Capítulo 39

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Resplandecientes ojos verdes. Sus rizos cayendo a ambos lados de su rostro. Su sonrisa mostrando hoyuelos colocados con gracia en sus mejillas. Esa forma en la que sus enormes manos me acariciaban.

Era él.

Harry.

Sus verdes esmeraldas fijadas en mis ojos como dagas. No dijo ninguna palabra, no era necesario; su tímida sonrisa lo dijo todo.

Un segundo era lo que necesitaba para correr hacia él, para palpar la textura de su cabello entre las yemas de mis dedos. Que su aroma impregnase mi ropa y embriagase mis fosas nasales. Él era todo lo que necesitaba para volver a casa.

Sus manos tomaron mi cintura, haciendo que mis brazos se colgasen de su cuello. Mientras, yo agachaba mi cabeza en la zona en que su cuello y hombro se convertían en uno solo. Suspirando.

Y dando gracias por tenerle una vez más conmigo.

Era cierto que, cuando más valorabas algo, era cuando lo perdías. Y lo mejor de todo, era un reencuentro.

-Harry, te amo -Murmuré, esas palabras llevaban rato luchando por salir de mi garganta y por fin lo habían conseguido. Sus labios acariciaron los míos, mientras notaba el calor que éstos mismos proporcionaban.

Un simple roce. Un simpleroce que hizo mi corazón acelerarse, que mi cabeza quisiese estallar y repetir aquella sensación miles de veces.

Esperaba obtener una respuesta de él, afirmativa. Contestándome que él también me amaba. No la hubo.

Todo desapareció de repente. Sin poder despedirme de él. Haciendo que un nudo en mi garganta se presentase, queriendo gritar, queriendo desaparecer con él. Sintiendo el frío sudor recorrer todo mi cuerpo.

Me encontraba en una cárcel, una cárcel de la cual no podría salir. De la cual mis gritos solamente eran silencio y mis sollozos, una niebla invisible.

Él no estaba. Nada deesto era real, nada era real. O eso quería creer.


Mis ojos se abrieron de repente. Queriendo escapar de otra pesadilla más. Mi respiración se encontraba agitada. Observé la habitación, estaba completamente sola. No había nadie allí.

Ni rastro de él.

Solamente él quedaba en una fotografía. En blanco y negro, su sonrisa brillaba como las luces navideñas en Times Square. Su brazo estaba por encima de mis hombros, mientras los míos, rodeaban su cintura. Aquellos eran buenos tiempos.

Todo lo vivido me parecía mejor en un pasado, como si al presente le faltasen bastantes requisitos para convertirse en algo bueno.

Imaginar que él estaba aquí conmigo en tiempo pasado se había convertido en algo habitual. Algo que solamente sucedía en mi mente y en mis sueños. Había veces, que la realidad me superaba y no tenía otra opción que acurrucarme en una esquina de mi habitación y llorar. Otras veces, le explicaba a Gemma lo que sucedía y me acompañaba en mi camino hacia... alguna parte.

Tenía la esperanza de que, esto solamente fuese una transición hacia algo mejor.

Pero, esos rayos de esperanza menguaban cada día.

Guardaba en mi mesita de noche los artículos de periódicos relacionados con él. En pocas ocasiones los leía, solamente aumentaban mi soledad y mi tristeza. Apesar de que, muchas otras veces, solamente lo que quería era recordarle.

El sol acababa de salir, los rascacielos dejaban que rayos de luz cálida se filtrasen por las ocupadas y bulliciosas calles de Nueva York. Abrí mi armario, observando la cantidad de ropa que contenía, parecía que solamente aumentaba, muchas de las prendas, todavía tenían la etiqueta. No las había utilizado, compraba por pasatiempo, para olvidar lo que me estaba sucediendo. Pero cuando caía la noche, todo cambiaba.

La Mafia #2 (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora