé a mi madre tumbada y me puse de rodillas a su lado ignorando del dolor de brazos y pecho que me había producido la caída.

Los siguientes segundos pasaron demasiado lentos. Los ruidos de las armas ensordecían mis oídos y a cada disparo, me sentía más insegura.

Miré rápido a mi espalda y vi como Javi y Dylan se resguardaban cada uno detrás de una columna. Cuando podían, sacaban sus armas por los laterales y disparaban sin mostrar su cuerpo a los adversarios.

Me elevé un poco y miré tras el cristal de la furgoneta.

Los matones se movían despacio pero ágiles hasta resguardarse detrás de dos furgonetas iguales que estaban cerca de la salida. Esta, era otra rampa que ascendía hasta a saber donde.

Me fijé en que detrás de uno de los hombres estaba Elena con una cara de dolor. Cubría su hombro derecho con la mano contraria y esta comenzaba a dejar paso un líquido rojo espeso.

Alguno de los chicos la había alcanzado.

Gritó, pero el ruido ensordecedor de los disparos se llevó su llanto antes de que llegara a mis oídos. El mismo hombre que la cubría apuntó en mi dirección y disparó antes de esconderse tras una furgoneta.

Grité y me eché encima de mi madre cubriendo su cuerpo para evitar que los cristales le hicieran daño. Paró y me quité los cristales que me habían caído encima.

Teníamos una ventaja: Elena estaba herida y con un hombro inmóvil no podía hacer tanto como si tuviera los dos hombros buenos.

Ahora solo quedaba rezar para que Dylan y Javi acertaran en el cuerpo de los matones antes de que las balas se les acabasen.

Miré a mi madre. Estaba peor que hace unos minutos. El miedo crecía poco a poco en mi pecho y era imposible de evitar. Ella me devolvió la mirada débilmente con los ojos entrecerrados.

– Debes irte sin mi – dijo. No la pude oír por lo bajo que hablaba y el ruido de alrededor. Sin embargo, logré leer sus labios y entenderla.

– ¡No mamá! Te lo prometí. ¡Vamos a salir de aquí, juntas! – nuevas lágrimas amenazaron con salir de mis ojos – ¡Recuperaremos el tiempo perdido! ¿Me escuchas? ¡No dejaré que te vayas!

Ella sonrió. Un gesto que me transmitió tranquilidad y esperanza la cual no duró mucho tiempo. Negó levemente y luchó con todas sus fuerzas para llevar su mano hasta mi mejilla.

Tenía la mano pegajosa y sudada pero no me importaba. Aquel podría ser la última vez que mantuviéramos contacto físico en vida. Al tiempo deseé no haber tenido ese pensamiento.

– Sara... – leí mi nombre en sus labios. El mundo preció dar vueltas a mi alrededor. Tosió unas cuantas veces mientras parecía ahogarse – Recuerda – bajó su mano hasta mi brazo y lo apretó muy suavemente – Sal de aquí...p Vive por mi.

Lágrimas caían por mis mejillas y alguna acababan mojando su blusa.

– No me dejes. Lucha contra ello. Eres fuerte. ¡Podemos conseguirlo! – grité tan fuerte como pude y más lágrimas se deslizaron por mi rostro.

Sus ojos también se cristalizaron y hizo un último esfuerzo para mirarme completamente.

– Te quiero – sonrió y un segundo después su rostro se apagó, la mano que sujetaba mi brazo cayó al suelo y sus ojos se cerraron.

– No. Por favor... – mi voz se rompió, al igual que mi corazón.

Había dejado de respirar. La maldita muerte se la había llevado y esta vez... para siempre.

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